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Patrimonio inteligente y emprendimiento
Cada vez que aparece una nueva tecnología, predecimos la muerte de las anteriores. Y siempre nos equivocamos
Ánimas, Tristezas y los poetas
Un ataque a todos
Córdoba
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Iniciar sesiónEl pasado viernes tuve el honor de clausurar el Congreso Nacional de Emprendimiento en las Artes Escénicas, organizado por la Cámara de Comercio de Córdoba y el Conservatorio Profesional de Música de Córdoba 'Músico Ziryab'. Bajo el subtítulo 'Innovación, creatividad y sostenibilidad' ha reunido ... a muchos profesionales apasionados por las artes escénicas.
Mi conferencia la titulé 'Patrimonio inteligente y emprendimiento'. La Inteligencia Artificial está aquí para quedarse, es imparable, y va a transformar radicalmente las industrias culturales. Ya lo está haciendo. Hay algoritmos que componen música mejor que muchos compositores mediocres.
Hay programas que generan textos más coherentes que muchos guionistas. Y dentro de poco, si no lo están haciendo ya, podrán crear mundos virtuales que rivalicen con cualquier escenografía teatral.
Pero déjenme contarles algo que les hará sonreír. Esta no es la primera vez que enfrentamos este miedo existencial. ¿Se acuerdan cuando se inventó la fotografía en el siglo XIX? Los pintores entraron en pánico. «¡Se acabó la pintura!», gritaban. «¿Para qué vamos a seguir haciendo retratos si una máquina lo hace en segundos?» ¿Y saben qué pasó? Que la pintura no murió. Se liberó.
Surgió el impresionismo, el expresionismo, el cubismo... porque los artistas entendieron que su valor no estaba en copiar la realidad, sino en interpretarla, en emocionarnos, en hacernos ver el mundo con otros ojos. Luego vino el cine.
«¡Adiós al teatro!», decían. «Nadie va a querer ver actores en vivo cuando puede ver a las estrellas de Hollywood en una pantalla gigante». Y el teatro sigue llenando salas porque ofrece algo que ningún filme puede ofrecer: la magia del presente compartido, el riesgo del directo, esa electricidad que se crea entre el actor y el espectador.
Después llegó la televisión. «Ahora sí que el cine está acabado», vaticinaban. Pero no. Y luego Internet, los videojuegos, las plataformas. Y cada vez que aparece una nueva tecnología, predecimos la muerte de las anteriores. Y siempre nos equivocamos.
Porque estamos confundiendo la herramienta con el alma. La tecnología puede imitar, reproducir patrones, sorprendernos. Pero hay algo que no puede hacer: no puede sentir. No puede vivir. No puede llorar de verdad ni reír de verdad ni temblar de emoción ante un público.
En el futuro ¿qué será lo verdaderamente valioso? ¿qué será lo que la gente buscará con desesperación? Lo auténtico. Lo real. Lo humano. La posibilidad de estar en una sala oscura con otros seres humanos, respirando al mismo ritmo, riendo y llorando juntos. Y en ese futuro artistas, creadores, emprendedores, escritores, serán los nuevos chamanes, los guardianes de lo auténtico, los que nos recordarán qué significa ser humanos.
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