Artes & Letras
Ecos del 'Quijote'
William Winstanley se apropia y reescribe, incluso se atreve a corregir, buen número de asuntos del repertorio cervantino en 'El paladín de Essex', volumen que recupera en castellano Ediciones Universidad de Salamanca y el Instituto Cervantes en su 'Biblioteca Transnacional'
Keneth Brown en el país de la Celestina y el Quijote
Manuel González de Ávila
La nueva colección Biblioteca Quijote Transnacional, en la que irán presentándose ante el público las voces de los más destacados herederos del escritor universal, está dirigida por el cervantista y anglicista Pedro Javier Pardo, cuenta con su propio dominio en internet (https://www. ... quijotetransnacional.es/), y tiene por destinatario tanto al lector curioso como al especialista.
Si un clásico es aquella obra habitada, paradójicamente, por los fantasmas de su descendencia, no todos los clásicos han dado origen a un mito literario, ni devenido en arquetipo antropológico, como sucede con el 'Ingenioso hidalgo'. Para que ocurra lo primero, el texto debe haberse constituido en respuesta a una pregunta, implícita, de interés general para la literatura. ¿A qué responde, desde su trama narrativa, el 'Quijote'? Retomemos una conocida hipótesis, un punto intelectualista: a la resbaladiza cuestión del vínculo entre los valores y la experiencia literaria. Naturalmente, siendo escritura, el 'Quijote' no duda de que en la literatura se encuentre una caudalosa fuente de valores. Pero tampoco de que estos sean allí objeto de una arriesgada sublimación; de que su pertenencia a la realidad común esté siempre en entredicho; y de que pretender personificarlos acarree un elevado coste, pues quien lo intenta se convierte en un inadaptado, y se aboca a la derrota.
Lo mismo redescubrirá la tradición transnacional nacida del texto cervantino, en la que se pone en escena, como es sabido, el maleficio de la lectura: la entrega a la mimesis lectora -a la «simulación encarnada» de las palabras, según dicen, en la actualidad, las ciencias cognitivas-; las distorsiones de percepción, juicio y actuación que ello provoca («Cuanto más literatos, más lerdos se vuelven», afirma, en la novela reseñada, un prudente granjero); la enajenación subsiguiente, al romper, quien lee desde el fideísmo, con su destino programado, con el lugar que le reserva la reproducción social; y su final malversación de una vida que hubiera podido, y quizá debido, dedicar a algo menos extravagante que la literatura, y su universo de valores ideales y descomunales.
Saberes y enmiendas
Resulta comprensible, entonces, que al lector por vocación, y al lector por profesión, el mito literario del 'Quijote' les concierna y los conmueva. Con todo, su elevación a arquetipo exige otro requisito: que con los hilos de su discurso se hayan tejido, también, algunas de las preocupaciones más constantes de la especie humana en cuanto tal, y no solo de su fracción estrafalaria que lee literatura, y que cambia vida por lectura, y en lectura.
Así, no hay ciencia social ni humana que no reencuentre, en el discurrir del 'Ingenioso hidalgo', sus temas propios: la antropología, la insuficiencia de lo real, y la proliferación de sus duplicados ilusorios; el psicoanálisis, la urgencia contraria de afirmar el principio de realidad sobre el de placer, representado este, en la filiación quijotesca, por lo imaginario y por lo simbólico; la semiótica, la construcción del objeto, y la constitución del sujeto, en el lenguaje; la sociología, la confrontación de la apariencia de la sociedad con su esencia, en detrimento de la segunda; las ciencias políticas, una permanente demanda de justicia, en un mundo injustificable («Viles malhechores -exclamó-, vuestra maldad hace gemir la tierra con su peso; para vosotros, los asesinatos no son sino actos de firmeza, y las traiciones, asuntos sin importancia», declamará, en consecuencia, el legatario inglés de Alonso Quijano, nuestro «paladín de Essex»); la filosofía moral, por último, hallará el altruismo y sus contradicciones («Mi petición es que, ya que estoy dedicado al bien público, se me acoja amablemente en este castillo», reclama, con cómica y exigente autoconciencia, el susodicho caballero, Billy de Billecarey, un quijote adolescente, torpe y vanidoso).
La censura ya no es lo que era: un recorrido por tres siglos de libros prohibidos
Bruno Pardo PortoLa BNE presenta 'Malos libros', una exposición que repasa la historia de cómo y por qué se cancelaban autores en la España moderna
Claro está que la tradición quijotesca manipula con cuidado tan explosivos materiales: su específico trabajo cultural consiste, justamente, en remodelar el mito literario y el arquetipo antropológico, conforme a una escala que va desde la réplica admirativa hasta la bufonada burlesca, pasando por el híbrido oportunista. Cada nueva variante contribuye, según su manera singular, a que la literatura se cuestione, reflexivamente, a sí misma -sus valores, sus posibilidades y sus finalidades-, sin dejar de ser literatura.
