Un salvavidas formativo para jóvenes de Andalucía a la deriva
Familias desestructuradas, acoso o inseguridades lastran el futuro de muchos jóvenes. Ocho unidades de Escuelas de Segunda Oportunidad pelean en la comunidad por evitarlo
Bajada histórica del abandono escolar en Andalucía, que mejora la tasa de Cataluña y Valencia por primera vez
Pablo Marinetto
Málaga
Si con un entorno estable ya de por sí es un reto superar con éxito el instituto, la cima se hace prácticamente inalcanzable cuando la vida no hace más que ponerte piedras en el camino. Familias desestructuradas, acoso escolar, inseguridades, problemas personales y de ... autoestima están detrás de buena parte del fracaso y abandono escolar temprano, que en España roza el 14 por ciento, siendo uno de los datos más altos de toda Europa.
Por fortuna, el país cuenta también con la segunda red más potente del continente de Escuelas de Segunda Oportunidad (E2O), con un total de 46 centros repartidos por ocho comunidades autónomas y en los que muchos de estos jóvenes han encontrado un salvavidas y una puerta abierta para retomar sus estudios y volver a ilusionarse con lo que ya daban por perdido: un futuro con trabajo.
«No tenemos nada que ver con el sistema educativo ordinario; nosotros partimos de sus necesidades y su situación y adaptamos a cada uno de ellos un itinerario» explica a ABC Eva María Díaz. Ella es una de las educadoras de la Asociación Arrabal AID de Chiclana de la Frontera, una de las tres entidades de Andalucía, junto con la Fundación Don Bosco y Asociación Noesso, en las que están integradas las ocho unidades acreditadas de E2O en la región.
Asegura que el objetivo de estos centros no se limita a facilitar la formación a estos jóvenes, sino también su incorporación al mercado de trabajo. Díaz está entre los 350 docentes y alumnos que han participado en Málaga en el VII Encuentro Nacional de E2O, en el que se han organizado actividades y abordado los principales desafíos a los que se enfrentan estos jóvenes, que en su mayoría ni siquiera se plantea retornar al sistema educativo tradicional.
«Para muchos es muy complicado», sostiene la educadora. «Nosotros impulsamos que se vayan presentando a las pruebas libres para obtener la Educación Secundaria Obligatoria (ESO), pero con un apoyo y acompañamiento que normalmente un centro educativo no puede hacer». Para Díaz, que llegó a la escuela en 2018 y es, además de maestra, psicopedagoga y orientadora laboral, el sistema marca una serie de objetivos y cuando estos jóvenes ven que no llegan «lo dejan de lado porque sienten que no forman parte de él».
«La ESO se desarrolla en momentos vitales que son muy importantes para ellos, donde pueden ocurrir miles de casuísticas que les pueden afectar a la hora de seguir unos estudios y el sistema no se preocupa de qué pasa en su entorno familiar», añade María Isabel Pérez, educadora de la Fundación Don Bosco en Jaén, «no es que ellos no quieran estudiar, es que en muchos casos su situación personal lo hace imposible».
Encontrar el camino
Ambas coinciden en que su labor resulta muy satisfactoria a nivel personal. «Cuando ves a una chica que viene sin la ESO, con una situación familiar dantesca, sin apoyo ninguno para estudiar y consigue aprobar, luego hacer unas prácticas, conseguir un empleo y, aun así, te sigue preguntando por plazos para matricularse en un grado medio…no hay palabras», sostiene Pérez. «Era una persona que estaba completamente perdida y al final encuentra el camino».
Precisamente en ese proceso está Nicolle Vásquez. Esta joven de 19 años de origen colombiano fue dando saltos del instituto al IPEP y otras asociaciones hasta que su orientadora Maite le habló del programa de la E2O con la Asociación Arrabal en Málaga. «Llegó un momento en el que me sentí abrumada. No veía por qué me costaba tanto lograr la ESO y encontrar un sitio en el que sintiera que podía desarrollarme», reconoce.
En su caso, como el de muchos otros, arrastraba los traumas e inestabilidades de una familia desestructurada y episodios de 'bullying' en la escuela que le dejaron huella. «A los 12 años se me rompió todo», confiesa este joven.
Gracias a la escuela ha conseguido que todos esos baches no le impidan sonreír cuando imagina cómo será su vida de aquí a medio plazo. «Espero estar graduada en ADE, haciendo algún máster y pudiendo haberme independizado, que es lo que mejor me viene; con eso habré cumplido bastantes sueños».
Episodios de 'bullying'
Empezar a trabajar cuanto antes es la meta de Jesús Lorenzo Molina, que dejó los estudios a los 16 años coincidiendo con el estallido de la pandemia de la Covid-19. «En las clases online no me gustaba mucho enseñar mi cara por problemas que tenía ya desde Primaria y lo dejé directamente», explica.
Tras varios años como menor tutelado y viviendo con familiares no directos, al cumplir los 18 pasó a un dispositivo de mayoría de edad y ahora vive en un piso con otros jóvenes con una situación similar. El pasado septiembre fue derivado a la E2O de la Fundación Don Bosco en Jaén, donde acude a clases de mentoría en las que le ayudan a buscar empleo, pero, sobre todo, -señala- a escucharse a sí mismo.
Recientemente se presentó a las pruebas libres de la ESO y ya se ha apuntado para la próxima convocatoria de junio. «Preferiría encontrar un trabajo antes que seguir estudiando, porque al haber tenido varios problemas de 'bullying' no me gustaría volver a estar en una clase», confiesa Jesús, «mentalmente me estoy desarrollando y ha sido un paso grande para mí entrar en la escuela».
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