Antonio Pulido: «Todo lo que hagamos contra la crisis del Covid será experimental»

—¿Hay mascarillas contra la crisis económica?

—Pues sí: se pueden hacer cosas. Mascarillas mágicas no hay. Pero sí medidas que protejan o reduzcan el impacto de la crisis. Para eso está la política económica.

—¿Por ejemplo?

—Pueden ser muchas. En cualquier caso, estamos en un momento muy complicado y tenemos que procurar que el consumo no decaiga. Los niveles de ahorro están más altos que nunca pero hay que mantener también ciertos niveles de consumo e impulsar políticas que lo propicien. Son circunstancias que no hemos vivido nunca, por tanto son recetas experimentales. No las hemos comprobado. La economía es una ciencia experimental. Sabemos que determinadas recetas tienen determinados efectos, pero muchas veces solo en determinados contextos. Ahora todo lo que hagamos es experimental.

Hasta COU vivió una plácida vida en su pueblo ( Castro del Río, 1965) , repartiendo el tiempo entre el fútbol y la tienda de textiles de su padre. En bachillerato ya tenía claro que quería estudiar una disciplina «arraigada al día a día». Una buena mañana se acercó a una librería de Córdoba capital y compró un ejemplar del manual «Todos los estudios y carreras», que le ayudó a clarificar su futuro universitario. Eligió la titulación de Económicas , «que no Empresariales», y estrenó en Sevilla el primer año de la especialidad. Luego emprendió una trayectoria fulgurante que ha durado hasta hoy.

—¿En 2021 saldremos de la UCI?

—Hace una semana pensaba que sí. Ahora no lo tengo tan claro. El impacto de esta tercera ola no lo sabemos todavía. Si lo superamos y el efecto de la vacuna es positivo podremos salir de la UCI pero nos quedaremos en planta del hospital durante un tiempo.

—¿La cultura es la primera víctima de la pandemia?

—Hay muchas víctimas. Sin duda, es de las principales. La hostelería es otra víctima. La cultura está siendo muy fuertemente atacada, con difícil solución a corto plazo. Hay muchos que tratan de reinventarse con todo el tema digital. Nosotros tenemos un especial compromiso de que, dentro del marco sanitario, no decaiga tanto.

—¿Ahora más que nunca es el momento de la acción social?

—La acción social es absolutamente necesaria. A mí no me gusta presumir de que hacemos mucha acción social, porque es síntoma de que las cosas no van del todo bien. A mí lo que me gusta es decir que hemos ido rebajando la actividad de la acción social. Eso es síntoma de que la sociedad tiene músculo. Posiblemente, quizás, esto vaya a más cuando acaben los E RTEs y veamos las consecuencias de la crisis económica, que afectará a los sectores más vulnerables.

—¿Usted vive ya en el universo telemático o desciende de vez en cuando al mundo presencial?

—Yo desciendo mucho al mundo presencial. Las actividades las hacemos cumpliendo todas las medidas de seguridad, pero somos de los que defendemos el mundo presencial. Eso no quiere decir que no tengamos paralelamente un mundo telemático. Pero esa cercanía y ese contacto con los seres humanos no lo da el mundo digital.

—¿Qué cambiará la pandemia para siempre?

—Eso está por ver cuál va a ser el espíritu con que va a salir esta sociedad. Yo soy optimista. Espero que lo que nos traiga sea una sociedad donde hayamos aprendido de nuestras debilidades y seamos capaces de centrarnos en lo más importante de todo: el ser humano. En su integridad y de forma colectiva. Eso tiene mucho que ver con valores espirituales. Así que espero que nos traiga más valores espirituales y menos materiales.

—¿Y eso va a pasar?

—Creo que sí. Es verdad que el ser humano olvida muy pronto pero creo que la sociedad se está concienciando de lo vulnerables que somos. Y tiene que reforzar otro tipo de lazos: la amistad, la familia, la solidaridad. Todo este tipo de valores que se han puesto de manifiesto en estos momentos. Los jóvenes han vivido una situación complicada. Tengo hijos entre 19 y 24 años y me dicen: «Papá, es que esto es un año fundamental de nuestra vida». Y es verdad.

—Fue usted pionero en la fusión de El Monte y la Caja San Fernando. ¿Fusionarse o morir?

—En aquel momento casi era así. Yo he hecho cuatro fusiones y una salida a Bolsa y casi todo era el último partido. Lo hacíamos o las entidades se morían en ese momento. Era necesario desde el punto de vista económico para la supervivencia de las entidades financieras. Se necesitaba economía de escala y las ratios de las autoridades monetarias eran mucho más exigentes, incapaces de cumplirse con entidades de dimensiones menores. El tiempo me ha dado la razón. Y ahora todo el mundo está en el mismo proceso: concentración y salida al mercado de capitales.

—¿Y qué perdimos con las cajas?

—Perdimos una banca de cercanía, que estaba en contacto con el ciudadano, con el cliente. Y con un compromiso social extraordinario. Más de un tercio de los beneficios de las cajas iban íntegramente a la obra social y el resto no se repartía en dividendos sino que quedaba como fondos propios. Se devolvía a la sociedad una parte de lo que tú le habías dado. Podríamos haber salvado algo de las cajas.

—¿Fueron un juguete roto en manos de los partidos?

—Yo no estoy muy de acuerdo en eso. El análisis que se ha hecho puede llevar una parte de razón, pero una parte menor. Las cajas alemanas están directamente dirigidas por los «landers», es decir, por las autonomías. Y, de hecho, han sobrevivido. En aquel momento había un problema de tipo financiero. Ante una mayor exigencia de capital y de determinadas ratios, no tenían mecanismos de capitalización. El resto de la banca hacía ampliaciones de capital. Pero eso no era posible con el sistema de las cajas de ahorro. ¿Los órganos de gobierno podrían haber estado más profesionalizados? Eso nunca viene mal. Yo hubiera apostado por eso.

—¿Es usted partidario de la banca pública o pasamos a la siguiente pregunta?

—Le contesto: no es el momento de una banca pública. Hemos tenido algunas experiencias y no han sido precisamente muy satisfactorias.

—Hasta 2006 fue usted profesor de universidad. ¿Echa de menos las aulas?

—Mucho. El contacto con la gente joven y los alumnos es algo que siempre me ha gustado. Y le digo una cosa: volveré a dar clases. No solo por transmitirle a los alumnos conocimientos económicos sino también por ser capaz de trasladarle determinadas actitudes de vida.

—¿El turismo masivo se fue para no volver?

—Yo creo que volverá, sin duda. Y volverá con más fuerza. No sé en qué tiempo. Quizás en el medio plazo. La gente va a seguir queriendo conocer y viajar. Ayer leí un informe y decía que alcanzar otra vez los 90 millones de turistas tardará 20 años. No lo comparto. Cinco o seis años sí.

—¿Qué ha aprendido del coronavirus?

—Que somos más vulnerables de lo que pensamos. Muchos nos hemos reencontrado con la familia debido a nuestra actividad profesional. Eso para mí ha sido reconfortante. Llevaba años que no iba a almorzar a mi casa.

—¿Qué libro se trae usted entre manos?

—Estoy leyendo el último de Arturo Pérez Reverte, «Línea de fuego» , que me parece muy interesante. Tengo buena relación con Arturo.