Incendio Málaga Sierra Bermeja
Desalojados en Jubrique por el fuego: «Te queda la sensación de no saber qué va a pasar»
Algatocín se volcó en plena madrugada para acoger a los vecinos desalojados de sus pueblos cercanos
Un helicóptero choca contra un árbol en las tareas de extinción del incendio de Sierra Bermeja
La Junta tiene un «halo de esperanza» para aplacar el fuego de Sierra Bermeja, el peor de los últimos tiempos
J.J. Madueño
Félix Corcoras acababa de acostarse cuando saltaron las sirenas a las 5.35 de la madrugada para desalojar Jubrique. «Se me quitó la borrachera», explica este joven vecino, que acababa de llegar a casa de un cumpleaños en el que estuvo con Diana Ríos, Antonio ... Rojas y Jaime Sánchez. «Habíamos estado en una casa rural y estuvimos viendo el incendio desde lejos, no nos esperábamos que nos pasara esto» , señala Diana, que sentada en una escalera con sus amigos dice que cogieron unas mudas de ropa, el cargador del móvil y salieron corriendo.
Son algunas de las historias de un pueblo que esperaba la llegada de las llamas y que tuvo que huir en medio de la noche para Algatocín. « No tengo palabras para dar las gracias . Era emocionante ver a los jóvenes hacer cadenas para llevar la comida o la ropa para los que nos hemos tenido que venir», recuerda Yolanda Guerrero, que trabaja en el Ayuntamiento y fue una de las últimas en abandonar el pueblo con el alcalde.
Esperó para asegurarse que nadie se quedaba atrás. «Primero se marcharon mi marido y mis hijos, mientras me quedaba para coordinar el desalojo», afirma Guerrero, mientras un compañero le indica en el mapa en un móvil que el fuego está a menos de dos kilómetros del pueblo y se le saltan las lágrimas.
El municipio dormía, después de levantarse el confinamiento por el humo del sábado, cuando llegó la alerta de evacuación. Se habían relajado, pese al dispositivo montado para el desalojo y tuvieron que salir corriendo casi con lo puesto. Y se desató el caos por la cercanía del fuego .
«Tuve que ir a por mis padres y convencerlos, porque mi padre no quería irse», señala María del Mar Ituño. «Me desperté con todas las sirenas y vi que nos evacuaban. Tuve miedo porque mi marido trabaja en el Infoca, pero me vestí y nos vinimos para Algatocín», afirma Fabiola Benítez, quien asegura que se emocionó al ver cómo los acogían.
En Algatocín, un pueblo de casi 800 habitantes, les estaban esperando. Hubo vecinos que dieron llaves de casas que tenían vacías , otros que se prestaron como voluntarios, bares que daban comidas gratis a todo el que necesitara comer, bolsas de ropa, kit de aseo y paellas para alimentar a todo el mundo, mientras esperaban con incertidumbre, pegados al móvil, noticias sobre cómo afectaba el fuego a su pueblo.
«No soy una persona asustona, pero todo esto me da mucha pena. Ahora lo peor es esa sensación de no saber qué va a pasar , qué nos vamos a encontrar cuando volvamos», reconoció Rosario Alfaro, que con sus hijos se marchó a la Casa de la Juventud, donde se acogió en un primer momento a todos los vecinos y donde un vecino de Algatocín les daba esperanza diciendo: «Veréis como poco a poco todo se va recuperando». Es el deseo de los 1.600 desplazados por el fuego , que esta noche la pasarán en los centros de acogida habilitados en Algatocín o en el polideportivo de Ronda.
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