El encarecimiento del alquiler pone en apuros a los universitarios en Córdoba

La Asociación de Agencias Inmobiliarias de Córdoba (Asaicor), que aglutina a 41 operadores radicados sobre todo en la capital, maneja el dato de que el citado cambio legislativo supuso una caída de entre el 10 y el 15 por ciento del mercado de arrendamientos urbanos en la ciudad, porque los propietarios han decidido inclinarse por el mercado de la compraventa.

Y el Colegio de Administradores de Fincas de Córdoba, que preside Mercedes Romero, señala que «es lógico que se produzca esta subida de los precios del alquiler, también en los de estudiantes, y por varios motivos».

El primero tiene que ver, en efecto, con la Ley de la Vivienda, que impide que la actualización de la renta sea de acuerdo al IPC [el Índice de Precios al Consumo], como hasta ahora, sino de acuerdo a los topes que la propia norma establece, y que es menor que el encarecimiento del coste de la vida, por lo que los dueños se quieren asegurar una renta alta desde el primer momento».

Hay otro elemento más de peso relacionado con el texto legal vigente desde primavera. «La nueva norma endosa al arrendador el coste del contrato, con lo que éste suele repercutirlo en la mensualidad», indica Romero.

El tercer elemento que eleva el coste de los alquileres universitarios está relacionado con el boom de las viviendas turísticas. Lo explica también la presidenta del Colegio de Administradores de Fincas. «El parque de viviendas para estudiantes es bastante limitado en Córdoba, distinto al residencial común, y se ve afectado por el auge de las viviendas turísticas», añade Romero.

En otras palabras: el dueño de un piso prefiere confiar en el tirón del turismo interior y en el internacional, que va recuperando el pulso, antes que comprometerse durante toda la temporada con estudiantes, por más que esta última opción le asegure unos ingresos estables mensuales.

El resultado es que los estudiantes se las ven y se las desean para que sus por lo general bastante ajustados presupuestos den para pagar la renta mensual de una habitación en un inmueble compartido.

ABC ha recabado la opinión de varios jóvenes que viven con inquietud estas semanas previas al arranque de la actividad académica y sus relatos son similares: coinciden en que tienen problemas crecientes para hacer frente a los gastos de alojamiento.

A falta de un dato cerrado o estadístico sobre cómo ha evolucionado al alza el importe del alquiler, de los testimonios recogidos se deduce que es complicado hacerse con un cuarto por modesto que sea en la capital por menos de 200 euros al mes, cuando hasta hace un par de ciclos lectivos la cantidad no llegaba a los 180.

El caso de Elena Bautista Sánchez es ilustrativo: este curso que entra va a renunciar a vivir en Córdoba porque el dinero no le llega, y se quedará en su natal Montilla estudiando oposiciones. «En Córdoba he hecho EducaciónPrimaria, el grado medio del Conservatorio y el año pasado hice un máster a distancia por la Universidad de la Rioja: he estado estos cincos cursos de atrás en un piso alquilado en la zona del Hospital de Quirón, compartido y por el que pagábamos seiscientos cincuenta euros», indica la chica.

«Hace dos años el propietario nos dijo que había que subir el precio, porque en la zona habían construido promociones que habían elevado los alquileres, pero que nos lo iba a perdonar, pero ahora nos ha informado que no hay más remedio que subir a setecientos cincuenta euros, también porque ha hecho una serie de reformas, que en realidad es colocar un ventilador en el techo», añade Elena.

Ella y sus compañeras han decidido renunciar al inmueble y quedarse en casa, en sus municipios de origen, el próximo ciclo académico. «Voy a estudiar oposiciones y necesito tiempo: el año pasado, para poder hacer frente a la mensualidad, tuve que trabajar para poder completar el dinero con lo que me daban mis padres: daba clases de particulares, cuidaba a niños y enseñaba canto. Pero ahora, si hago lo mismo, no tendré tiempo para prepararme los exámenes», concluye.

Natalia P. recibió una desagradable sorpresa hace un par de semanas. «Viví el pasado curso en un piso en el Parque Cruz Conde por el que pagaba ciento ochenta euros, y apalabramos con el dueño que este curso que empieza que íbamos a seguir las mismas compañeras. Nos llamó a comienzos de agosto para informarnos de que iba a subirnos la mensualidad a doscientos por cabeza, cuando ya no hay margen para buscar otro alojamiento», relata la joven.

Andrea Lozano Ayllón, de 21 años es natural de Benalmádena y acaba de terminar Psicología en Loyola. Ella sufrió ya en el ejercicio que concluyó en junio el encarecimiento de los precios. «Estábamos en República Argentina, y con lo cara que está la luz se me iba la mensualidad a doscientos sesenta euros, cuando otros años no he pagado más de doscientos diez», lamenta. «Soy celíaca y todo está caro: llegaba fin de mes y tenía que quedarme sin salir porque no tenía dinero o pedir prestado a una amiga para comprar leche», resume.