punto de fuga
El modelo zulú
josé garcía domínguez
Algo ha llovido desde que nuestras elites domésticas se proponían hacer de Cataluña el nuevo Silicon Valley de Europa. Recuérdese cuando íbamos a reproducir el ambiente de febril creatividad empresarial de la Ruta 66 por la vía de expatriar al Poblenou a unas decenas de ... probos funcionarios del Ayuntamiento que aún deben vegetar por allí acumulando trienios. Pero, poco después, con la llegada del Tripartito, el alto mando local cambió de idea. Más que California, esto iba a ser Hollywood. Al punto de que hasta se obró el milagro de los panes y los peces en forma de una lluvia de millones a cuenta de sesudos informes sobre las codornices japonesas y otras jocosas chanzas montillescas. Sin embargo, parece que estos días se anuncia en el horizonte una tercera vía: el modelo zulú.
Como es sabido, ciertas tribus aborígenes de Sudáfrica gozan de un status jurídico de extraterritorialidad que les permite alojar grandes casinos dentro de sus lindes. Casas de juego sometidas única y exclusivamente a la ley de la selva, pues las restricciones legales que imperan en cualquier Estado civilizado no rigen dentro de esas zonas francas. Un régimen de excepción que se inspiró en el de las reservas indias de Norteamérica. De ahí que los catalanes igual debiéramos empezar a mirarnos en el espejo de los apaches, cherokees y sioux. Aunque no sé qué pensaría del asunto Josep Pla, tan escéptico en su momento con la posibilidad de transplantar el modelo sueco.
Así las cosas, la visita del tal mister Adelson a la ciudad de Barcelona nos retrotrae a una estética de la desolación que ya parecía enterrada para siempre en los archivos del No-Do. Algo incalificable que oscila entre el remedo de Pepe Isbert recitando el discurso del alcalde de Villar del Río en «Bienvenido mister Marshall», y el repertorio completo de las muecas de Alfredo Landa en «Cateto a babor». Quién nos lo habría de decir, íbamos para nación y, al final, acabaremos en reserva comanche.
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