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EL ESTILITA

Carmen de Cabra

Se ha tirado al monte. A perseguir periodistas, a matar mensajeros, a cortar lenguas

La vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, durante su intervención en el pleno del Congreso de los Diputados EFE
Javier Tafur

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Estaba celosa. Desde hacía unas semanas nadie le prestaba atención. Los innumerables disparates del pasado parecían haberla amortizado . Sus maniobras especulativas sobre la Constitución o el feminismo no surtían efecto. Se había quedado sin margen para la sorpresa. Resultaba cansina . Ya ... no despertaba nuestra indignación, ni nuestro sonrojo de paisanos, ni siquiera nuestra curiosidad cateta. En el colmo de la renuncia, se iba de Córdoba prescindiendo de la química con Mayor Zaragoza. Tal vez la empezábamos a conocer demasiado. Su torpeza es proverbial; su mal genio, acostumbrado; su incultura, reconocida incluso en la Universidad . No podía competir con la frescura de sus nuevos compañeros de gobierno. ¿Cómo superar o tan solo igualar la sordidez tabernaria en que se movía la ministra de Justicia, las habilidades terrestres del astronauta, las bombas con que se hacen tirabuzones Margarita y Borrell, tonta ella y listo él? Hasta Celaá, portavoz balbuciente y ministra de Educación que lee mal lo que escribe peor , le ha birlado el dudoso protagonismo de mesarse los cabellos en protesta por el «acoso» al gobierno . Necesitaba, pues, un revulsivo, un tratamiento de choque que volviera a poner los focos sobre su alocada cabeza y los micrófonos ante su menguada estatura . Y se ha tirado al monte. Carmen de Cabra siempre tira al monte .

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