Semana Santa de Córdoba 2023 | Miércoles Santo, paisaje y rito de días de fiesta
Las bullas de la víspera del Triduo Sacro toman las calles en una jornada con aires de tradición consolidada
Así te hemos contado en directo el Miércoles Santo
Córdoba
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Iniciar sesiónLas fiestas de verdad empiezan en realidad en sus vísperas. Se les nota la raíz religiosa. La Iglesia copió del pueblo judío la idea de que el día empieza en realidad al atardecer del anterior y cuando cae la tarde de una víspera hay ... en ciertas calles el ambiente de que ya es el día grande. Para eso existen las vigilias, para eso se viven tanto los preparativos.
No se trata de que haya terminado el trabajo, aunque sea imprescindible, ni mucho menos de retirarse del mundo. Se trata de volver a lo que tiene la forma precisa, al paisaje que se vive una vez al año. Al día en que las calles se parecen a las que se evocaron. En Semana Santa, a la hora de un encuentro no con imágenes, que a ellas se les puede visitar en muchos días, sino con ciertos momentos, con un paisaje preciso en que llegan en sus pasos por ciertos lugares.
En la tarde del Miércoles Santo de Córdoba han empezado esos días de fiesta que no se repiten más que a la vuelta de las lunas precisas. Tienen a la vista la mirada baja del Señor del Calvario y los candelabros de farol del Cristo de la Misericordia, los irisados del palio de la Paz y la impronta antigua del paso del Señor de la Pasión. Un detalle del Perdón y el estremecimiento nuevo del Cristo de la Piedad.
Sabor de barrio antiguo en la hermandad de Pasión del Miércoles Santo
San Basilio se vuelca con su cofradía con la primavera estallando tras las puertas de sus inconfundibles patios
Y algo más: el aire de que ha llegado un tiempo en el quien cree empieza a recordar que la Pasión está a punto de revivirse y consagrarse en las iglesias como ya lo está viendo en las calles y de que ni la tarde del Miércoles Santo ni las que están por venir se parecerán a los demás en sus ritos y reglas, en su luz y en lo que en ellas se encuentra.
Quien deja que la Semana Santa se le quede en el recuerdo más que en los vídeos y fotografías afronta esto que pasa antes del Miércoles Santo como si lo que sucede fuera antes en el alma que en el exterior, con la sensación de que lo que vive repite en muchas cosas todo aquello que había recordado cuando la fiesta no era más que una añoranza lejana.
La Virgen de las Lágrimas gana en presencia en su paso de palio, que tiene un movimiento ahora distinto
Habría tiempo para el oro viejo y el terciopelo de muchas décadas, pero el día empieza esta vez con lo que se estrena y tendrá que hacerse clásico. Antes de las cinco y media de la tarde, cuando el Miércoles Santo está naciendo, el Cristo de la Piedad sale a la calle por primera vez en su paso.
El día en que se anunció su bendición, la hermandad hizo votos para que sirviera para acrecentar la devoción de los suyos, y la imagen de Antonio Bernal parece encargada precisamente para ello. No renuncia a la belleza formal ni a la búsqueda de perfección del escultor cordobés, pero busca unos caminos del dolor con unción, del sufrimiento con hondura, que no pueden dejar indiferente a las almas que se acerquen a verla en algún punto de su camino.
Llega la nueva imagen, de Cristo muerto y sereno, pero todavía con las huellas de la crueldad en el rostro en un paso ya configurado estos últimos años, con los cuatro faroles, la alfombra clásica de claveles rojos y la mirada al cielo de la Virgen de Gracia, Dulzura y Esperanza Nuestra a sus pies.
Su salida tuvo la emoción de siempre antes de buscar el camino de la ciudad en la que iban naciendo cofradías. Se queda después en la Catedral en que se bendijo y ahora sus hermanos dejan el mismo ejemplo y testimonio de siempre y también aportan algo más que importante a la Semana Santa en la que participan desde hace una década.
El fervor de Capuchinos con la Paz, en imágenes
álvaro carmonaEl Señor de la Humildad y Paciencia y la Virgen de la Paz y Esperanza volvieron volvieron a llenar el emblemático espacio del Cristo de los Faroles
Y en los barrios antiguos empieza ya esa consagración de la ciudad a la fiesta. Primero, con unos cuantos años que cada vez son más y luego con los siglos y las décadas de lo asentado.
