Perdonen las molestias
El juicio final
No podía imaginar el señor Rafael Gómez que una de las grandes obras de su biografía acabaría arrumbada en una biblioteca
La sangría del turismo foráneo
De la Iglesia Católica
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Iniciar sesiónNo podía imaginar el señor Rafael Gómez que una de las grandes obras de su biografía acabaría arrumbada en una biblioteca. Él, que se jactaba de no haber leído un libro en su prolífica vida. Y que corría más que los papeles de ... la licencia urbanística de las naves de Colecor. Hasta el título de la obra tiene un sentido premonitorio. El Juicio Final. No sabemos si por el caso Malaya o por el día en que todos nuestros pecados sean sentenciados eternamente.
Nos referimos al sepulcro esculpido en noble mármol de Carrara que regaló a su alter ego, el señor Castillejo, en aquellos años gloriosos en que en Córdoba se ataban los perros con longanizas. Por aquel entonces, los dos insignes colegas nadaban en estanques de langostinos tigre y se jugaban los planes generales de ordenación urbana al Monopoly. Qué tiempos aquellos.
No era de extrañar, por consiguiente, que el ilustre constructor tuviera un pequeño detalle de diez metros de alto por cuatro de ancho, varias toneladas de peso y 1,5 millones de euros con su socio el cura banquero. Un millón y medio de euros, por cierto, solo en materia prima. La minuta del escultor, los operarios, los ingenieros y el aparatoso traslado del conjunto escultórico van en sobre aparte.
Queremos imaginar el día en que el prohombre de Cañero le hizo entrega del obsequio al señor Castillejo. Pero el cerebro se nos encasquilla a la altura del lóbulo frontal. El caso es que el imponente conjunto escultórico fue instalado en una capilla de lo que estaba destinado a ser la Fundación Miguel Castillejo en la cordobesa Plaza de la Magdalena. Lo que vino después ya lo saben ustedes. Los dos filántropos cayeron en desgracia y la obra de mármol, que retrata al infierno y dos arcángeles con las llaves del cielo, acabó sepultada entre estantes de libros.
Como ven, la ironía del destino raya, a veces, en la crueldad. La semana pasada el escultor del bajorrelieve, Marco Augusto Dueñas, interpuso una denuncia contra la Fundación Cajasur, la UNED y la Diócesis de Córdoba por descuartizar una creación en mármol que le llevó cuatro años de trabajo. Desde luego, toda una metáfora para el juicio final.
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