Javier Arrés, el 'criptoartista' del millón de euros de Granada que ponía copas en un pub
El New York Times o la Liga de Fútbol Americano se rifan los trabajos de este granadino, considerado como una de las principales figuras mundiales en 'criptoarte'
Álvaro Holgado
Hay momentos en la historia donde el mundo se divide, casi sin comunicarse entre sí, entre lo que está y lo que viene. El mundo de Javier Arrés, uno de los principales pioneros del 'criptoarte' en todo el globo , pertenece a lo segundo. ... Apenas un reducido número de personas lo reconocería al salir de su casa en el emblemático barrio granadino del Albaicín, y sin embargo, este motrileño de 38 años es reconocido a nivel internacional como uno de los fenómenos artísticos de nuestro tiempo.
El 'criptoarte', lo que finalmente le ha hecho triunfar, no es precisamente un producto patrio. Sería complejísimo explicar o sólo traducir algunos de los conceptos que conforman este nuevo y revolucionario mercado del arte. Grosso modo, la tecnología Blockchain y los NFT, que en principio se concibieron para autentificar y registrar propiedades y transacciones financiera s, ha servido inesperadamente para posibilitar algo inédito hasta el momento: la obra de arte digital original.
El ejemplo que pone sobre la mesa Arrés es muy claro: «en 2017 yo ya tenía muchos 'Visual Toys' (dibujos a tinta hiperdetallados), venían coleccionistas de arte a decirme que querían comprarlos pero, ¿cómo los vendía? ¿en un pen drive? Un coleccionista quiere exclusividad». En un archivo ordinario en internet, podrían salir miles de copias. Con la tecnología Blockchain y los NFT, es única, registrada a su nombre. Paradójicamente, materializa la obra de nuevo. «Casi como el mercado de arte tradicional» explica Arrés.
Este ámbito tecnológico, eso sí, se mueve con su propio dinero, y ahí entran las criptomonedas (por eso lo del criptoarte). Las hay por el momento de muchísimos tipos, cada una con su propio mercado y valor, y en el caso del mercado del arte, el Ethereum es el que mejor se mueve. Arrés incide en la solidez y la creencia de todo un sector en este nuevo modelo. «Yo, por ejemplo, tengo más de un 60% de mi capital en esa moneda».
Una nueva estrella
Las nuevos coleccionistas de arte, que él llama 'las ballenas', que han hecho su fortuna en gran parte en base a las criptomonedas, vieron en este nuevo camino del mercado del arte la puerta abierta a un mundo nuevo, estimulante, y el artista motrileño lo tenía todo para significarse como baluarte. «Mi obra comenzó a gustar porque mi estética, con montañas rusas, que suben, que bajan… les gustó mucho». Cuando Makersplace, la plataforma donde se subastan sus obras, le ofreció entrar en el mundillo, su mayor hito era el primer premio en Londres: 10.000 euros. Al poco de meter su primera obra, ganó 40.000. Arrés venía de un año de paro y tenía 23 obras Visual Toy. Se vendió todo.
«Les estimula saber que están creando un nuevo mercado. Ellos deciden dónde está el nuevo Picasso o el nuevo Dalí. Son los primeros interesados en que siga cotizando». Ninguno de esas 'ballenas', por cierto, es de España.
Dos realidades, prácticamente paralelas, suceden entre su ordenador y el del vecino de enfrente. Palabras como NFT, Ethereum o Blockchain, que llenan sus conversaciones cada día y que posibilitan y condicionan la emergencia de su figura, resultan tan extrañas para el común de los mortales como la alineación de un equipo de futbol de tercera división turca.
'Visual Toys'
Sólo en 2021 su obra factura ya cerca de un millón de euros. Los «Visual Toys», tal y como él mismo los denominó cuando comenzó a crearlos, son tendencia mundial entre los nuevos coleccionistas de arte, según Arrés. De su imaginario propio de los videojuegos de la primera década del 2000, nacieron estos dibujos a tinta hiperdetallados de ciudades o maquinarias fantásticas compuestas como 'gifs' animados , por los que ahora pujan en cada subasta por decenas de miles de euros. Fueron perfeccionándose en la sombra, en sus horas muertas, durante años, cuando intentaba pagar el alquiler trabajando de camarero. «No se podían vender, pero yo lo veía y decía: esto está espectacular» relata.
A la vuelta del curro, seguía experimentando. Poco a poco. Aburrido y casi expulsado por incomprensión de la Facultad de Bellas Artes en su juventud, su camino no tenía pinta de ser el del artista convencional. Aunque claro, antes de dar el «pelotazo», hizo carrera. Toda en el extranjero.
Entre sus clientes, el New York Times, el Corriere de la Sera o palabras mayores, la Liga de Fútbol Americano (NFL) . El gran paso, cuenta, lo dio en la Bienal de Londres, en 2019, donde ganó el primer premio. «Nunca he gastado ni una gota de sudor por sacar nada de mi obra en España», sentencia desde su posición horizontal en el sofá de su casa.
Al respecto, Arrés insiste en dejar recados después del éxito para el que su país o no estaba preparado o no supo ver. « España subvenciona, bastardea, el arte ¿Quieres matar un sector? Subvenciónalo. Aquí solo se compra a quienes entran en el circo de la polémica o para el cartel de la feria. Hago una obra de cualquier movida feminista y se vende mañana, pero yo no creo en un modelo basado en satisfacer al político de turno. ¿La solución? Fuera de aquí saben crear estrellas y de eso es de lo que tenemos que aprender». Mientras tanto, en la casa albaicinera donde vive, la panorámica de la ciudad de la Alhambra es impresionante. Cuenta Arrés que cuando no tenía un duro y vivía en Alcorcón su piso daba a un patio interior. «Esta es mi pequeña venganza», señala ensimismado.
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