MIRAR Y VER
Jueves Santo
Es el día del amor fraterno, el de tantas manos que acogen, curan heridas, consuelan tristezas, comparten lo que se es y lo que se tiene
María Amor Martín: 'Adolescencia'
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El Jueves Santo es día de belleza indescriptible, de expresión de fe en Córdoba, que esplendorosa procesiona la pasión y muerte de Jesús en las calles o se recoge en los templos, postrada ante Cristo, para contemplarlo en la intimidad de los Monumentos. Tal ... como fue entonces, el Jueves Santo hace visible y posible el amor hasta el extremo. Es bueno recordar, -literalmente, volver a pasar por el corazón-, qué sucedió ese día y escucharnos en quienes lo vivieron por primera vez, un espejo en el que mirarnos y ver. A Jesús lo entrega Judas con un beso que es condena, a cambio de treinta monedas, sello de su culpa y trato con la muerte. Pedro nunca pensó que sería capaz de traicionarlo, él que era la piedra segura y le había prometido al Maestro seguirlo incondicionalmente. Sin embargo, aterrado, por tres veces negó conocerlo y lloró haber fallado por la fragilidad de su amor a quien más quería. Algunos discípulos duermen, otros, presos del miedo, callan, pocos permanecen. Cerca de Él, María, con el corazón deshecho y la fe inamovible, la madre que cree, que espera y sabe que el amor, al final, triunfará sobre la muerte. A su lado, Juan, el amado, el que en el cenáculo reclinó la cabeza sobre su pecho, acompasando sus latidos a los de Jesús. No podía dejarlo solo, no dudó, incluso cuando todo parecía desmoronarse.
Antes, Jesús se había reunido con ellos en su Última Cena. El Jueves Santo es la celebración de la institución de la Eucaristía, el pan y el vino, su cuerpo y sangre, su entrega por la humanidad y su presencia permanente entre nosotros y en nosotros. También la institución del sacerdocio: «Haced esto en memoria mía». Sacerdotes, llamados a compartir la misión de Cristo, ministros de los sacramentos e imagen viva de Jesús. Es día de agradecer y pedir a Dios por ellos.
El Jueves Santo es vocación de amar, querer libremente alejarse del orgullo, del afán de poder y de dominio. Aquel día Jesús se arrodilló ante sus discípulos y les lavó los pies en señal de humildad y servicio hacia los demás y, en la familiaridad de la amistad, les propuso el mandamiento que identifica por siempre a sus seguidores: «Un mandamiento nuevo os doy, que os améis unos a otros; como yo os he amado», con un amor que es entrega de sí, desinteresado, sin límites, para el que nada es ajeno y todos se vuelven prójimos. Por ello, es el día del amor fraterno, el de tantas manos que acogen, curan heridas, consuelan tristezas, comparten lo que se es y lo que se tiene, secan lágrimas, alivian decepciones, luchan contra las injusticias, acompañan soledades, dan sentido y razón, trabajan por la paz y hacen del amor su bandera, testigos del Amor infinito de Dios y de su esperanza.
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