Opinión
Supremacismo
Los laístas del norte se lo pasan en grande mofándose de la hache aspirada y el ceceo refrescante del litoral mediterráneo
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Iniciar sesiónLO del ataque a una ministra andaluza por hablar andaluz viene siendo ya un clásico de cada legislatura. Primero se inaugura el periodo de sesiones, luego se aprueba el techo de gasto, más tarde se presenta el proyecto de presupuestos y finalmente se ... ridiculiza el acento espléndido y milenario de los habitantes del sur. Por ese escrupuloso orden. A la señora Montero le ha tocado este año por la misma razón que antes fueron quemadas en la pira lingüística la ministra Villalobos, Magdalena Álvarez, Javier Arenas, Bibiana Aído y un largo listado de víctimas propiciatorias de los vigilantes de la norma.
Digámoslo claro: el supremacismo idiomático es el estadio superior de la estulticia. Y se cura viajando. O leyendo. Por ejemplo, a don Antonio Machado . O a Luis de Góngora . O a Federico García Lorca . Todos ellos andaluces universales que engrandecieron la lengua española a pesar de la incansable labor de los zopencos. Pero para curarse de la necedad hay que poner dos deditos de voluntad y una mijita de interés. Lo cual qué quieren que les diga.
El desprecio del andaluz es tan antiguo como el nacimiento de la gramática castellana. Don Antonio de Nebrija, el padre del primer tratado de la lengua romance, fue vilipendiado por «ensuciar» el lustre del castellano. Con dos bemoles. No le perdonaron al sevillano que fuera un andaluz quien pusiera en orden sobre el papel la nueva lengua vernácula que se estaba desgajando del latín cuando las naves de Cristóbal Colón aún no habían llevado siquiera el nombre de España a las tierras de América.
Desde entonces, los prejuicios no han dejado ver el bosque creativo y luminoso del habla andaluza . Ya lo dijo el profesor Antonio Rodríguez Almodóvar: «El andaluz no es un vulgarismo, sino una forma evolucionada del castellano». Y justamente eso es lo que algunos guardas jurados de la fonética no acaban de digerir: que el dialecto del sur cabalgue veloz y resuelto por las bellas praderas de la morfosintaxis.
Y así estamos todavía. Tantos siglos después . Confundiendo lo vulgar con la aspiración de las consonantes implosivas. O con la pérdida de los sonidos intervocálicos. O con la pronunciación de la che fricativa. Por mucho que intenten algunos camuflar su indisimulado racismo lingüístico entre la maleza de la corrección idiomática. Por que eso sí: valentía la justa.
Lo de la ministra Montero es un capítulo más de la soberbia castellana vendida por entregas. Los laístas del norte se lo pasan en grande mofándose de la hache aspirada y el ceceo refrescante del litoral mediterráneo. Que, por lo visto, es una forma indecorosa de representar al Gobierno de España en las ruedas de prensa que se celebran a continuación del Consejo de Ministros. Donde se ponga un leísmo de libro que se quite un alargamiento de vocal por pérdida de consonante. Dónde va a parar.
Luego están los cooperadores necesarios. Ese batallón insustituible de andaluces (y andaluzas) que jalean el linchamiento a que son sometidos otros andaluces (y andaluzas) por el imperdonable delito de hablar andaluz. Por ese lado, nada nuevo bajo el sol. El supremacismo lingüístico (y todos los demás) se abre paso sostenido sobre un patológico sentido de la superioridad y la colaboración activa de una parte de sus víctimas. Sin ellos, la ridícula lapidación del andaluz sería un esfuerzo inútil. Enhorabuena.
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