Córdoba entre líneas
Chris Ortiz: «Antes se llevaban los macrofestivales y ahora los conciertos boutique»
Todo empezó con el blues en Cazorla junto a Carlos Espinosa, con quien dirige una firma con 14 años de andadura que le ha organizado la última gira a Joaquín Sabina, se trajo a Córdoba a Mark Knopfler, Sting y Bob Dylan, y representa a Melendi, Malú y Manuel Carrasco
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El empresario, en una sala de la sede de Riff, en Gran Capitán
Cuando acabó su última actuación en Sevilla, Joaquín Sabina se metió en el coche y, de camino al hotel, le hizo una confidencia a Chris Ortiz: «A mí me dicen que iba a cantar en La Maestranza y que iba a ... venir Curro Romero a verme, en su plaza, y no me lo hubiera creído en la vida». Christopher Ortiz Temnitzer (Nueva York, 1976) se afincó en Córdoba en 2010, cuando fundó en la ciudad la productora de eventos musicales Riff junto a Carlos Espinosa, con quien llevaba ya trabajando casi quince años en la organización de conciertos.
La entrevista se desarrolla en la sede de la empresa en la avenida de Gran Capitán, un local de tabiques transparentes, paredes acogedoras y diseñado como si estuviera en el corazón del Soho. Ortiz es un buen conversador: responde a las preguntas pausadamente, sin hacerle mucho caso al móvil, que suena de vez en cuando. En una ocasión sí que le pide permiso a su interlocutor para atender un aviso: es Melendi, uno de los artistas estrella de la compañía, que le llama para darle el visto bueno a un video que van a lanzar en las redes sociales.
-¿Los viejos rockeros nunca mueren?
-Ahora menos que antes. A nosotros nos pasó con el blues una cosa muy curiosa: cuando empezamos a hacer el Festival en Cazorla los músicos eran muy mayores, y nos sorprendía, y ahora nos estamos dando cuenta de que no era porque los 'bluseros' fueran más fuertes o más duros, sino porque pertenecían a otra generación. En el último concierto que hicimos con Bob Dylan, tenía 82 años, al despedirse en Barcelona, me preguntó cuándo volvíamos a organizarle uno; él es una persona muy poco accesible, a lo mejor puedes hablar con él cinco minutos sólo. Le contesté que cuando él tuviera hueco, y me dijo que le buscara la fecha. Es curioso el modo de vida que llevan, que es triste pero también bonito: ellos tienen es compadreo en la carretera con su equipo de sonido, con su batería, con el otro… Son colegas, se llevan bien. Porque si no se llevan bien los despiden.
Ortiz estudió Economía y Logística en la Universidad de Maryland
-Ahí tenemos el caso de Pancho Varona.
-Claro. Aunque lo de Pancho es una historia más larga. Es un caso aparte. Ahora más que nunca, ellos [los músicos veteranos] tienen esa necesidad, la de tocar en el escenario, reunirse con gente, y sobre todo salir a la carretera. El Covid les afectó mucho, porque les ha cogido con una edad ya: antes se entraba y se salía de los países con más facilidad. Algunos de ellos viajan en su avión privado, tienen su restaurante favorito en Roma, su tienda preferida de discos en Amsterdam, o amigos con los quieren reunirse en París, se traen a los nietos al show, o van al partido del Barça. Tienen esa necesidad de la carretera, del compadreo.
-Hace unas semanas publicamos en las páginas de Cultura de ABC que las giras de despedida de algunos artistas o grupos son un tongo. Porque algunos llevan años despidiéndose.
-Hay otra cosa: las giras de aniversario. Luego está el caso de quien se despide y vuelve siempre, que es el de Miguel Ríos. Nosotros hicimos con Serrat la gira de su despedida en 2022: fue muy emotiva, muy triste, porque veías que el hombre de emocionaba, en cada concierto hacía un discurso y hablaba de los productores que tuvo en sus comienzos en cada ciudad a la que iba; o de los restaurantes que visitaba, que en algunos casos llevaban veinte años sin existir. Él, Serrat, aceptó esa despedida en cada sitio con mucha dignidad: decía que no estábamos allí para llorar, sino que era un día de fiesta y para disfrutar y agradecer a su público en persona el apoyo de los años. Eso no quiere decir que mañana no dé un concierto benéfico, lo que no quiere hacer es girar, armar una cosa que le ocupe seis o u ocho meses de su vida. Yo entiendo que eso da mucha pereza: marcharse de casa tanto tiempo, con esa edad, los hoteles sin la familia, todo eso.
-El otro día me saltó en Facebook una historia de José Luis Perales, basada en una entrevista reciente, en la que se quejaba justamente de eso, de la soledad en la habitación del hotel cuando estaba en América sin su familia. Es un síndrome, ¿no?
-Bueno, nosotros le hicimos también la gira de despedida a José Luis, y fue muy emotiva. Él tenía claro que se iba. Perales disfruta mucho de cosas muy cotidianas: de su jardinería, de ir con sus nietos a un parque, y es una persona que tiene la vida personal y la vida profesional muy separadas. Él puede moverse por ahí con libertad, sin que lo reconozca todo el mundo, sin seguridad.
