Vicenç Vidal, el último carpintero de 'ataúdes negros' para ricos

Con total naturalidad, confiesa que ya tiene preparada su propia caja. Este mallorquín se jubila y la funeraria busca un aprendiz para que no se pierda la tradición de estos féretros usados por la nobleza y la alta sociedad

Vidal, con el modelo en el que le enterrarán ABC

Mayte Amorós

Palma de Mallorca

A sus 69 años, no piensa morirse todavía pero Vicenç Vidal Arcas ya tiene preparado su ataúd. Él mismo lo construyó con la naturalidad de quien cose su propio vestido de novio (de la muerte). Está guardado en su taller de la céntrica calle ... Can Jaquotot de Palma, al lado de la parroquia de las Capuchinas, a la espera de que alguien le llame para aprender el oficio. Es el último carpintero de 'baúles negros', aquellos que todavía utilizan los nobles y las familias más acomodadas de Mallorca para enterrarse de modo austero.

Durante siglos fue el único ataúd usado en la isla. A falta de funerarias, lo hacían los artesanos de los pueblos cuando la familia pedía una caja para su difunto: una tapa tapizada de elegante paño negro, una sobria cruz de raso y 235 clavos negros artesanales perfilando el contorno exterior. Tan sencillo como el carácter mallorquín.

La tradición se rompió a mediados del siglo XX cuando se puso de moda el 'modelo Kennedy', como el que se usó con el expresidente de EE.UU. «Empezaron a traer ataúdes de la península, con mucho barniz y eslabones dorados», lamenta Vidal mientras empuja la puerta de su taller.

Dentro, el lugar está repleto de telas, tornillos, maderas y galones abandonados a su suerte desde que se jubiló hace algunos meses. Orgulloso, acaricia su 'caja' y frota las yemas de los dedos en cada clavo artesano traído desde Alemania porque en Mallorca ya no los encuentra. «Por dentro, se acolcha con tela blanca, se ponen los clavos plateados y un galón», prosigue la explicación agarrando una elegante cinta de tela por estrenar. Luego abre la tapa por la mitad para mostrar el resultado en el interior.

Cuenta que este modelo típico mallorquín data de la época musulmana cuando era tradición pasear al difunto por las calles con una especie de camilla para honrarlo. «Por eso, el 'baúl negro' es tan bajo, para dar protagonismo al muerto».

Sus manos han fabricado 500 de estas cajas. Desde que empezara en el a los 20 años ha enterrado a una santa y le han dado permiso hasta para entrar en conventos de clausura

Las familias adineradas de Mallorca son las únicas que han mantenido esta tradición. «Para ellas no enterrarse dentro de estas cajas es casi una deshonra», sostiene deslumbrado por la liturgia que todavía siguen los apellidos de abolengo de la isla. Sus manos han hecho más de 500 de estas cajas desde que aprendió con 20 años y las adaptó a la normativa sanitaria. En vez de madera de higuera y pino le puso abedul; añadió una agarradera en la base para facilitar el maneje a los enterradores, e hizo una pendiente en la zona de la cabeza para que sobresaliera el busto.

Tras su jubilación, la Empresa Funeraria Municipal de Palma (EFM) se ha quedado sin existencias y ha sacado a concurso la fabricación. «Queremos que la tradición persista. La ley de concursos es complicada y aquí no hay fabricantes de ataúdes, todas vienen de la península por eso no las pueden hacer porque es totalmente artesanal», afirma Bernat Quetglas. El responsable de la funeraria calcula que se venden entre 30 y 50 al año, y hace un llamamiento para aprender el oficio bajo las instrucciones del maestro Vidal.

El carpintero presume de anecdotario porque el oficio de la muerte le sirvió para enterrar a una santa, «ver cosas insólitas» y tener permiso para entrar en los conventos de clausura cada vez que moría una monja. «Espero que venga alguien pronto. Si no contesto, buscad mi esquela», advierte con humor cerrando de un portazo el taller. El baúl se queda dentro. Por mucho tiempo.

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