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'Cáncer Imperátor', de José Antonio Abella: un legado eterno
La obra del médico y escritor burgalés es un canto a la vida, a la esperanza, a cómo afrontar la lucha contra la enfermedad
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José Antonio Abella
Tuve el privilegio de compartir con José Antonio Abella algunos momentos inolvidables durante sus últimos meses: la entrega del premio Ateneo de novela Ciudad de Valladolid, el estreno en la Seminci de 'El maestro que prometió el mar'›, en cuyo guion había colaborado después de ... escribir su exitosa novela 'Aquel mar que nunca vimos', o su último acto público, el siete de mayo de este 2024, cuando conversamos en la antesala de la Feria del Libro de Medina del Campo sobre su trayectoria literaria, su ideario de vida, la dignidad humana, el valor del compromiso ideológico o la envergadura de la palabra, la empleada para no faltar nunca a unos principios y la literaria, que lo mantuvo vivo mucho más tiempo del que los médicos auguraban. Cuando nos despedimos esa tarde, antes de montar en el coche que conducía María Jesús, su mujer, y que lo devolvía a Segovia, me dijo, con su voz cada vez más apagada pero todavía convencida: «no te preocupes, me queda una novela por terminar y el libreto de una ópera basada en 'La sonrisa robada' y no puedo morirme hasta que termine de escribirlos».
Esa tarde medinense, junto a sus libros anteriores, apareció en rigurosa primicia su última novela publicada hasta la fecha, 'Cáncer imperátor', un canto a la vida, a la esperanza, a cómo afrontar la lucha contra el cáncer sin tapujos ni eufemismos. Una novela muy breve, pero muy profunda, en la que José Antonio se ayuda de la Inteligencia Artificial para crear 57 ilustraciones que ambientan la trama y la revisten de un toque de color.
Afronta Abella la novela como encaró su incurable enfermedad, con serenidad, dominando la situación y los tiempos, sin cargar las tintas ni dramatizar en exceso. Tal vez porque el cáncer ya es en sí mismo lo suficientemente alarmante como para que los demás echemos más leña a la hoguera. Y, para lograr ese efecto, vuelve a hacer alarde del uso de la palabra, que él siempre esculpió como pocos fueron capaces de hacerlo.Se saca de la chistera el mago burgalés, aunque afincado a orillas del Eresma y a los pies del alcázar segoviano, una metáfora colectiva en la que convierte al cáncer en una guerra civil intestina, ya que desde el primer momento deja claro que tumores y metástasis surgen del propio interior del ser humano, sin agentes externos que los transmitan. A partir de ahí, los diferentes órganos se convierten en provincias de un imperio con sus propias fuerzas de seguridad, que se encargan de hacer frente a la insurrección mutante surgida en las cloacas de ese territorio oscuro.
Narra el autor las batallas entre las tropas oficiales y los revolucionarios y les atribuye unas características de formalidad a unos y de vandalismo cruel y terrorista a los otros, y adecúa un lenguaje educado, y en ocasiones poético, cuando es el cándido emperador el que habla y emplea una parla mordaz y barriobajera cuando toma la palabra Tumere Intus, el cabecilla de esa horda de asesinos implacables.
Pero tras el aire de apacible templanza que envuelve la narración, de alabar el «bienser» por encima del bienestar, Abella nos deja cargas de profundidad de mucha envergadura, y así arremete contra el alcohol y el tabaco, que tantos impuestos generan para provocar luego enfermedades terribles, o aboga por un ecosistema libre de plásticos en nuestros mares y de humos contaminantes en nuestra atmósfera, antes de llegar a un final donde enaltece la amistad, estampada en una ilustración a página completa en la que aparece rodeado de personas a las que quiso con generosidad y que correspondieron a su cariño inagotable.
El desenlace, como anunciaba al principio, es un canto a la vida en su máxima expresión, un mensaje de ánimo a aquellos que sufren en sus carnes y en sus huesos la lacra del cáncer para que no desfallezcan y sigan luchando, un testamento literario en el que reconoce que la enfermedad nunca triunfará, porque en caso de vencer, morirá con su víctima. Y así lo deja escrito con las palabras que cierran la novela: «Tú solo eres un error de la Naturaleza, nunca lo olvides. No eres nada sin mí. Me necesitas para todo, yo no te necesito para nada. Te repito que yo lucho por la vida y tú luchas por la muerte: esa es la gran diferencia entre nosotros. Por eso voy a deshacerme de ti. Nunca serás el emperador de mi imperio. Ya lo tiene. Y soy yo».
Valnera gráfica
Cáncer Imperátor
- José Antonio Abella 96 páginas 20 euros
Y así se nos ha ido uno de los más grandes novelistas contemporáneos. Pero sólo en su versión corporal. Nos deja el legado eterno de su obra, sus novelas imperecederas: 'La llanura celeste' y 'La sonrisa robada', que en breve serán reeditadas por Páramo y Menoscuarto, las novelas monumentales que publicó Valnera, 'El hombre pez', 'Trampas de niebla', 'Aquel mar que nunca vimos' o 'Agnus diaboli', 'El corazón del cíclope', merecedora del Ateneo de Valladolid, y quedan por alumbrar tres novelas inéditas que le dio tiempo a escribir durante los dos últimos años, cuando armado de palabras se enfrentó valerosamente a la enfermedad que inexorablemente lo carcomía por dentro.
Podría haber convertido esta reseña, que no será la última que su obra merezca, en un panegírico encomiástico (y acaso excesivo), pero no hubiera sido justo ni José Antonio Abella, que tantas veces ponderó mi olfato crítico, me lo hubiera permitido.
Aun así, querido amigo, gracias por regalarnos tanta vida y tantas palabras.