Puerta giratoria

¿Y tú que dices?

Las personas sin techo están tan cerca que no las vemos. Es hora de hacerles ver que no están solos

Usuarios de la Casa de acogida Casa Madre Redentor de Cáritas RAFAEL CARMONA

Al principio de la enfermedad, su situación económica no era una amenaza, al menos no la percibió así. Fue después, cuando la pensión por invalidez no aparecía y las fuerzas no le permitieron salir a trabajar más , cuando empezó a desquebrajarse todo a ... su alrededor. La soledad llegó antes que el desapego familiar , un entorno ya devastado por el desencuentro y la estrechez.

Sin saber explicar aún los motivos, un día se vio viviendo en la calle. No fue una situación buscada. Nunca pensó que llegara a ocurrir , pero en el precipicio de su memoria no podría decir cuando lo entendió todo por perdido. Hasta ese momento podía reconstruir episodios de una vida al uso, con sus luchas, sus tristezas y, a cuentagotas , la alegría cotidiana que a veces le deparaba un rato de charla, una misión cumplida, un lance de fortuna al encontrar un empleo mejor que el anterior. Cuando se vio en la calle todo se transformó en una oscuridad espesa que no le permitía ni recordar ni sentir su vida anterior. La calle carcomió en poco tiempo su autoestima y el miedo inmovilizó los recursos con los que siempre había contado para salir adelante. Ya no había nada que decir porque el silencio es una condena autoimpuesta a la que la calle otorga cierto valor de protección y seguridad. Los días siguientes a su desahucio resultaron traumáticos, solo la acogida de los voluntarios que trabajan en la red municipal aliviaron esa espiral de desesperación. La unidad nocturna le abrió un camino para recuperar la voz y la palabra, volvió a comunicarse, a participar de la vida que había arrinconado por impotencia.

Esta es una historia que nos resulta lejana, distante de cualquier acontecimiento que afecte a nuestra propia vida, pero tiene el nombre de alguien que un día disfrutó de todo o parte de lo que la sociedad entiende por «normal». Ellos y nosotros no somos diferentes , nosotros podemos ser ellos y, sin embargo, los hacemos invisibles hasta cosificarlos en la esquina, en el cajero, en el portal más cercano a nuestra casa.

Por eso, Cáritas diocesana de Córdoba reserva el próximo domingo para sensibilizarnos sobre la situación de las personas sin hogar. Nos llama a conocer sus vidas y recortar la distancia y la ignorancia que nos separa de ellas, se nos invita a conectarnos entre sí para reconocer la equidistancia que existe entre un hogar y la calle. En Andalucía, 6.000 personas sin hogar fueron atendidas por Cáritas diocesana durante 2017. De ellas 800 son hombres y mujeres que son o acabaron en Córdoba sin techo , sin hogar, sin familia; aquí son atendidos por más de veinte profesionales y muchos voluntarios jóvenes dispuestos a devolverles la dignidad, para que puedan recuperar sus capacidades destruidas y olvidadas. Están tan cerca que nos los vemos. Es hora de hacerles saber que no están solos. ¿Y tú, que dices?

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