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DESDE SIMBLIA

Cosas de Guerra

Alfonso Guerra dice ahora cosas que resultan sensatas a los oídos de quienes abominaban hace años de sus astracanadas

Conferencia de Alfonso Guerra en la fundacion Cajasol J. M. SERRANO
José Calvo Poyato

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Desde hace unos años a esta parte, no muchos -vienen a coincidir con su salida como diputado del Palacio de la Carrera de San Jerónimo y el liderazgo de Sánchez, incluido el interregno-, nos encontramos con un Alfonso Guerra que no recuerda a aquel ... que, desde la vicepresidencia del gobierno, donde según sus propias palabras estaba de «oyente». Aquel Guerra, de los años setenta y ochenta, decía frases verdaderamente lapidarias. Tenía el partido en un puño, aunque ahora afirme que su poder no era tal. Pero decía aquello de que quien se movía no salía en la foto . Efectivamente, todo aquel que no permanecía obediente a sus dictados desaparecía inexorablemente de la foto. Le ocurrió, por citar sólo un par de ejemplos relevantes, a Rafael Escuredo y a José Rodríguez de la Borbolla , conocido como « Pepote », ambos presidentes de la Junta de Andalucía. Afirmaba que Montesquieu había muerto, con lo que la separación de poderes, principio básico de un sistema democrático, estaba dinamitado. No le dolieron prendas a la hora de que hubiera un ministro que lo era al mismo tiempo de dos carteras como las de Interior y Justicia. Fue el caso de Juan Alberto Belloch . No tenía empacho en ocupar en un avión el asiento que estaba asignado a otro pasajero, según constaba en su tarjeta de embarque, y que era apeado de la aeronave, para poder viajar «in extremis» a Sevilla; las malas lenguas dicen que para ver una corrida de toros. Hizo de su capa un sayo, cuando su capa era el Estado. Llamó tahúr del Misisipi al presidente Suárez y trató de proteger a su hermano, Juan Guerra , el de los cafelitos, uno de los prehistóricos de la corrupción que tanto daño ha hecho a la política y ha llevado a que se metan, en opinión de numerosos ciudadanos, a todos los políticos en el mismo saco de indecencia.

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