El dedo en el ojo

El soplamocos

Del vandalismo en las artes deberíamos empezar a hablar de arte vandálico, que es el que insulta a las personas

Polémico cuadro de la Inmaculada en la Diputación de Córdoba Valerio Merino

No tendría yo más de diez u once años. Por razón de esas conductas erráticas que los niños emplean alguna vez en su infancia, me dio por c hinchar a uno de mis compañeros de clase que, a la sazón, era uno de mis ... mejores amigos. Durante el recreo empecé a darle collejas, a insultarle, a sacarle la lengua y esa clase de estupideces tan propias de infantes . Cuando formábamos en la fila para entrar de nuevo a clase no desistí de mi empeño, lo que hizo que mi amigo, harto ya de soportarme, me plantase un par de soplamocos que dieron conmigo en el suelo . Aquello me hizo mucho bien porque de inmediato pude caer en la cuenta de que uno puede convertirse rápidamente en un perfecto imbécil bajo la forma de un provocador. Y aprendí que ser provocador, en efecto, tiene sus consecuencias .

Me acordaba de este episodio leyendo la noticia sobre la conflictiva exposición de «Maculadas sin remedio» , ésa que pretende poner en valor y repensar la feminidad transversalmente desde una perspectiva de género empoderada que nos proporcione nuevos esquemas de inclusividad sostenible y nos ofrezca nuevos marcos de conceptualización no heteronormativa. O algo así me pareció leer de una de sus promotoras; yo es que con el lenguaje progre me hago un lío... El caso es que alguien, harto de recibir collejas en sus creencias religiosas, como cansado estaba mi amigo de que yo lo vituperara, le ha dado un soplamocos a uno de los cuadros en forma de raja sobre el lienzo (lienzo, por otra parte, poco original, previsible, adolescente y facilón) . No es que me parezca bien lo que ha hecho este individuo, solo intento entender por qué lo hizo.

Como no podía ser de otro modo, toda la progresía (la que ilumina en las procesiones incluida) ha salido en tromba a rasgarse sus vestiduras laicas en impostado ademán, respondiendo con gruesos calificativos a quienes hayan podido ofenderse con esa impropia e irrespetuosa imagen de una Inmaculada, ¡ojo!, en un lugar público costeado por todos . Esta izquierda que nos asola está a un tris de publicar un código cívico con el conjunto de cosas con las que podemos ofendernos y con las que no. Y sancionará a quien lo incumpla. Al tiempo...

Y nuestra «afanada alcaldesa en vacuidades» ha hablado de inquisición social para referirse a cuantos censuran la exposición, siendo ella y su estirpe ideológica quienes, precisamente, andan desesperados por imponer un pensamiento único acerca de las cosas, nos obligan a proferir la imbecilidad de «todos y todas» o promueven la inmatizable idea de que «las niñas tienen pene y los niños tienen vulva» . Si esa no es la auténtica «inquisición social» que venga Dios y lo vea.

Hay también quien ha hablado de «vandalismo en las artes» pero me parece a mí que los términos anda trastocados, pues más bien habría que hablar de «arte vandálico» . Si nos atenemos a la definición de vandalismo nos encontramos con la siguiente: «Destrucción y devastación que no se atiene a ninguna consideración ni respeto». Y eso justo es lo que ha hecho la «artista» de la «obra»: atacar unas creencias sin respeto alguno.

No me vengan con historias. Aquí todos sabemos provocar, insultar, menospreciar, ridiculizar o caricaturizar a otros . Pero decidimos hace tiempo que la convivencia va por otro lado. Quienes no hayan aprendido esto se expone a recibir algún que otro soplamocos cada cierto tiempo. Después no me lloren, carajo.

Habría que decirle a la señora artista que eso de pintar bigotes y gafas a las fotografías de las revistas se nos quedó atrás hace mucho tiempo.

Artículo solo para suscriptores
Tu suscripción al mejor periodismo
Bienal
Dos años por 19,99€
220€ 19,99€ Después de 1 año, 110€/año
Mensual
3 meses por 1€/mes
10'99€ 1€ Después de 3 meses, 10,99€/mes

Renovación a precio de tarifa vigente | Cancela cuando quieras

Ver comentarios