Conmemoración

Alfonso Muñoz canta a la Divina Pastora de Córdoba: «Que mi corazón se haga roca y peña para ser tu trono»

El cofrade pregona el 25 aniversario de la reorganización del Redil en un texto lleno de espiritualidad, emoción y vivencias

La Divina Pastora de Capuchinos, el ciclo a la eternidad en Córdoba

Alfonso Muñoz, junto a la Divina Pastora y músicos de la banda de la Esperanza ABC

«Vengo a mi casa, Capuchinos, donde se fue forjando mi desarrollo cristiano, católico y cofrade junto con mis frailes y mis hermanos del Redil de la Divina Pastora y mi cofradía del Císter». La vinculación de Alfonso Muñoz era tan honda ... como su propia vida y lo puso de manifiesto desde la primera letra hasta la última.

Su palabra, impregnada de emoción y de vivencias, pero también de teología y de sentido de cristiano comprometido, vertebró el pregón por el 25 aniversario de la reorganización del Redil de la Divina Pastora, y transmitió su misma vibración a sus hermanos.

Alfonso Muñoz fue hermano mayor del Císter y, como contó, se forjó como cristiano en el templo. Comenzó con la Epifanía como manifestación de Dios y cómo María está en el misterio «como Madre del Salvador y Corredentora».

«Mi Señora Soberana, que me llevas de tu mano, que me alumbras en las sombras, que me guías, que me enseñas curándome en la derrota, y calentando mis entrañas al arrebol de tu aurora», le cantó para después decir que fue la Virgen, la Divina Pastora, quien puso su nombre en los labios de quienes tenían que elegir pregonero.

Recordó entonces la procesión del 28 de junio de 1998, después de muchos años, sus preparativos y sus detalles, conducido por las enseñanzas de San Bernardo y de San Francisco de Asís. No podía faltar el recuerdo de Fray Ricardo de Córdoba, el gran impulsor, pero también del primer hermano mayor, Rafael Almoguera.

Contó cómo, cuando se estaba realizando el simpecado estrenado en 2021, se produjo un canto a la vida: había mujeres embarazadas entre las hermanas, devotas y allegadas, y en varios casos eran gestaciones complicadas. Atribuyó el que llegaran a buen término a la mediación de la Divina Pastora. «Fue un manifiesto por la vida con nombres propios», dijo, tras criticar la legislación que permite eliminar a los no nacidos del vientre de sus madres.

Por eso pidió a la Virgen «por todos los niños, nacidos y no nacidos, del mundo». Habló de la Eucaristía como sacramento fundamental y soñó después una procesión de septiembre con la Divina Pastora, con todas las estaciones de conventos en su camino.

«Que mi corazón se haga roca, peña para ser tu trono y risco en el que reposas, y así conmigo siempre vivas para que siempre pueda gritar, ¡Viva nuestra Divina Pastora!», proclamó. Y no fue el final. Soñó todavía con las campanas: «Repicad que no se escuchen ni los aplausos ni el himno, repique que sea oración y súplica de tus hijos».

Ver comentarios