La Graílla
Egipto y la Navidad
Los que han conocido la excelente exposición darán por buenas las luces si piensan en cuántas ciudades de Europa las han quitado por miedo
Los ángeles que quedan
Para otro lado
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Iniciar sesiónPrimero curiosidad, más tarde incredulidad por poder verlas en Córdoba, al final, admiración y agradecimiento y, por último también un poco de angustia. Las casas del alma que reproducían en terracota el lugar en que iba a reposar el alma del que se había ... marchado y que había habituado un lugar igual; el dios Bes que en sus rasgos grotescos ahuyentaba víboras y animales, las divinidades que protegían durante el parto, las máscaras mortuorias que guardaban un recuerdo del ausente.
La exposición 'El despertar a la vida. Infancia y adolescencia en el antiguo Egipto' es el gran hito cultural de las últimas décadas en Córdoba por la calidad de los fondos y el excelente discurso con que relatan cómo se nacía y crecía en el país del Nilo y por eso merecerá todas las visitas posibles en estos meses en que permanecerá en una ciudad que tiene que apurarla con la avidez del que sabe que su presencia es un lujo excepcional.
Unas pocas horas antes de que las autoridades civiles y militares cortaran la cinta habían pulsado el botón con que se iluminaban las luces de Navidad, empezaba el espectáculo de luz y música de la calle Cruz Conde y una gran parte de Córdoba se convierte en un escaparate inmenso lleno de personas que van y vienen en busca de objetos que los demás no necesitan y de otros que celebran comidas o cenas con gentes a las que en realidad no soportan y que con ayuda de un chorreón generoso de licor terminarán por saberlo.
Quien reniega de la cáscara hueca que cubre a la Navidad y busca refugio allí donde no haya quiméricos premios de Lotería muy repartidos, campañas de una solidaridad desdeñosa que se marchará con los Reyes Magos y la obligación de comer mucho más allá del sentido común y de los límites naturales del cuerpo puede hacerlo y tendrá razón, pero el que es capaz de mirar lo que sucede en la decadente Europa y ha conocido la exposición de Egipto dará por buenas las luces, el ritmo machacón del 'Jingle bells' y el no mucho mejor de los villancicos rocieros.
Aquellos egipcios que decoraban los ataúdes y enviaban a sus hijos a que aprendieran a leer y escribir tal vez pensaran que su cultura no dejaría de crecer mientras el Nilo siguiera fertilizando las orillas y ni serían capaces de concebir que habría algún día en que sus viejos dioses quedarían como estatuas decorativas arrumbadas por nuevas oraciones.
Ni sospecharían que haría falta una piedra Rosetta para descifrar la escritura jeroglífica. Los ritos consumistas de este tiempo se darán por buenos y los renos y estrellas casi abstractos se bendecirán si se piensa en cuántas ciudades de esta Europa que reniega de su identidad y de sus raíces han empezado a retirarlos para no enfadar a unos musulmanes que ya los superan en valentía y pronto lo harán en número. Habrá que buscar en la esencia y perderse en los detalles de los belenes para que al cabo de 50 años no tengan un panel que explique qué significaban.
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