De las poesías y leyendas toledanas de Francisco, el Machado más modesto
El periodista Enrique Sánchez Lubián ha recuperado en su último trabajo las vivencias toledanas de Francisco Machado, hermano de Antonio y Manuel, que fue subdirector de la cárcel de 1918 a 1929
TEXTO: F. M. DOMÍNGUEZ FOTO: H. FRAILE
TOLEDO.«Hay una luz redonda
en la plaza desierta,
el reloj de la Cárcel
con su campana vieja»
Los versos pertenecen a un poema de Francisco Machado, hermano de Antonio y Manuel, un funcionario de prisiones que desempeñó ... las tareas de subdirector de la Prisión de Toledo entre 1918 y 1929, instalada por entonces en el antiguo convento de San Gil, actual sede de las Cortes autonómicas. El periodista Enrique Sánchez Lubián, Jefe del Gabinete de Prensa del Ayuntamiento de Toledo, ha recuperado los poemas y leyendas que escribió durante su estancia en la ciudad en el libro «El reloj de la cárcel. Poesías y leyendas toledanas de Francisco Machado» (DB Ediciones. Toledo, 2005). Sánchez Lubián investiga las vivencias toledanas del más desconocido de los Machado (dos de sus hijas, Mercedes y Leonor, nacieron en Toledo) en un periodo convulso de la historia de España.
-Su nuevo libro ¿es una biografía, una recolección de poemas, una recopilación de leyendas...?
-Es todo. Una biografía de Francisco Machado, una crónica de los años en que estuvo en Toledo y de cómo era la vida en la prisión y es una recopilación de sus poemas y otros escritos que dio a conocer en un libro («Leyendas toledanas») y en varias publicaciones toledanas de la época.
-¿Cuándo y cómo se cruza en su camino Francisco Machado?
-Mientras estaba escribiendo el libro sobre Julián Besteiro descubrí que, cuando llegó al penal de Cartagena en 1917, saludó al oficial de Prisiones Francisco Machado, a cuyos hermanos, Besteiro conocía de la Institución Libre de Enseñanza. Luego supe que este Francisco Machado había estado en Toledo y había escrito un libro de leyendas. Ahí se quedó la historia, aunque el asunto me siguió rondando la cabeza... Más tarde, cuando trabajaba en un libro sobre el Colegio de Veterinarios de Toledo, consulté la revista del Colegio de Practicantes toledanos y encontré varios poemas de Francisco Machado; eso fue lo que me empujó definitivamente a investigar sobre la materia.
-¿Cómo ha sido su relación con la familia Machado?
-Fundamentalmente he mantenido contactos con Leonor y con un nieto de Francisco Machado, que es notario en Villaluenga de la Sagra. Al principio, como es lógico, Leonor se mostró algo reticente, pero luego me prestó su ayuda y colaboración, resolviéndome dudas y aportando documentación. Al mismo tiempo, yo le mandaba lo que iba encontrando porque ella se fue de Toledo con cinco años y desconocía muchas vivencias de su padre. La relación ha sido muy cordial y provechosa.
-¿Cómo era Francisco Machado?
-El funcionario de prisiones Francisco Machado era licenciado en Derecho, se había formado en la Escuela de Criminología, auspiciada por los promotores de la Institución Libre de Enseñanza. Él ya abogaba entonces por un tratamiento de los presos más humanizado, buscando la reinserción más que la pena en sí misma; tenía un pensamiento bastante reformista, lo que le granjeó cierto cariño entre los reclusos.
-¿Cierto cariño?
-Dolores Ibárruri dijo que había gran diferencia entre la cárcel que dirigía Francisco Machado y otras en las que había estado. Y Leonor Machado me contaba que, en una prisión que no recuerda, un grupo de presos preparó una fuga pero la pospusieron al conocer que estaba de guardia Francisco porque no querían causarle problemas.
-Desde el punto de vista literario, ¿le benefició a Francisco su apellido?
-El apellido pesa para lo bueno y para lo malo. A principios del XX los Machado eran una familia venida a menos y, mientras que sus hermanos mayores ya estaban metidos en faenas literarias, Francisco orientó su carrera a la vida profesional más que a la artística. Su calidad literaria era menor que la de Manuel y Antonio y él lo asumió con modestia; para mí tiene mucho valor el hecho de que, sabiendo que iba a ser comparado con sus hermanos, no renunciase a escribir. Fue el más modesto de los tres hermanos líricos, como dijo Gerardo Diego.
-En una época tan convulsa como la que vivió, ¿se significó políticamente?
-Al igual que a la mayor parte de las familias españolas, la guerra partió a la familia Machado. Estuvo en el exilio, pero volvió y logró reincorporarse al cuerpo de funcionarios de prisiones y superar muchas dificultades. Como dice Gregorio Marañón en el prólogo de mi libro, Francisco Machado representa a esa tercera España de personas que quisieron mantenerse al margen de la Guerra Civil pero que sufrieron todas sus consecuencias.
-¿Mantuvo contacto Francisco Machado con Toledo después de 1929?
-No he encontrado amistades suyas en Toledo y Leonor era muy pequeña cuando se fueron y no ha podido informarme sobre relaciones concretas. No sé si tuvo muchos amigos aquí.
-Acaso la familia no se relacionaba mucho en la ciudad...
-Francisco Machado estuvo aquí diez años, tenía una vivienda en la cárcel y supongo que participó en las tertulias y acudió a los cafés toledanos... Una de las pocas referencias sobre su participación en la vida toledana la encontré en la relación de donantes de la corona de la Virgen del Sagrario, que se hizo por suscripción popular, donde aparece la mujer de Francisco, Mercedes Martínez, que ofreció una peseta.. Así que un cachito de la corona de la Virgen que está en la Sacristía le corresponde a la familia Machado.
-¿Qué se ha encontrado en el camino al indagar en ese primer tercio del siglo XX toledano?
-Me ha parecido sorprendente que la vida en la cárcel era muy cercana a los ciudadanos. En esa época, que fue la edad dorada de la prensa toledana, había constantes referencias a las actividades que se realizaban dentro de la cárcel y había muchas iniciativas de la sociedad civil para ayudar a los presos.
-¿En qué consistían esas iniciativas?
-Por ejemplo, Elvira Méndez, que era concejal del Ayuntamiento, al igual que Pilar Cutanda, hizo un llamamiento a los ciudadanos para que donasen libros para aumentar la biblioteca de la cárcel y, en pocas semanas, se multiplicaron los fondos. En otra ocasión, nada más llegar Francisco Machado a Toledo, la ciudad entera se movilizó para salvar a un preso que estaba condenando a muerte... y lo consiguieron.
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