PRETÉRITO IMPERFECTO

EL PODER A SU ANTOJO

La inestabilidad es, realmente, la pauta de este estudiado preludio del «Susanato» que apenas ha durado año y medio

FRANCISCO J. y POYATO

La presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, anunciará mañana en sede parlamentaria el anticipo de las elecciones autonómicas. Y lo hará tras culminar una semana de vaivenes, rumores, amagos y mensajes propios de las estratagemas que en el poco tiempo que lleva la ... dirigente sevillana en el poder absoluto andaluz ha desplegado de forma palmaria. De fondo, nula o casi nula gestión. Ahora bien, «postureo» y estrategia, a raudales. Escuela tiene. El latiguillo de su divorcio político de Izquierda Unida es la «inestabilidad». Un artificio más, acuérdense del episodio con Elena Cortés y la corrala Utopía, que sin menoscabo de la coalición de izquierdas y su particular política, fue el punto de partida de su estelar irrupción en San Telmo y ahora será el punto y final a año y medio de comedia. En medio, Andalucía. De fondo, la región europea con mayor tasa de para juvenil. Al horizonte, más de tres décadas de gobiernos socialistas y un statu quo asfixiante.

La primera inestabilidad nace con su llegada a la presidencia de la Junta sin pasar por las urnas. Traspaso nobiliario de un cargo sin mancha electoral y sospecha judicial. El refrendo de los electores es la mejor garantía de estabilidad para un gobierno en un estado moderno, y para ella y su partido, tras la dulce derrota de Griñán en 2012 pese a los ERE fraudulentos, hubiera sido el calibre a sus expectativas.

La segunda muestra evidente de inestabilidad viene dada por el guión de las urnas, su coalición con Izquierda Unida. Agua y aceite en Andalucía desde siempre. Si hay un partido conservador en esta tierra, ése es el PSOE. Y si hay una sociedad conservadora, ésa es la andaluza —la ideología de los votos es pura ficción—. Y si se antojara un teórico maridaje con IU, ése no existe. Valderas y los neocomunistas cayeron en la trampa del «plato de lentejas» que tanto le echaron en cara tiempo atrás a los andalucistas en aquel cogobierno de Manuel Chaves y Antonio Ortega. La gráfica de los sondeos para IU resultó ser una montaña rusa accionada por un tal Pablo Iglesias.

Si el interés primero y primordial es Andalucía, el juego de tronos interno en el PSOE y el asentamiento como marca blanca en la esfera mediática y la corte madrileña de Susana Díaz sobrepasó la meta. Tercera inestabilidad. Los socialistas andaluces hacen suya como nadie la figura literaria de la sinécdoque, la parte como el todo. Y así, Andalucía sufre en sus carnes la crisis del PSOE y sus batallas intestinas, convirtiéndose en el campo de juego de artimañas y emboscadas. Como si ése fuera el auténtico drama de esta tierra. Un año y medio al frente de la Junta de Andalucía para repartir las cartas marcadas de la partida en Ferraz.

La resolución a este preludio del «susanato» aún evidencia más la inestabilidad de una política de ambición ilimitada acogida como el mirlo blanco de un partido socialista a la deriva. Capaz de sacar adelante un presupuesto con su incómodo socio pero superada por un viaje a los campamentos de refugiados de Tinduf. Había que buscar la enésima excusa y su sincronización con la demoscopia interna y la coyuntura política adecuada. Las piezas encajan.

Salvo que estemos ante una operación política a gran escala que se nos escapa, Susana Díaz consigue coger a todo el mundo con el paso cambiado o sin ajustar el calzado. Busca el centro, dejar en un extremo y en fuera de juego a Podemos y afines; machacar lo que queda de IU; sesgar al PP y sus miras en las municipales antes de que se consolide una recuperación económica. Y, sobre todo, la unción como lideresa para lo que tenga que venir. El poder a su antojo.

EL PODER A SU ANTOJO

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