desde mi rincón
Comunicar
La tecnología nos brinda infinitas formas de comunicación. Es fácil comunicarse con el alcalde o los responsables de la oposición
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Escuela de cortesía
A veces nos hemos quedado con las ganas de ponernos en contacto con los responsables políticos de Córdoba para decirles lo sucia o deteriorada que se encuentra una calle, comentar algo sobre ruidos, hablar de inseguridad, tráfico, relaciones con la administración municipal, o tal vez ... poder felicitarles por algo. Digo esto porque un lector me pide que le dé mi opinión sobre «cómo comunicar con los responsables políticos para hacerles llegar opiniones, propuestas o quejas sobre el funcionamiento de la ciudad».
La tecnología nos brinda infinitas formas de comunicación. Es fácil comunicarse con el máximo responsable político del ayuntamiento, con cualquier miembro del equipo de gobierno o con los responsables de la oposición. Todos han dispuesto canales para que los ciudadanos podamos comunicarnos con ellos. El problema está en el significado que de la palabra «comunicar» hacen los políticos y la que podemos hacer los ciudadanos.
Los ciudadanos corrientes entendemos por participar «trato, correspondencia entre dos o más personas». Sobre todo, cuando se trata de comunicar con los políticos de la administración más cercana. Esa interpretación choca, lo digo por experiencia, con la que hacen algunos de nuestros representantes políticos. Ellos entienden por «participar» que «les hagamos participes de lo que consideremos conveniente» sin que por ello tengan la obligación o el detalle, de contestar o, al menos, darse por enterados.
Quienes así actúan no son conscientes de que son servidores públicos, que lo son, con lo que eso representa. Son muchos los asesores, coordinadores y aduladores remunerados que rodean a los responsables políticos de nuestro ayuntamiento y no es comprensible que cuando un ciudadano se dirige educadamente a uno de ellos por cualquier asunto, por muy disparatado que sea, usando los canales que le permiten participar en la cosa pública, reciba la callada por respuesta.
Decía Aristóteles que «la dignidad no consiste en tener honores sino en merecerlos». Los políticos que de forma personal o delegada no responden a las cuestiones que educadamente plantean los ciudadanos a título individual, no son dignos de nuestra confianza.
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