Milán, aquellas pequeñas cosas

Primera opción del adónde ir, ya veremos si hay mesa o no, al compás del trajín del bulevar y de un personal amable y dispuesto, que se juega el tipo entre coches de la transitada acera. 45 años de servicio continuo a una fiel clientela. Milán forma parte de nuestros mejores momentos, ha sido escenario para muchos de descanso y alto en el hacer de cada día, de citas personales y de trabajo, de confidencias, del simple y agradable pasar el rato, de los niños y las palomas, de la noche de Reyes y los churros con chocolate.

Mientras escribo, canta en mi cabeza Serrat, merecido premio Princesa de Asturias de las Artes, y me advierte de que «uno se cree, que las mató el tiempo y la ausencia, pero su tren vendió boleto de ida y vuelta. Son aquellas pequeñas cosas, que nos dejó un tiempo de rosas en un rincón, en un papel o en un cajón», como las de Milán. Tarareo la canción. Son las cosas pequeñas de la existencia las que la construyen. La gran historia, la Historia con mayúsculas, ese ilustre devenir de los tiempos que mereció la inmortalidad de lo escrito, debe este preciado galardón a la pequeña historia, la que hacen personas corrientes y sus momentos cotidianos.

Es el presente vivido intensamente el que asegura un futuro valioso. El que atrapa con su disfrute lo bueno, aromas, sabores, colores, texturas, sonidos, -cada uno los suyos-, el que fija nuestra mirada en lo bello y verdadero, paisajes, música, poemas, sonrisas, caricias, abrazos, besos, las palabras honestas y cabales, el amor de nuestra vida, las personas a las que amamos, la autenticidad de los amigos, Dios que no se oculta, la encomienda bien hecha... Siempre la vida que bulle, enamora y permanece.