A tientas

Entre directivas europeas y exigencias ecologistas, el área de infraestructura se muestra incapaz de acometer un plan de iluminación eficiente, artístico y definitivo para los enclaves monumentales de la ciudad. Mientras presentan su compromiso con los barrios y cantan la gesta de su preferencia, la calle Feria desemboca en la Cruz del Rastro con el tenebrismo de la incapacidad municipal. En veinte años, su iluminación ha ido cincelando sus recodos como si no existiera la noche y a eso de las ocho, ahora con la tibieza de marzo , es una boca de lobo donde el tráfico es su único signo de vida.

La luz diurna de Córdoba se ha convertido al fin en aliada natural de empresarios del casco histórico de la ciudad, personas que velan por sus negocios, conocen las claves del interés turístico y no pueden entender tanta desidia entre buenas palabras y compromisos hueros. A ellos se les confía la imagen de toda una ciudad con la calidad de los servicios que ofrezcan, pero no pueden disculpar el bochorno que representa que la iluminación perimetral de uno de los monumentos más importantes del mundo sirva de alimento a quienes transitan por ahí, sorteando flancos oscuros como si se tratara de un campo de minas.

En la cercanía de las elecciones , las promesas florecerán con su resabio mentiroso de siempre. Se dividirán por bandos equilibrados los partidos de la eficiencia energética y los que pongan el acento en la virtud competitiva que una iluminación artística tiene para el sector turístico. Cada uno de ellos peleará por atraer a sus argumentos inimaginables ventajas. Llegará mayo con sus candidatos y sus mítines, audaces maneras de embolsarse votos con los que después negociar un nuevo gobierno municipal. Será mayo con su luz rotunda hasta casi las diez el que deje en evidencia la cortedad de una gestión y el baldío intento por comprender una ciudad que los supera.