Si hay otras veces que los misterios suenan a bulla y a fuerza, el del Señor del Perdón se ha quedado ya con el cierto poso de gravedad que le dan el Señor y el gesto de encajar el dolor de un golpe que duele por no merecerse. Por eso anda con sobriedad y con música solemne y por eso sus flores, que son siempre en los tonos más oscuros del rojo y del morado, le acentúan el aire de una cierta seriedad acorde con el momento.
Unción y dolor, belleza y sufrimiento, hacen del Cristo de la Piedad una gran aportación
Toca luego esperar y llega con más delicadeza la Virgen del Rocío y Lágrimas. Con Ella todo es tener que fijarse en los detalles, en las flores de rosa pálido, en el tocado y en los avances de un palio que quiere tener estilo propio. Al poco de salir, la cofradía camina durante unas decenas de metros en silencio para recibir a personas con autismo y sensibilidad auditiva.
Luego vuelve a avanzar con música, y hasta que el palio se mete por Conde y Luque hay quien apura y la sigue, y le mira el dolor y le escucha alguna de las marchas que Tubamirum, que este año ha cruzado otra frontera en la excelencia, va encadenando.
Hay un aire de fiesta muy antigua pegada a un terciopelo muy viejo y a una túnica que siempre ayuda a viajar atrás en el tiempo. A viejos Miércoles Santos y hasta a otros días de aquella Semana Santa que luchaba por salir del corsé de la procesión oficial con el empeño de sus pocas hermandades.
Es túnica de vieja hornacina en San Lorenzo, del Señor detrás del cristal, de tardes de tiempo ordinario. Dicen que algo ajada por el tiempo, pero capaz de contar trescientos años de una historia con muchos tramos.
Tal es lo que cuenta el Señor del Calvario cuando aparece con la túnica de color corinto y sus bordados sencillos y anchos. Sube por el Realejo, como hace no tantos años, aunque entonces lo hiciera un poco más tarde, y a los pies del Señor ahora hay un calvario con flores silvestres, muy espaciadas, y cardos al pie de la cruz. Quizá no muy distinto de lo que encontraría cuando marchaba a rezar la Vía Sacra al Calvario que había en el Marrubial.
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La hermandad de San Pedro hace su estación de penitencia con 390 nazarenos y estampas de clacisismo por las calles de la Axerquía
El que lo encuentra no puede quedarse con sólo una vez y le encuentra otra vez la mira desvalida y los ojos que buscan al devoto, y lucha por verlo y lo encuentra otra vez. Su túnica con tanto sabor a días de fiesta antigua, a Semanas Santas tan distintas al tiempo que las rodeaban, tiene otro aire cuando el Señor se marcha, porque es de cola, y llega la certeza de que de verdad pertenece a una época en que no había estándares ni cosas prohibidas.
Sube por el Realejo arriba también la Virgen del Mayor Dolor y su candelería, ya encendida aunque todavía falte por marcharse el sol para que resplandezca toda su arquitectura, también se ha consolidado como una parte de la estampa del día. Al tenerla delante todo es mirada hacia arriba.
La suya, desde luego, pero también la de las velas y las piñas cónicas de rosas de color champán que acentúan el sentido vertical. No es fácil su salida con los dos anchos pasos desde el atrio de San Lorenzo, pero después comienza a andar con el ritmo ligero que siempre la ha hecho buena para sus nazarenos y agradecida para disfrutar de principio a fin.
A partir de las seis de la tarde está saliendo la Paz y en cierto momento recorre la cofradía como un nervio devocional una gran parte del Centro. Donde aparecen nazarenos blancos de muceta verde se convoca de inmediato la bulla, aunque sea en un sitio tan ancho como Las Tendillas.
Y no es su ambiente el de una víspera de festivo o de puente vulgar, sino el de una solemnidad, aunque muchos de los que estén no sepan demasiado bien qué significa. Por Las Tendillas el misterio de Humildad y Paciencia se anuncia primero con un clamor de cornetas y tambores que parecen querer hacer temblar la tierra antes de verse.
Luego aparece, por fin, y no defrauda a quienes le piden que, ya que se ha hecho esperar durante bastante minutos de ver pasar a parejas de nazarenos, al menos deje el regalo de no marcharse demasiado pronto.
