GRANADA
Antonia, tras la rebaja de pena a su agresor: «Vuelven a poner mi vida en manos de mi violador»
La mujer de Granada violada por su exmarido, al que la ley del 'solo sí es sí' le ha reducido dos años y medio su condena, relata a ABC su «desamparo»
«Si lo que querían era dar protección a las víctimas, a mí me han dado muy poca», dice
Álvaro Holgado
Granada
Después de años de maltrato, un divorcio y dos agresiones sexuales —la última, en agosto de 2020 con un cuchillo con el que la amenazó antes de violarla—, el exmarido de Antonia entró en la cárcel. Terminaba así un sinfín de episodios de ... terror, todos en su domicilio de la pequeña localidad de Alhendín (Granada). La Audiencia Provincial le condenó a 13 años y medio de prisión. Pero, gracias a la nueva Ley de Garantía Sexual, conocida como ley del 'solo sí es sí', la pena se ha rebajado hasta los once años en el que ha sido primer caso afectado por el cambio en Andalucía.
Antonia responde a las preguntas de ABC al otro lado del teléfono con la voz a veces temblorosa. «Rebajando la pena del hombre que me violó me han puesto otra vez en sus manos», repite una y otra vez.
La paradoja de una legislación que desde el Ministerio de Igualdad se proclamaba como protección para las víctimas y que finalmente ha acabado quitando años de cárcel a los agresores resulta incomprensible para víctimas como ella. «¿De qué ha servido tanto luchar para que al final le reduzcan dos años la condena? De nada. Esta ley me ha dejado desamparada. En sus manos. El día que este hombre salga, si yo no desaparezco, si no me voy a otro lugar, va a venir a por mí», salmodia con angustia.
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Su caso se suma, solo por el momento, a más de una decena de rebajas de condenas por agresión sexual a nivel nacional y tres agresores directamente puestos en libertad. Esta situación es la que más dura se le hace a Antonia. «Estoy trabajando y todo me viene a la mente ¿Por qué, por qué? ¿Por qué ha pasado esto? No lo entiendo, ni he llegado a asimilarlo. Es muy duro volver otra vez a pensar en qué me puede pasar…». Tras un largo silencio, la mujer insiste: «es duro porque si lo que venían era a dar protección a las víctimas, a mí me han dado muy poca. Él lleva allí en la cárcel ya tres años, más los casi tres años que le quitan, si le dan tercer grado, si le dan permisos… lo están favoreciendo ¿Y la víctima, que soy yo? ¿Qué pasa conmigo?»
«Una película de terror»
Sus miedos, con la sentencia en la mano, están completamente justificados. El relato de Antonia, al que el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía avaló en su totalidad, resulta estremecedor solo con leerlo. «Como una película de terror», explica.
El día de los hechos, después de un divorcio tras 20 años de matrimonio donde el maltrato «físico y psicológico» había sido la norma, su exmarido se encontraba viviendo en su misma casa, aunque en plantas separadas.
Antonia, junto a su hija en la planta de arriba; el hombre en la planta de abajo. Ella había salido, alrededor de las diez de la mañana a un jardín anejo a la casa donde había estado con su gata. El marido, según relata el auto, «la llamó para que se acercara a hablar con él».
Antonia se acercó y fue en ese momento cuando el hombre, «movido por el ánimo de alterar la tranquilidad de su esposa y de satisfacer con ella indebidamente sus deseos sexuales», le amenazó con un cuchillo. De sierra, de 22 centímetros de largo y unos 11 centímetros de hoja.
Lo colocó debajo del pecho de ella, «marcándole con la punta debajo de uno de sus senos a través del pijama» provocándole una herida. Le dijo que «no podía soportar verla con otro hombre» y que quería tener relaciones sexuales con ella «antes de quitarse la vida». Ella dijo que no en un primer momento. Él rompió el cuchillo y fue a por otro a la cocina. Volvió a insistirle, cada vez con más agresividad. Accedió. Subió con él hasta la habitación donde finalmente la violó. «Si no llegó a entrar en su juego, en su terreno… no lo estaría contando», incide Antonia.
La historia no acabó ahí. El agresor cumplió con su palabra y, tras violarla bajó al garaje de la vivienda y se autolesionó con un cuchillo de caza, para a continuación tratar de ahorcarse. Antonia llamó a la Guardia Civil, que evitó que llegara a ese extremo. Cuando llegaron los agentes, estaba «gritando y llorando». Posteriormente, en el recurso interpuesto por su exmarido acusaba a la propia Antonia de haber provocado todo aquello, incluso de intentar ahorcarlo.
Reincidente
No era la primera vez que a Antonia la violaba su exmarido. «La primera vez que me agredió y que me violó, cuando mi hija ya era mayor de edad, la Policía Local me animó a denunciar. Me dijeron que este hombre se iría… pero el juez no me creyó. No solo no me creyó, sino que encima dijo que podía volver a casa. Podía acceder a mí perfectamente, que fue lo que pasó». Aquel episodio sumaba un maltrato más a la vida de la mujer. No había hechos probados de lo que contaba. Ahora que los hay, sin embargo, cuando ya por fin existe una condena que le aparta de su agresor, es la política la que vuelve a convertirla en víctima.
«Nunca he deseado el mal a nadie, pero si, ya no ellos, sino a un familiar… si les pasara, a ver si seguían pensando lo mismo», indica sobre los balones fuera que sigue echando el Ministerio de Igualdad acerca de la aplicación de la nueva ley. «Me han destruido. No me lo esperaba porque todos los recursos se habían agotado y todos se habían ganado. De la noche a la mañana me encuentro esto. Yo ahora, imagínate. Con el notición que me dieron, con la sentencia que tengo yo aquí…con el revuelo que se ha montado… no quiero caer… pero borrón y vida nueva no, porque parece que nunca me voy a poder desconectar de esta persona», lamenta Antonia entre silencios y palabras entrecortadas.
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