Atonía municipal

Mientras la oposición revela cierto entusiasmo en la calle , la izquierda gobernante desprende un aire de pereza, parece caminar con los pies a rastras hacia un panorama electoral que ahora lo interpretan como inseguro y sobre el que tienen más dudas que razones para salir airosos del envite. Fuera de Capitulares hace mucho frío, y lo saben. Han desistido de sus consignas habituales al comprobar como en los últimos tiempos sus campañas de desprestigio hacia el contrario y el desgaste provocado a las instituciones a las que atacan han dado el resultado inverso al apetecido y en la hora de la redefinición encuentran más problemas internos que ambición por el cambio , están desalentados y son incapaces de trasladar expectación, a no ser por el ahorro municipal, muy loable si no quedaran pendientes tantas tareas.

Hasta ahora, la invisibilidad de sus posiciones ha resultado inquietante, a excepción de los alaridos tuiteros emitidos por algunos afines a los cargos políticos . Se observa una indecisión en los protagonismos, cierta ocultación envuelta en una suerte de decaimiento en cada propuesta como signo de cansancio o de indeterminación. O ambas cosas. Debe ser que los nombramientos para el gobierno de la Junta y tanto cordobés rescatado de lo que antes celebraron sus contrarios como debacle les ha dejado sin resuello, noqueados y muy preocupados por las consecuencias locales de un gobierno central en caída libre. Habrá que aislar el debate local, pensarán, pero no será suficiente porque hasta ese debate es inconsistente.

Mientras la política local se apoltrona en un discurrir monótono, la novedad está en la Junta, con su galería de caras sonrientes a pesar de lo que les espera: una legislatura difícil e inestable . Aun así, en Córdoba se respira esa euforia popular por el añadido que representa la integración de dos facciones del PP en un único gobierno, una reagrupación que no hubieran soñado cuando Soraya y Cospedal tenían intacta su capacidad de influencia. Así es, al menos de momento.