REPORTAJE

Los estragos del calor en el arranque del mes festivo en Córdoba

Trabajadores a pie de calle, turistas y asistentes a las Cruces se las ven con temperaturas más propias del verano que de la primavera y se las ingenian para sobrellevarlas

El termómetro funde todos los récords en abril y roza los 39 grados

Turistas suben por el Bailío, este viernes EP

Rafael Aguilar

Córdoba

28/04/2023
Actualizado a las 19:32h.

La misión es explicar el calor. A un señor del Centro de Europa, o más o menos, que vive en una ciudad desde la que se ven los Alpes. La conversación surge en el grupo de 'whatsapp' efímero con motivo de la ... estancia en Córdoba de su hija a cuenta de un intercambio de alumnos de Bachillerato.

«Amigo, que en la televisión francesa están diciendo que allí estáis a cuarenta grados, que esto es histórico. Te mando un enlace con el video. Cómo lo lleváis», pregunta el hombre. Silencio por unos minutos. Hay que sopesar la respuesta para evitar la alarma pero sí dar cuenta de la situación poco ordinaria.

«Querido, tú me has dicho ya que conoces Andalucía, pero la zona costera, donde las temperaturas son más suaves. Aquí, en el interior, los termómetros rozan o superan los cuarenta grados a partir de finales de mayo. En condiciones normales. Y lo que estamos viviendo es poco frecuente. Pero tranquilo, que en casa hemos puesto ya el aire acondicionado», escribe el anfitrión. Al poco, salta el dato de que la provincia ha alcanzado los 36,4 grados a las 15.30 horas, la cuarta temperatura más alta de España durante el viernes.

También ha echado mano ya de la refrigeración doméstica Carlos Peso, un electricista que trabaja como manitas para los apartamentos turísticos que florecen como setas.

«A este punto hemos llegado: si no hay aire en las casas no voy a arreglar nada. Que hay que cuidarse para llegar a viejo», dice el profesional del mantenimiento mientras mete los trastos en la furgoneta en la plaza de La Trinidad.

«No sé. A mí me da que estos calores han llegado para quedarse. Es raro. Estamos viviendo las temperaturas de julio, o casi, antes de que llegue mayo. El mundo se ha vuelto del revés», sostiene quien ha adelantado la aplicación del horario de verano. «Desde esta semana empiezo a trabajar a las siete y media de la mañana y a las doce corto, a no ser que haya una urgencia. Y hasta el día siguiente».

Carla sirve cafés y copas en la plaza del doctor Emilio Luque. «Busco la sombra como un perro viejo y sabio», resume la chica a la hora del aperitivo, a la que acuden turistas argentinos que quieren sentirse como en casa al calor de las empanadas de un local cercano. «Me encanta mi trabajo, el trato con los clientes es siempre, o casi siempre, agradable, pero me gustaría que se pusieran de vez en cuando en nuestro lugar: sudamos como nadie bajo este sol para ganarnos el pan», se despide.

Sustos

Los sustos del mercurio no es que le preocupen demasiado a cuatro amigas que vienen de Lisboa y que picotean lo que puede y que bailan, también lo que pueden y como pueden, en la plaza del Conde de Priego. Sí, en la Cruz de Mayo del Resucitado. «Niño, por lo menos hemos montado la barra sin sustos. No como con el paso. ¿Sabes lo que te digo, no?», bromea uno de los camareros cofrades a cuenta del contratiempo del Domingo de Resurrección que dejó al Señor en la parroquia de Santa Marina por un fallo en el mecanismo de las patas del paso.

Una joven se refresca en el Patio de los Naranjos VALERIO MERINO

Van a dar las tres de la tarde y parece que el único al que el calor le da igual es a Manolete, allí en su estatua orgulloso de ser uno de los antecesores de Morante en conseguir un rabo en la Maestranza de Sevilla. «Que viene a Córdoba en la Feria. Yo no voy que en la plaza de achicharras. La que tiene que caer dentro de un mes en Ciudad Jardín va a ser de récord». Lo dice Eusebio de Juan, un vecino de Pedroche que vende repuestos para motos y que ha cuadrado una visita a los concesionarios de la ciudad para poder encontrarse con sus compañeros de estudios.

La tradición anual

«Es una tradición anual: nos juntamos y hablamos de nuestras cosas. Intentamos que cuadre en alguna de las fiestas de mayo, y a ser posible que no sea en la Feria, que allí nos morimos con el Lorenzo», apostilla. «Josele, mi cerveza que sea de maceta, no como la de antes», advierte al emisario al que la cuadrilla ha mandado a la barra.

A esa hora, los colegiales cansados del viernes por la tarde buscan la sombra de Mayor de Santa Marina y los soportales de Las Ollerías. Rosa da clase en Torre de la Malmuerta. «Todo se hace más duro en cuanto llega el calor. Los alumnos se ponen más nerviosos, es como si estuvieran contando los días para las vacaciones. Pero reina el buen entendimiento», reflexiona. Y al fondo, el reloj electrónico de la prolongación de Molinos Alta trepa hacia los cuarenta.