MIRAR Y VER

Más que Feria

El ser humano es un ser que celebra, es una esencial necesidad y así ha sido desde el principio de los tiempos

Ocupación hotelera del 80 por ciento de promedio en el primer tramo de la Feria de Córdoba

Dos jóvenes se hacen una foto delante de la portada RAFAEL CARMONA

La Feria de Nuestra Señora de la Salud, la fiesta grande del mayo de Córdoba, se prevé, ya en su recta final, un éxito rotundo, bendecida, este año, por la temperatura y un sol de primavera y no de justicia, sostenida por el incremento ... en la afluencia de visitantes y atinada en el mantenimiento de casetas de libre acceso, seña de igualitaria acogida, que hay que conservar a toda costa y que la diferenciará de otras ferias vecinas caracterizadas por la privatización, lo que podrá llegar a convertirla en una mejor opción para visitantes.

El ser humano es un ser que celebra, es una esencial necesidad y así ha sido desde el principio de los tiempos. No ha habido época, cultura o civilización que no haya celebrado. Las celebraciones suponen la ruptura de la cotidianeidad, irrumpe la fiesta y cesa el continuo e idéntico pasar de cada jornada. La celebración marca, como especiales, algunos días entre muchos iguales, son días de fiesta, diferentes al resto. La fiesta se torna un microcosmos perfecto que rompe con la realidad y sus suertes habituales, buenas o malas, eso solo Dios lo sabe. Necesitamos los momentos festivos en los que se exaltan las bondades de la vida: la presencia de la familia, de los amigos, el vínculo con otros, tal vez desconocidos, con los que se comparte la celebración, como un destino vital común, el de saber que la vida merece ser vivida.

Todo ello se expresa a través de acciones, casi rituales, que se repiten, significan la celebración y afianzan la identidad y pertenencia de quienes disfrutan de ella. Un tiempo y un lugar concretos: mayo en El Arenal; una indumentaria específica: trajes de flamenca y de corto, volantes, flores en el pelo, sombrero cordobés, peinillas, pendientes y pulseras, mantoncillos con trabajados bordados; un vocabulario particular: real, faralaes, lunares, duende, caseta, farolillos, alumbrado, fino, rebujito, catavino, calle del infierno...; el goce sensorial: explosión de color y brillantes luminarias, de música, baile y sabores; una emoción compartida: la alegría rebosante. Y una actitud, que marca que es más lo que nos une que lo que nos diferencia: el arte y la voluntad de encuentro, esencia de la celebración y de nuestra humanidad.

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