La Base, parte dos

Es comprensible que en ciudades aspirantes, y en especial en Jaén , la decisión haya caído como un jarro de agua fría y también que sus ciudadanos protesten contra la decisión. Decía aquí hace unos días Aris Moreno que en Jaén no están diciendo nada que no hubiésemos dicho aquí si la decisión hubiese sido otra y, creo, lleva razón. Menos comprensibles, yo diría que inexplicables, son las declaraciones de algunos políticos en las que aluden a un presunto «dedazo» o a una «cacicada» de la vicepresidenta motivada por el hecho, este indiscutible, de ser cordobesa. Que algunos, especialmente quienes aspiren a ser elegidos alcaldes, caigan en la tentación localista de criticar la decisión puede tener un pase, pero que todo un vicepresidente de la Junta de Andalucía lo haga resulta preocupante por muchos motivos: no acertar a distinguir entre discrecionalidad y arbitrariedad o lanzarse en tromba contra un acuerdo que favorece a una provincia andaluza no es admisible.

A todo ello habría que unir una evidente torpeza política. Salvo un mentiroso o un demagogo, nadie podrá cuestionar que Córdoba cumple todas y cada una de las condiciones requeridas para albergar una base logística del ejército : ahí debería acabar el debate. Sólo un miope no se percatará de que esas críticas no hacen más que magnificar el papel de Carmen Calvo, hurtando cualquier mérito a quienes han trabajado duro por lograr la designación y, sobre todo, por aunar voluntades y esfuerzos para ello. A este paso, y si perseveran en el error, lograrán que acabe conociéndose como Base Doña Carmen.