SALUD

Carmen Prada: «A las mujeres les cuesta menos reconocer que tienen una depresión y pedir ayuda»

día mundial contra la depresión

La directora de Salud Mental del Reina Sofía está al frente de un dispositivo que registra 57.000 consultas cada año

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La doctora Carmen Prada, en el Hospital Provincial ÁNGEL RODRÍGUEZ

La Unidad de Gestión Clínica (UGC) del Hospital Reina Sofía de Córdoba atiende al año unas 57.000 consultas, la mayoría de ellas relacionadas con procesos depresivos. Hoy se celebra el día mundial contra este trastorno y la directora del citado departamento, ... Carmen Prada, reflexiona sobre él.

—Aún ahora la sociedad se resiste a ver a una persona con problemas mentales severos como a un enfermo al uso, como sí ocurre con alguien que padece un mal físico serio, porque parece que sigue pesando el estigma de debilidad del paciente ante las cosas de la vida, ¿no?

—Sí, existe ese estigma de debilidad. Ante un enfermo mental hay una especie de precaución o de temor generalizados. Las alteraciones mentales, desde el punto de vista sanitario, han sido las últimas especialidades que se han incorporado. Nuestra especialidad se ocupa de la atención a los comportamientos y su expresión, de los pensamientos y de las emociones. La cuestión es que aquí no existe una entidad empírica material del resto de las patologías: el brazo lo tocas, lo exploras y te aproximas a los datos objetivables para proceder a una intervención terapéutica. La situación mental se escapa de eso, y de ahí que el acceso a estas enfermedades se haya conceptualidad históricamente de diferentes maneras, de las mágicas, místicas o míticas a las soluciones asilares.

—¿Asilares?

—De asilo. Y con mayor o menos confort a las personas. A estos enfermos se los consideraba incapaces, y como tales se los recluía para aportarles cuidados con mayor o menor acierto. Hasta el siglo pasado la atención sanitaria que se dio fue a nivel manicomial, que renuncia a la realidad del derecho de identidad de estas personas. Hay que tener en cuenta que los fármacos con una demostración de actividad sobre los síntomas psíquicos aparecen a comienzos del siglo pasado: el primer neurolíptico, un fármaco potente contra la psicosis, aparece en los años cincuenta. Esto ha provocado el distanciamiento, el temor, el desconocimiento. Y seguimos en un modelo social en el que sigue habiendo rechazo a estos pacientes, a los que no se les trata en igualdad de persona porque se les ve como incapaces de todo, incapaces por tanto de ser autónomos.

«A estos enfermos se los consideraba incapaces, y como tales se los recluía»

—Es más difícil ser empático con alguien con una psicopatía aguda que con quien sufre un problema físico terminal, ¿no cree?

—Sí. Pero el término no es psicopatía, sino psicopatología, que significa patología psíquica. Sigue vivo el miedo ante lo que uno no conoce y a lo que es más difícil de comprender.

—Es muy sencillo reducirlo todo a: «Este está loco».

—Claro. Y además enjuiciar al otro desde la posición de quien sí está en sus cabales. Locura es un término clásico, y a la que luego se le ha llamado psicosis, y significa que hay una alteración del sentido de la realidad porque la persona no está interpretando adecuadamente qué contenidos corresponden a una realidad, y entonces se produce una distorsión en las interpretaciones.

—Uno de los libros del año que ha acabado ha sido 'El peligro de estar cuerda', de la periodista Rosa Montero. Ella relaciona la locura con la creatividad, con las artes. ¿Está de acuerdo?

—No exactamente. Es verdad que esto es algo de lo que se ha hablado históricamente, que ha habido personas geniales que han tenido problemas mentales. Pero la pregunta es qué no hubieran producido de no haber padecido la enfermedad, porque su habilidad estaba ahí. Y añado: no se le reconoce ninguna disfunción mental a Leonardo da Vinci. También hay que tener en cuenta las situaciones de insatisfacciones vitales, de cuestionamiento de ideas o filosóficos, aunque hay personas que son más planas y no tienen esas inquietudes emocionales o esa complejidad del psiquismo. Tener inquietudes intelectuales ante un futuro que no tiene respuesta, constatar situaciones inhóspitas del vivir no es signo de enfermedad mental, simplemente de vivir en situaciones que no siempre son placenteras. Para estar enfermo no solo hay que sufrir, sino que ese sufrimiento te ocasione una distorsión de la realidad y que te haga incapaz de manejar la vida de un modo autónomo. No podemos aspirar a un sentimiento de felicidad continuo, sino al deseo o la expectativa o la idea de felicidad, porque si no podemos caer en la insatisfacción, la culpa, el autorreproche, y que son el germen de una enfermedad mental.

—Éste es el primer día contra la depresión libre de Covid en tres años. ¿Cómo les afectó la pandemia?

—En la pandemia, el ser humano se enfrentó con un sentimiento de inseguridad, de vulnerabilidad, de aislamiento y de debilidad desconocido. Tuvo además consecuencias económicas domésticas. El ser humano se enfrentó a un grave estrés, al miedo. Así que todo eso descompensó situaciones de vulnerabilidad de enfermedades mentales y agudizó las que ya estaban confirmadas. Pero la pandemia ha tenido algo bueno en el campo de la salud mental, y ha sido que ha universalizado el sentimiento de fragilidad y por ello ha provocado que la gente hable con más naturalidad y menos vergüenza a la hora de expresar estos problemas y buscar ayuda. Más del 60 por ciento de las consultas que atendemos en nuestra unidad tienen que ver con la depresión o con la ansiedad, muchos de ellos empujados por la pandemia.

Las mujeres, más sinceras

—Cuánto ha crecido este tipo de asistencias por la pandemia.

—Alrededor del veinte por ciento. Y se mantiene que las mujeres son la mayoría de las pacientes por estas causas, el doble o más que los hombres, y los cuadros predominantes son las depresiones leves o moderadas.

—¿Por qué las mujeres tienen más depresiones?

—Porque tienen más capacidad de identificar ciertos sentimientos, por una característica propia que a veces ha identificado con que somos más emocionables. Además, a las mujeres les cuesta menos aceptar que tienen una depresión, reconocerlo delante de otros y pedir ayuda para intentar solucionarlo.

—Los jóvenes y los ancianos también necesitan una atención psiquiátrica creciente. ¿Por qué?

—Las consultas infanto-juveniles se han incrementado en un veinticinco por ciento desde el confinamiento, porque entre esos tramos de edad el aislamiento ha hecho un daño mayor pues las relaciones sociales y la interacción con otros presencia es fundamental; esas relaciones se han trasladado a las redes sociales, que no son ni buenas ni malas, sino un instrumento tecnológico que puede ser perjudicial porque no hay un 'feed back' en la comunicación. Han aumentado las conductas de autolesiones por la banalización de la vida y las alteraciones alimenticias. Y las personas mayores han padecido el menoscabo de sus redes sociales reales y sus capacidades por el hecho de cumplir años.

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