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Rafael carmonaLa hermandad ha salido de la iglesia de San Roque para dirigirse a la Catedral
Viene el Señor con la túnica que se le regaló por sus 75 años, con flores rojas y moradas a lo pies, y al girar hacia la calle Gondomar la banda de la Salud, tan potente, interpreta una de esas marchas en que las cornetas y los instrumentos de viento metal parecen surgir del fondo de la tierra.
El paso se acompasa, se mece, quizá dé algún paso atrás, pero avanza poderoso, y el impaciente sabe que para ganar tiempo, y en Semana Santa el tiempo es escaso, debe ir hacia la Virgen de la Paz.
Tienen esas búsquedas en cofradías con las aceras nutridas un aire siempre de aventura. Un hueco por allí, un lugar en el que se puede pedir permiso, un sitio más ancho y el punto en el que no se puede más. Por San Miguel hay que esperarla y allí aparece. Ahora que la Virgen sale en estas horas de la tarde siempre hay ratos en que mira al sol poniente y esa luz le da unas transparencias sutiles a su palio y a su tocado.
La corona del 15 de octubre pasado se la ha integrado ya tanto en la impronta que parece tan natural como los bordados en plata o el blanco que reina, pero sobre todo hay que mirarle el rostro, el perfil dulce, la finura en todo lo que la rodea.
Es Miércoles Santo de rito y paisaje en los golpes de sus caídas largas y en las flores que combinan varias especies, pero siempre blancas y en simetría impecable y mientras la tarde cae, la ciudad sigue llenándose.
El que baja por la Espartería con la ilusión de encontrar a la Misericordia sabe que tiene que pelear por un buen sitio, aunque con el sentido de la aventura de moverse en la bulla puede al menos conseguir tenerla muy cerca.
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No ha sido una buena Semana Santa para quienes han esperado a pie quieto a los cortejos, que más de una vez se han mirado el reloj preguntándose por qué tardan tanto en moverse las cofradías. Eso no pasa con los de San Pedro. Pocos minutos hay en que los cirios no estén en la cintura y sus nazarenos blancos serpenteando hasta la calle Tundidores.
Si un día de fiesta tiene un paisaje propio, pocos hay como ver la presencia inconfundible del Cristo de la Misericordia, el perfil de su paso, los candelabros de farol, hasta los iris morados que por primera vez se han visto en esta cantidad en esta Semana Santa. Su oro todavía puede ser nuevo, que no hace tantos años, pero el aire antiguo lo da el perfil viejo del Crucificado de presencia imponente.
Es el día en que hay que notar cómo es la reforma del palio de la Virgen de las Lágrimas. Se había visto ya en San Pedro y se había explicado, y la armonía de proporciones tiene poca discusión, pero quedaba ver moverse a este palio más corto.
No es igual porque no puede serlo, pero en el viaje de las borlas todavía queda un poco de aquel aire. La Virgen llena mucho más el conjunto, pero al que la mira y compara, que será inevitable al principio, se le olvida pronto, porque la Esperanza empieza a tocar 'Amarguras' y entonces no hay más que callar y guardar dentro del corazón.
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ÁLVARO CARMONAJesús del Calvario y la Virgen del Mayor Dolor han vuelto a dejar estampas imborrables
Con las últimas horas está saliendo la Pasión y tiene que volver a hablarse del aire de fiesta vieja en San Basilio con su aspecto de pueblo clásico y con el Nazareno y la Virgen con San Juan. Ya no es por la tarde, pero los faroles tienen mucho de la estampa que se encuentra en el día y cuando viene por sus calles de casas bajas nadie tiene dudas de que la Semana Santa ha entrado en los días de culminación y consumación, porque para las dos se celebra cualquier fiesta.
Cuando llega a la carrera oficial el retraso acumulado por las demás es de 15 minutos, pero el Señor avanza disfrutando con los suyos de un barrio que lo es más que ninguno.
Quiere el que apura disfrutar de la Virgen del Amor, de la combinación de flores de distintos colores en su paso, de la finura de la toca bordada y de verla venir con la candelería gastada. Las cofradías irán de vuelta con la prisa justa y habrá en las bullas de la noche la certeza segura de comportarse como en un día de fiesta.
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