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Mayo Festivo

Patios de Córdoba: San Lorenzo, donde brillan las flores y se cuidan las raíces

Los recintos cuidan la esencia entre la mirada a la tradición y la búsqueda cada año de nuevos retos

Estos son los Patios de Córdoba que no puedes perderte si vienes a verlos

Una visitante admira las plantas de Guzmanas, 7 Valerio Merino
Luis Miranda

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Entre árboles grandes y flores encarnadas que atraen a las abejas lo mismo que a las personas, no todo el mundo reparará en una pequeña maceta de flores que empiezan a crecer. Está en uno de los Patios del Juramento, en el que llaman verde, y en ella crecen juntos un pequeño olivo, apenas unas ramas con las inconfundibles hojas, y una buganvilla de brácteas blancas, que también existen, aunque se vean menos.

Tal vez el día de mañana el primero sea un árbol poderoso que se retuerza entre la tierra y el cielo y hasta ofrezca frutos, y la segunda sea un dosel o techo que despierte admiración y abofetee al visitante con su estampa densa. En el mismo patio, junto a la imagen de San Rafael de piedra, hay otra buganvilla muy frondosa, de color cárdeno, que alguna vez tuvo que ser, por fuerza, como la que ahora está en maceta.

El visitante encuentra ambas muestras al final de la ruta que llaman de San Lorenzo, y que discurre entre campanarios y espadañas de iglesias, como no puede ser de otra forma en el corazón mismo de la Córdoba clásica, y después de haber visto mucho encuentra allí el ejemplo de la fiesta.

Lo que ahora deslumbra, fue antes pequeño. Lo que ahora nace, admirará pronto. Un 'Donde te ves, yo me vi; donde me ves, te verás', pero sin calavera y mirando hacia la luz y hacia la vida. Se repara allí, en los Patios del Juramento, tras haber encontrado el primero entre jazmines estrellados y pura exuberancia, y cuando está cerca de acabar un camino de asombro.

Crecimiento

En la calle Guzmanas, por ejemplo, Óscar y Elena empezaron a participar hace algunos años con el empuje de su juventud y el espíritu de una casa que ya en el siglo XVII era parecida a como es ahora. Y este año los visitantes encontrarán una gran pared tapizada de gitanillas, coronada por la buganvilla.

Cada año tiene más colores un recinto con una cocina clásica que está especializado en una colección de plantas y flores antiguas, porque si la casa hundes sus raíces en los siglos anteriores también tiene que mantener el espíritu más clásico. Los visitantes se lo van agradeciendo y hasta preguntan por la gata, que duerme ajena al ir y venir.

Es la de San Lorenzo una ruta de patios de calles recónditas, y pocas más que San Juan de Palomares. El primero de ellos es uno de los clásicos. Ahora está sin habitar, pero conserva todo el sabor de las pequeñas habitaciones y de la forma de vida muy humilde en los cuartos que asoman al chino cordobés, a los geranios y gitanillas y a los limoneros.

Al final de la calle hay otro que data del siglo XIX y allí sus dueños han aprovechado sus pocos metros y meno sol para disponer plantas tradicionales y aprovechar elementos arqueológicos con los que el recinto se construyó. Hace siglos tendrían otro uso, pero ahora, en una nueva vida, embellecen un patio.

Uno de los patios, cuajado de flores VAlerio Merino

Rasca la torre de San Lorenzo el cielo con pocas nubes y en la calle Alvar Rodríguez hay una excursión de niños, que no faltan en este tiempo. Sus maestras se esfuerzan para que atiendan a las explicaciones y lo consiguen. En el número 8 se fijan en los cuernos de reno, que es una planta con unas hojas que recuerdan a las astas y miran al interior del pozo.

«En la galería la temperatura es de diez grados menos, por el frescor de las plantas», explica el cuidador, mientras señala los colores y explica a otras visitantes que las plantas por las que preguntan, y que este año están tan presentes, se llaman lobelias.

Muy cerca, en el número 11 de la misma calle, el patio tiene también colores, pero predomina el verde, en la costilla de Adán o en los helechos, y hay una rica variedad que otro profesor explica con de talle a alumnos que a pesar de su corta edad son capaces de preguntar y demostrar que el mundo de las plantas no les queda ajeno.

La ruta es casi más San Agustín al pasar las torres del Juramento y aproximarse a la espadaña. En la calle Mariano Amaya el recinto es popular y recuerda a la vida antigua de los patios viejos donde cohabitaban varias familias, y los más veteranos recordarán las macetas rojas que lo distinguen.

La plaza del Pozanco sabe desde el nombre a Cruces de Mayo y Patios de Córdoba. La primera ya no está desde mucho y algunos de los que antes abrían ahora están detrás de puertas cerradas, pero queda el número 6, todo un abanico de colores y de plantas tradicionales con algunas sorpresas.

Son las orquídeas que se disponen de forma delicada y que ofrecen el contraste de algo que sin ser del todo popular sí que va tomando sitio en la fiesta como un detalle de refinamiento.

En paralelo a la iglesia se llega a un clásico moderno que, como los demás, vio germinar a sus plantas y árboles hasta que comenzó a despertar la admiración. Es el de la calle Pastora, cuajado en la armonía que le da su dueño, Rafael Barón, y que este año tiene una disposición nueva, con las gitanillas en torno a la escalera.

Llaman la atención las flores con forma de campana de un arbusto australiano que se llama alyogyne, de la familia de las malváceas, pero el que ha entrado todos los años encuentra lo familiar del canto de la fuente, el abanico de colores, las calas, las macetas con formas antiguas y sobre todo la Virgen de la Salud.

En este 2024 está en su 25 aniversario y no paran de sucederse actos y cultos de la que puede ser la Virgen de los Patios de Córdoba. Lo que nació como una devoción particular ahora es un emblema para la fiesta. Todo tiene sus raíces.

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