La Corona, único nexo entre el PSOE y la derecha
La jura de Leonor crea un paréntesis en un clima político viciado, pero sin que sea posible aislarse del conflicto
Doña Leonor: «Pido a los españoles que confíen en mí»
La Carrera de San Jerónimo lucía ayer brillante, con los balcones próximos al Congreso teñidos con los colores de la bandera nacional y con el baldaquino de gala adornando la Puerta de los Leones. Señales que mostraban que no era un día más, sino uno ... grande. Histórico. Pero de los de verdad. A primera hora de la mañana resultaba ya imposible acercarse a las inmediaciones de la Cámara Baja sin autorización. Nada podía dejarse al azar, con el protocolo funcionando a pleno rendimiento.
La calle principal del Congreso comenzó a cobrar vida minutos antes de la llegada de los Reyes, la Princesa Leonor y la Infanta Sofía. Las fanfarrias militares del Batallón de Honores –cuatro compañías de los ejércitos de Tierra, Aire, Armada y Guardia Civil– pusieron al personal en alerta y su formación a lo largo de la calle fue el punto de inicio para el acto de la jura de la Constitución.
El avance la comitiva real, con Don Felipe pasando revista a los militares, dejó escuchar los primeros vítores a la Corona y a España. Llegaron tímidos desde esos balcones cercanos en los que lucían las banderas nacionales. Vivas que tanto Sus Majestades como Sus Altezas Reales respondieron con sonrisas y saludos antes de alcanzar la Puerta de los Leones. Allí esperaban Francina Armengol, presidenta del Congreso, y Pedro Rollán, presidente del Senado, que llevaban un rato soportando el frío que por entonces golpeaba ya con cierta intensidad. El encuentro, amable, centró las miradas, y disipó en parte el ambiente gélido, antes de que todos ascendieran por la escalinata camino del hemiciclo.
Allí esperaban los representantes políticos y de la sociedad civil, que minutos antes habían atravesado por el patio del Congreso evitando en su mayoría las declaraciones para no robar protagonismo a Doña Leonor en su día más importante. Todos coincidían en esa idea. Pero fue inevitable que la refriega política se colara en los márgenes del acto. El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, celebró que era día para felicitarse como españoles porque la Heredera fue a presentar «su compromiso con la Constitución al Congreso de los Diputados».
Feijóo defendió que el PP celebra esa continuidad en sintonía con «la mayoría de los españoles». Pero el presidente del PP y líder de la oposición lamentó que desde el Gobierno, «y desde los socios que lo vienen apoyando, hay un boicot a este acto». En referencia, especialmente, a los tres ministros ausentes: Alberto Garzón, Ione Belarra e Irene Montero. El PP lo considera «otra anomalía democrática y van muchas ya» en el bagaje de este Gobierno: «Lo lamento profundamente, pero espero que el día de hoy sea para celebrar que la Monarquía constitucional prosigue». También faltó, pero por un retraso en un vuelo de Abu Dabi, la vicepresidenta tercera, Teresa Ribera.
Sin embargo, en los detalles y en la propia asistencia al acto se pudo constatar que a día de hoy la «continuidad» de la Monarquía es el único elemento en el que el PSOE puede encontrar coincidencia con el PP y desde luego con Vox. Ese concepto, el de la «continuidad», estuvo presente en las diferentes intervenciones de Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo. Santiago Abascal destacó el valor de la Corona como «símbolo de unidad y permanencia de España».
Acabada la jura, mientras los Reyes, la Princesa y la Infanta saludaban a las autoridades en el Salón de Pasos Perdidos, los diputados, senadores y demás invitados al acto comenzaban a aparecer en la Carrera de San Jerónimo para la foto oficial. Una imagen que nadie se quería perder –salvo algunos ministros del Gobierno– y que concitó la atención de los curiosos. El protocolo no daba abasto para colocar en su sitio a cada uno, mientras los móviles de sus señorías trataban de inmortalizar para siempre una jornada histórica.
Un 31 de octubre para el recuerdo. Como aquel de 1850 en el que Isabel II inauguró ese edificio de las Cortes ante el que se preparaban para posar. Curiosa coincidencia que 173 años después, la llamada a ser su sucesora como la siguiente Reina de España, cumpliera 18 años y lo hiciera jurando la Constitución en aquel mismo lugar. Cuando todos estuvieron dispuestos, aparecieron los protagonistas para situarse bajo el baldaquino y sellar un momento histórico. Se repitieron los vivas a España y la complicidad de los Monarcas y sus hijas, que saludaron antes de montarse en el coche oficial camino del Palacio Real. Su marcha dejó paso a los selfis y las conversaciones distendidas. Como la que mantuvieron los expresidentes Aznar y González. Con espacio también para Mariano Rajoy.
Leonor impuso una especie de tregua en un ambiente político viciado que en las próximos días vivirá nuevas turbulencias. Un paréntesis en el que la Jefatura del Estado no es objeto de discusión para una buena parte del arco parlamentario, mientras el PSOE renueva ese compromiso sin diálogo con quienes mantienen el mismo principio y se asienta en el poder de la mano de quienes lo cuestionan.