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La discreción de un grande

Fernández de Mesa logró revertir el fatal sino al que parecía estar abocada la Cámara

Ignacio Fernandez de Mesa da el relevo al presidente de CECO Antonio Díaz en la Cámara de Comercio ÁLVARO CARMONA
Juan José Primo Jurado

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El pasado 19 de noviembre Antonio Díaz, presidente de la Confederación de Empresarios de Córdoba (CECO) fue elegido presidente de la Cámara de Comercio de Córdoba. Sucede en el cargo a Ignacio Fernández de Mesa, que había estado al frente de ella desde mayo de ... 2010. Con mi deseo de buena suerte para Antonio Diaz y su equipo, hoy es el momento de hablar de Ignacio Fernández de Mesa, en una ciudad que acostumbra a dejar pasar sus grandes personajes sin valorarlos suficientemente, mientras ensalza y alaba a quienes lo merecen bastante menos.Tengo que decir, ante todo, que Ignacio es amigo mío. Amistad que surge desde mi admiración por su coherencia, sus sólidos valores morales, el corazón que pone en cuanto hace y su capacidad de trabajo. Y no por casualidad, sino quizás por la combinación de esos factores, hay personas que tienen la cualidad de convertir en oro lo que tocan. Ignacio ha sido capaz de llevar al éxito a dos organizaciones empresariales muy diferentes, como Asaja Córdoba, que preside desde el año 2004 y ha convertido en referente nacional para el mundo de agricultores y ganaderos, y la Cámara de Comercio, que presidió entre 2010 y 2019. Ha compaginado ambas presidencias sabiendo cambiar de traje en cada ocasión, sin robar protagonismo a una en detrimento de la otra.No hace milagros Ignacio y en lo que gestiona no hay trampa ni cartón, pero su labor en la Cámara es digna de elogio. Cuando se hizo cargo de su presidencia, los miembros de la Cámara tenían la obligación de pagar una cuota que financiaba sus actividades. Ese mismo año, en diciembre y por decisión gubernamental, se eliminó dicha financiación, algo que ha llevado a la ruina a muchas Cámaras de España y que llenó de funestos presagios a la cordobesa. Sin embargo, su presidente ha conseguido entregar en el relevo una Cámara mejor de la que encontró y capaz de poder seguir dando servicios de calidad al empresariado cordobés otros 133 años más, como desde su fundación en 1886.Logró revertir el fatal sino al que parecía estar abocada la Cámara sin acudir a recursos traumáticos. Como él me ha confesado en varias ocasiones, se siente orgulloso de haber no solo mantenido a flote la entidad sino de haberle dado un gran impulso en su funcionamiento, sin despidos de empleados, que habrían dejado a la institución cameral sin capacidad de trabajo, disminuyéndose sus gastos al máximo y dando total confianza al personal para subir los ingresos.Tuvo que soportar alguna espina en el camino, aquella turbia campaña calumniosa como no se había visto nunca contra un buen empresario en Córdoba. Salió indemne, sobre todo, porque era interesada, falsa e injusta. Culmina Ignacio su labor al frente de la Cámara con un saldo positivo y, sobre todo, con la realidad de haber ejercido un liderazgo tranquilo, discreto y ejemplar, orientado solo a engrandecer a la institución a la que sirvió.

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