Decididamente inglés
De suerte que este 'Paladín de Essex', la ya citada primera imitación narrativa inglesa de la novela de Cervantes, en 1694 se apropia y reescribe, e incluso se atreve a corregir, buen número de los asuntos del repertorio cervantino. Su autor, William Winstanley, un prolífico productor de poesía, biografías, almanaques y misceláneas, acentúa la crítica de la lectura mal practicada como vivero de valores anacrónicos e incapacitantes. Y la amplifica hasta pergeñar una parodia de la institución literaria en su conjunto, reprobando la confusión de la literatura con el conocimiento, su temeraria transmisión pedagógica, y su peligrosa aplicación a la existencia, en la que se muestra incompatible con el trabajo y con la utilidad. Rito de paso fracasado, que no logra hacer del joven Billy, futuro adalid de Essex, un sujeto maduro y socialmente responsable, la experiencia literaria es ridiculizada sin contemplaciones; y, su víctima, condenada a una severa sanción negativa, la de una muerte estúpida de mano propia -a diferencia del sereno y reconciliado fallecimiento de Alonso Quijano-.
Por el camino de tal lección de antropología aplicada, Winstanley va dejando perlas de sabiduría social y psicológica: una sátira, amable, de las clases altas, tildadas de frívolas; y también otra, mordaz, de las bajas, acusadas de cortedad de miras; ambas compuestas desde un 'common sense' que no es, en el fondo, sino la transposición de cierto acendrado conservadurismo político. Para que pareja sensatez ordinaria cobre aún mayor relieve, a la incompetencia de los unos, y a la indolencia de los otros, el caballero Billy de Billecarey opone, en su delirio idealizador y normativo, un culto maximalista: «No se consigue nada sin dificultades ni riesgos (…) el que en el amplio mundo persigue los éxitos del honor debe estar preparado siempre para afrontar muchas desgracias». Pocas cosas podrían espantar más, a los detentadores del 'common sense', que tamaño apremio, algo masoquista, de actualizar y realizar valores, en particular cuando estos son tan socialmente volátiles como el «honor» de los tiempos pasados.
Monsergas, morales y políticas, que pronto se harían fastidiosas de no venir envueltas en el proliferante discurso de un autor amigo de los juegos y de las burlas, y entregado a cuanto exceso literario alimenta la parodia: a la reformulación de la caballería andante desde la literatura picaresca; a una caricatura de la retórica ampulosa que se rinde, fascinada, ante aquello de lo que dice mofarse; a la mezcla intrépida de los géneros (incluidos el soneto y las epístolas), registros verbales y tonos de lengua, culta y popular, combinados con voluntad de subversión carnavalesca.
Francis Ford Coppola: «Quien no lea 'El Quijote' en español está loco»
Lucía CabanelasEl cineasta visitó Madrid para hablar del futuro y de su última película, 'Megalópolis'
Ese discurso, entre irónico y desaforado, del polígrafo inglés hace de su rectificación del 'Quijote' una máquina textual antiliteraria y, a la par, muy literaria. Una máquina que todo lo procesa y todo lo transforma, invitando a una lectura ambivalente: distanciada, e incluso consternada, en las ocasiones en las que el novelista se complace en chascarrillos y consejas; entusiasta, cuando, como le ocurre a un personaje del relato, malabarista que cree ver su ilusionismo de broma suplantado, maravillosamente, por magia de verdad, semejante autoindulgencia verbosa se trueca en una arrolladora energía literaria encauzada, al igual que la magia genuina, a favorecer «la desaparición de toda la melancolía del mundo».
Edición múltiple
No sabemos si Winstanley, juglar también trascendido, logrará vencer, a fuerza de trucos narrativos, la apatía de los receptores contemporáneos. Pero sí que la presente edición de su obra, prologada por Luis García Montero, permite a quien la lee elegir, gracias al afinado aparato filológico que la acompaña, la profundidad de lectura a la cual desea acceder: al texto lo complementan una introducción, un estudio posterior y dos apéndices, de los que el lector curioso puede prescindir, y, el conocedor, disfrutar. En ellos se revela la complejidad del proceso literario incluso cuando acontece en los márgenes del canon, allí donde se trastocan los mitos y los arquetipos, y donde los valores desprenden resonancias ambiguas.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete