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Juana Castro: «La poesía me da un sentimiento más profundo que la propia vida»

ENTREVISTA

Acaba de presentar 'He cantado en la noche', un libro de casi 800 páginas en el que vuelca su obra completa

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Juana Castro, en un patio de la Diputación de Córdoba RAFAEL CARMONA

«Escribir poesía es un sentimiento profundo, más profundo que la propia vida, porque es un acto de creación, y el acto de crear es como imitar a Dios: creas con la lengua, con el lenguaje, un algo que es concreto y a la ... vez abstracto, y personal y a la vez común, universal». Juana Castro (Villanueva de Córdoba, 1945) ha reunido sus poemarios en un volumen de cerca de ochocientas páginas titulado 'He cantado en la noche' (Colección Torremozas).

Todo empezó con 'Cóncava mujer' en 1978. O tal vez mucho antes: cuando la niña de Los Pedroches que fue comprendió que lo suyo era escribir y recitar: compartir el dolor para sanarlo, los sueños para conquistarlos y el pasado para ser capaz de reconstruirlo. La autora recibe a ABC en su domicilio, cerca del Centro de la ciudad, al poco de la presentación del libro en la Diputación.

-¿Ha dejado de escribir poemas de una manera constante?

-Sí...

-¿Por qué?

-Pues porque los motivos y las vivencias que yo tenía para escribir poesía quizás han pasado a otro plano, y no tengo la necesidad que he tenido antes de escribir. Ahora mismo no. Para que me ponga a escribir tiene que pasar algo que me llegue mucho.

-«Juana Castro es la mejor mujer poeta viva en España». Usted y los asistentes a la presentación de su poesía reunida en la Diputación escucharon esta frase repetidamente. ¿Está de acuerdo?

-No lo creo, no sé... Hay muchas poetas, pero bueno, a lo mejor de mi edad sí es verdad que puede ser que no haya, sino ya de generaciones posteriores. Al haber editado la poesía completa y haber reunido todos los libros parece que he cumplido una etapa. Y claro, ya me tendría que animar para escribir más, pero que no tengo la necesidad que he sentido en otros años, en otros momentos de mi vida.

-¿Y en otras etapas por qué sí sentía esa necesidad? ¿Qué le motivaba?

-Pues la vida, obviamente... El transcurrir de la vida. Sí, eso.

«Tiene mucho la poesía mía de vivencia del campo: conocí la era, la siega, la siembra, toda esa vida desde que era pequeña»

-El primer poema de 'Cóncava mujer' se titula 'María despojada', y lo encabeza usted con una cita de Francisco Umbral que dice: «A cierta edad, el pasado empieza a interesar más que el futuro».

-Es como una manera de defender la poesía, porque la poesía, claro, la puedes escribir en el momento, pero es difícil que si estás sintiendo algo y te está ocurriendo algo que encuentres el tiempo y la actitud, las ganas, para ponerte a escribir: lo que tengas que escribir lo escribes después. Por eso dice Francisco Umbral que el pasado empieza a interesarte más que el futuro.

-¿Y a usted, en el momento de la vida en el que se encuentra, qué le interesa más, el pasado o el futuro?

-Ahora, curiosamente, vivo el presente sin pensar mucho en el futuro. A mi edad no tiene mucho sentido pensar en el futuro, por lo que viví con mi abuela, con mi madre y con mi padre, que los dos murieron de Alzheimer...

-Acaba de citar a sus padres y la enfermedad, que forman parte de su poesía junto a los cuidados a las personas que necesitan ayuda, sobre todo los que cargan sobre los hombros de las mujeres.

-De todo me tocó, porque también tuvimos un hijo que era el varón, y enfermó de leucemia. Ya vivían sus dos hermanas, y entonces aquello fue tremendo. Y murió con seis años. Y la poesía, pues sí, me servía para recordar y curar.

La poeta ha compatibilizado la creación literaria con la docencia RAFAEL CARMONA

-'Cóncava mujer' planteaba a finales de los años 70 del siglo pasado debates sobre el papel de la mujer que luego desarrolló el feminismo ideológico. ¿Cree que abrió un camino?

-No creo que yo haya abierto un camino en el feminismo, la verdad. No lo sé... En la poesía he tenido lectoras y lectores, sobre todo mujeres, que me han felicitado, que me han pedido opinión. Esto sí. Pero en lo demás... ¿Que si yo he abierto camino? Quizás en la poesía. Tal vez... Y quizás el libro 'Del dolor y las alas' les haya servido para superar o acompañarlas en una situación similar, porque lo de que se te muera un hijo con seis años es una cosa muy dura: después de la enfermedad, de la leucemia, de los tratamientos... Es horroroso. Sí, es que la enfermedad con un niño de cinco años y de seis es una cosa tremenda. Ver el sufrimiento en un ser tan inocente es muy duro. Y claro, a mí me sirvió escribir ese libro, que en realidad lo escribí después de morir él, pero recordando los momentos que pasamos. Luego tuvimos otro hijo varón.

-Umbral, por cierto, escribió 'Mortal y rosa' cuando perdió a su hijo pequeño por otra enfermedad. ¿Le sirvió de referencia?

-Lo leí también, sí.

-¿Y le inspiró?

-No. Porque era un escritor que a mí me gustaba leer en los libros y en los artículos, pero claro, yo era de poesía y él de prosa; entonces era muy diferente.

-De usted escribió Pablo García Baena que había firmado poemas «con el aliento de los siglos».

-¿Eso dijo Pablo de mí?

-Sí.

-Pues no conocía yo esa cita... Pablo me animó porque, claro, mi marido y yo éramos maestros y cuando ya nos matriculamos en la Facultad de Filosofía y Letras para estudiar veníamos dos veces en semana a las clases en Córdoba. Y, luego, nuestra ilusión era venirnos a Córdoba, y así sucedió con el tiempo, porque lo pedimos en el concurso y ya nos instalamos en Córdoba. Entonces, entré en contacto con grupos de poetas, como Zubia, Antorcha de Paja, Kabila. Y yo acudía a las reuniones y luego ya me uní al grupo de Zubia. Y bueno, pues ahí sí nos leíamos lo que habíamos escrito durante la semanal. Y claro, los demás te daban su opinión, te decían lo que les chocaba o lo que no les parecía bien, o lo que les resultaba acertado. Aprendí mucho.

-¿Y ahí entró en contacto con Pablo?

-No... Él era de los mayores.

-Cántico sería una referencia entonces para ustedes en ese momento.

-Me gustaba, sobre todo, el uso del lenguaje que hacía Pablo. Lo que pasaba es que otros componentes de Cántico no estaban aquí. Y Vicente Núñez estaba en Aguilar. Pablo y él se reconocían y se trataban. Tuve relación con Vicente, bastante... Me acuerdo de su sentido del humor: había frases que, o sea..., que te tenías que quedar pensando lo que había dicho de la profundidad que transmitía.

Punto de vista

«Ahora, curiosamente, vivo el presente sin pensar mucho en el futuro. A mi edad no tiene mucho sentido pensar en él»

-Vicente Núñez señaló que sus poemas hacían «un invento textual del sexo».

-Bueno, a mí me reconocieron en Córdoba y fuera como poeta mujer. O sea, que de alguna manera yo transmitía la vivencia de las mujeres. El parto, la maternidad, la relación amorosa...

-En el prólogo de 'He cantado en la noche' Nieves Muriel, que firma el estudio inicial sobre su obra, sostiene que las poesías de Juana Castro «dan sentido a lo que regresa». ¿Por qué?

-Porque tiene mucho la poesía mía también de la vivencia del campo, y de mi madre y de mi padre, que eran labradores. Y claro, yo desde pequeña conocía esa vida porque los veranos los pasábamos en el campo. Conocía la era, la siega, la siembra, todo eso. Yo recuerdo andar entre las espigas crecidas, verdes, entre el trigo, entre la cebada, también entre la faena de la era, donde se separaba la paja del grano. Y he metido también vivencias que no son mías, pero que las he oído contar. Porque es que mi abuela quedó huérfana de padre y su madre se casó con otro señor. Y entonces llegó un momento que no tenía ni madre ni padre, sino que tenía padrastro y madrastra. Y algunas cosas las he escrito yo pero en realidad es en la voz de esa abuela.

-Otra voz de mujer...

-Sí... Internamente yo sentía y veía, sobre todo en el ambiente rural, que las mujeres estaban muy sometidas. Tenían que hacer lo que les mandaban. Y aunque estuvieran casadas, yo he visto cuadros muy duros. No de mi madre ni de mi padre, no, pero sí en algunos otros sitios... Por ejemplo, la pastora y el pastor. O sea, había una relación que era totalmente desigual. Y la mujer tenía que hacer lo que mandaba el hombre. Bueno, y en cosillas más nimias también. Si decía el hombre que íbamos a ir al pueblo desde el cortijo había que organizar un montón de cosas, porque no se iba en un coche, sino en un carro. Y entonces aquello podía generar roces entre el hombre, que era la autoridad de la familia, y la madre, a la que se la respetaba pero los otros ámbitos: en el doméstico, en la comida, en la ropa, así. O sea, tenían como muy repartidos los roles. Y todo eso ha estado en mis poemas de estos años.

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