El copresidente de Riff durante su conversación con ABC
-Lo dieron por muerto hace unos meses, y fue casi el último en enterarse.
-Vaya. Llamamos nosotros a su mánager cuando nos llegó la noticia. Vaya susto. El mánager nos dijo que acababa de hablar con su hijo y que estaban cenando en París. Es un mundo tan bonito, el de los conciertos y las giras digo, que ellos disfrutan tanto, que entiendo que les cueste trabajo dejarlo.
-¿Qué artista español es el que más dinero se embolsa en los conciertos?
-Uf. Rosalía es una, porque han entrado en el mundo anglo y puede cobrar mucho por las entradas. Y luego hay cosas que pueden sorprender, porque gente como Aitana o Quevedo están tan fuertes que…
-¿Los más famosos no tienen por qué ser los que más ganan?
-No, no. Depende mucho del tipo de público que tenga cada artista. Con Manuel Carrasco hicimos dos días en el Estadio Olímpico de Sevilla, y eran setenta mil personas por noche, y vendes lo mismo un concierto que en casi cinco en el WiZink Center de Madrid. Alejandro Sanz en su día era lo más, pero ahora todo ha cambiado tanto… Hombres G ha hecho una gira muy grande, han llenado el estadio de béisbol de Miami. Las estrellas y sus manías
-Usted trata de un modo directo con estrellas de la música: ¿Hay algunas que son encantadoras y otras insoportables?
-Sí. Eso es como todo. Como los cuñados: hay de todo. Los artistas… Cuando una persona tiene tanto talento y tanta sensibilidad, eso de alguna forma sale, en algunos porque son puro amor y en otros porque están muy afectados por alguna experiencia que les ha marcado. Nosotros nos dimos cuenta de eso en parte porque veníamos del blues, y los tíos del blues son lo más humilde del mundo, porque es gente que suele tocar en salas, en sitios pequeños, y cuando vienen aquí flipan en una plaza de toros con cuatro mil personas. Se vuelven locos. Mark Knopfler es muy buena persona, por ejemplo; Roger Waters, también. Una vez hicimos una gira de los Stray Cats, la de despedida, y el cantante me defraudó mucho: te hacía la vida imposible, todos los días te amenazaba con que iban a cancelar, estaban todo el rato presionándote, era la escuela que tenían.
Festival de la Guitarra de Córdoba
«Hoy sería imposible que vinieran los artistas que actuaron al principio porque hay más festivales y los cachés han cambiado»
-¿Qué es la condición más estrafalaria que le ha puesto un músico para hacer un concierto?
-John Fogerty, el primer año que lo trajimos al Festival de la Guitarra, nos dijo que no tocaba a las once de la noche ni loco. Lo cambiamos a las nueve, pero le mandamos la previsión meteorológica de esa hora para que viera que podían hacer cuarenta grados perfectamente. Al final quedamos en que el concierto fuera a las diez, y el día del show, en la prueba, nos pidió que lo retrasáramos, porque se dio cuenta del calor que hacía. Y no sé, nos han pedido suites en concreto, mesas de masaje, jacuzzis, azafrán porque el artista era muy cocinitas, o coches de lujo en la puerta del hotel. Gary Moore, en el Tabaco Blues de Vegas del Genil, a las afueras de Granada, no quería que nadie fumase… En fin...
-Hay polémica con el precio de las entradas del concierto de Luis Miguel en Córdoba, este próximo verano.
-Bueno, esto es un tema delicado que en España siempre ha costado trabajo entenderlo. En España se hacían muchos conciertos gratuitos en las fiestas, podías ver a Loquillo gratis, por ejemplo. El precio de las entradas de Luis Miguel las fija un sistema dinámico, que se usa mucho en Estados Unidos: van subiendo dependiendo de la demanda, como los aviones o el AVE. Al final, lo que valoras son las experiencias. Es verdad que los conciertos cada son más caros, pero… Para el concierto de Manuel Carrasco en el Estadio Olímpico llevaban treinta tráilers. Son cosas que cuestan mucho dinero y mucho trabajo.
-¿Está Córdoba falta de espacios cubiertos para espectáculos y conciertos?
-Nosotros nos hemos interesado siempre por el pabellón de Vista Alegre, porque es un sitio en el que hemos hecho muchos conciertos. Ya no se pueden hacer por problemas de permisos, de evacuación. Nosotros hicimos un proyecto en Miraflores para construir un recinto de conciertos; era un teatro grande. En Andalucía sería estupendo tener recintos cerrados de dos mil quinientos o tres mil personas.
-¿Al Festival de la Guitarra hay que darle un empujón?
-Hoy sería imposible que vinieran los artistas a los que nosotros nos trajimos cuando empezamos con el Festival de la Guitarra, como Sting, Mark Knofler, Bob Dylan, Placebo, porque entonces no existían los festivales de Marbella, de Fuengirola o de Sevilla capital o de Granada, y ahora hay en todas las ciudades. Y además, los cachés han subido muchísimo. También hay que tener en cuenta que el concepto ha cambiado: antes se llevaban los macrofestivales, y ahora están de moda los festivales boutique.
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