ANÁLISIS
Esperando a Sánchez y evitando a Vox
El presidente andaluz mantiene abierta la opción de un adelanto electoral si se anticipan los comicios generales, pero no necesariamente haciéndolas coincidir; algunos ya contemplan dejar cierto margen
Sevilla
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Iniciar sesiónEncara Juanma Moreno la vuelta política del verano con un ojo en San Telmo y otro en La Moncloa. No como aspiración, de momento, pero sí en papel de vigilancia. Esta premisa es constante, pero en los últimos tiempos se ha agudizado por motivos ... más que obvios, el tremendo desgaste de un gabinete central que no es capaz ni de encajar unos presupuestos. Desde hace semanas, el propio presidente de la Junta de Andalucía y sus colaboradores y consejeros más cercanos deslizan la posibilidad de un adelanto electoral autonómico si el socialista Pedro Sánchez mueve ficha antes de tiempo. Cosa que el responsable del Ejecutivo central descartó pero, ya se sabe, su palabra vale lo que vale. Cambios de opinión, dice él... Eso sí, algunos en el entorno de Moreno dejan ya caer también que no tendría por qué ser una coincidencia exacta, como más se ha señalado últimamente, sino un calendario en paralelo: como mucho, un par de meses después de las hipotéticas generales, para aprovechar el impulso que deja una campaña nacional sin dejar que se enfríe el ambiente. Si hay batacazo del PSOE, engancharse a ese rebufo a tiempo. Ambas posibilidades están sobre la mesa.
La estrategia en ciernes, en plena consolidación mientras el personal moja sus pies en las orillas, responde a esa lógica más que conocida: aprovechar la inercia electoral. Las generales suelen alinear fuerzas, movilizar votantes y generar un estado de ánimo que, si se gestiona bien, puede beneficiar al partido actualmente en el poder en la comunidad andaluza. Moreno ya vivió algo similar en 2022, cuando el adelanto andaluz coincidió con un momento de debilidad del PSOE y un Vox en retroceso. Aquella jugada le dio una mayoría absoluta inédita para el PP en la región. Los 58 escaños del PP, con un 43% del voto, fueron un verdadero hito en un feudo dominado por el PSOE desde la llegada de la democracia. Los sondeos más recientes han venido a confirmar que María Jesús Montero no resulta mejor fórmula que Juan Espadas (ser ministra de Hacienda y formar parte de un Gobierno nacional como el actual se antojan lastres insalvables por más que la sevillana grite) y los populares se mantendrán en ese nivel ya mostrado en las anteriores o, como mucho, notarán la erosión de estar gobernando en uno o dos diputados. Ahora, el objetivo no es conquistar un nuevo terreno, sino conservarlo y blindarlo.
Pero esta vez hay una variable que condiciona cada movimiento: Vox. O, más bien, la percepción pública de una posible alianza con el partido de Santiago Abascal, que crece en intención de voto lenta pero sólidamente desde hace bastantes meses. Moreno sabe que gran parte de su éxito descansa en la imagen de moderación que ha tejido pacientemente, discurso a discurso, gesto a gesto. Cualquier sombra sobre ese perfil contenido —ya sea por titulares, ataques de la oposición o movimientos erráticos del PP nacional— desgastará su posición indefectiblemente. Y aunque hoy no necesita a Vox para gobernar, en política no basta con que la aritmética cuadre; importa, y mucho, cómo se percibe la 'foto'.
Moreno no necesita hoy a Vox y elude la 'foto', pues cualquier sombra sobre su perfil moderado le iba a desgastar indefectiblemente
De ahí que el calendario no dependa únicamente de lo que decida Sánchez en torno a los comicios españoles, que en teoría deben celebrarse en 2027. Queda un mundo y alcanzar ese horizonte parece ahora una quimera. La alternativa más sólida, y de la que muchos han hablado sin reparo, es hacer coincidir las dos citas para «que los andaluces no tengan que ir dos veces a votar». El voto de castigo al sanchismo serviría a nivel regional para apuntalar un triunfo contundente, en teoría. Sin embargo, algún estratega sureño subraya ya la idoneidad de dejar respirar un poco el resultado de unas hipotéticas generales y colocar las andaluzas poco después. Alegan que hacerlas coincidir o un adelanto demasiado pegado a las generales podría sumergir la campaña andaluza en el marco de la confrontación estatal, donde la cuestión de los pactos a derecha e izquierda volvería al primer plano. Y ese es el terreno más incómodo para Moreno. Algún otro apunta que un adelanto demasiado lejano, en cambio, supondría el riesgo de enfriar el ambiente y abrir espacio para que sus adversarios cuestionen no ya la estabilidad del gobierno andaluz, sino especialmente la opción de un apretón de manos con Vox si Alberto Núñez Feijóo ha debido hacerlo con anterioridad a nivel estatal.
Escenarios flexibles
En el PP andaluz manejan escenarios flexibles, por tanto, en función de un adelanto de Sánchez y de la fecha que escogiese el líder socialista. Si éste precipita una cita con las urnas para este otoño, muy probablemente los andaluces tendrían que ir a votar antes de lo previsto, bien con una coincidencia pura y dura, bien con cierto margen de unos dos meses con respecto a las generales, baza que empieza a ganar fuerza. Ahí está el juego y con ello andan los pensadores de la cosa. Si el hipotético adelanto que promoviese el huésped de la mansión de La Mareta se queda en el primer tramo del año que viene, no hará falta variar nada del calendario andaluz, que tendría sus elecciones «un fin de semana de junio de 2026 limpio de romerías», como recalcó el mismo Moreno en abril. «Serán cuando tocan, en junio». Siempre dejando ese margen breve que permita aprovechar el viento a favor sin que la campaña regional quede tapada por la nacional. Y siempre, siempre, cuidando que el mensaje se centre en la gestión propia y no en pendencias variadas que lo alejen de su aura tranquila ni mucho menos en las posibles alianzas. Pocos contemplan la tercera vía, la de que Sánchez no haga nada y prolongue la legislatura hasta el final o casi.
Durante este paréntesis estival, Moreno ya ha empezado a activar el radar, aunque con una buena y necesaria dosis de discreción. Conversa con sus consejeros ya sin la presión de la prolija rutina diaria y sin actividad parlamentaria ni europea, habla con dirigentes nacionales de su partido para conocer qué se prepara en Génova, mide los ánimos internos, revisa encuestas y calibra la agenda política para encajar anuncios o hitos que puedan servir de antesala electoral. No hay fecha decidida, por tanto, pero sí un patrón claro para elegirla si las circunstancias así lo determinan: observar, esperar y mover ficha cuando el contexto sea favorable. Más que una cuestión de días, es una cuestión de clima.
Poco o nada incide en este caso la oposición regional, sumida en una crisis galopante y entregada a un histrionismo que roza lo patológico y en un mensaje radical que Ferraz impone que no termina de enganchar simpatías. En breve, Montero se desligará del Gobierno y evitará así ese peso en la mochila que genera el hecho de ser ministra de Hacienda. Veremos.
El presidente andaluz, entretanto, sabe que un adelanto es, en parte, una apuesta. Puede salir bien y reforzar su posición o puede obligarle a gestionar debates que no controla. Al final, para Moreno no es cuestión de adelantar o esperar, sino de llegar justo a tiempo. Porque un movimiento temprano puede pillarle a contrapié y uno tardío, dejarle fuera de la foto. Y en Andalucía, lo peor no es ya perder la partida de la elección de fecha idónea sino aparecer en la foto equivocada.
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