Jordi Bonells homenajea a Witold Gombrowicz en «Dar la espalda»

SERGI DORIA

BARCELONA. Jordi Bonells nació en Barcelona, pero lleva desde hace cuatro décadas una existencia errática por París, Buenos Aires y Marsella. Harto de la Ciudad Condal de la «gauche divine» donde trabajaba de encuadernador de siete de la mañana a siete de la ... tarde, en 1970 viajó a París y se dedicó a la docencia universitaria en literaturas hispánicas. Ser finalista del premio Herralde de 1988 con «La luna» le permitió devenir profeta en su tierra; en 2004 vertió al español dos de sus obras en francés: «La segunda desaparición de Majorana» y «Dios no sale en la foto».

El premio Fernando Quiñones por la novela «Dar la espalda» (Alianza) le ha devuelto a esa Barcelona que no deja de recordarle momentos aciagos de su adolescencia.

Bonells no esconde rasgos autobiográficos en el protagonista. Se llama Víctor Winz, un ajedrecista judío alemán que el 21 de agosto de 1939 arribó a Buenos Aires: el mismo día que el gran escritor polaco Witold Gombrowicz: «Al estallar la guerra poco después, el 3 de septiembre, Witold y Winz, se quedan a vivir en la capital argentina, coinciden, al principio de su estancia, en las pensiones de mala muerte del Bajo y en los bares y confiterías donde se juega al ajedrez y, cómo no, entablan amistad».

Gusto por la huida

Como en otras de sus obras, Bonells describe trasuntos de su personalidad, siempre entre la desaparición y la huida: «Hay personas a las que le gusta irse. Sólo saben vivir yendo de un lugar a otro. Intentan justificar su marcha con razones aparentemente lógicas que sólo son pretextos».

La afición al ajedrez del protagonista transmite la pasión del autor: «El ajedrez tiene un contenido simbólico eficaz y es una actividad obsesiva. Cuando pierdes una partida pasas un mes pensando en ese movimiento fallido que causó tu derrota». En el Buenos Aires de los años cuarenta pululan nazis y judíos. Unos y otros huyeron de Alemania por causas distintas. Bonells vive en Marsella... Tiene ganas de cambiar de ciudad pero no volverá a Barcelona . Crítico con el nacionalismo catalán, admira a Bernhard, Beckett y Juan Benet a quien ha dedicado una generosa entrada en el «Diccionario de literaturas en castellano» que prepara para la editorial francesa Robert Lafont.

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