La fecha de la coyuntura
Susana Díaz ha conseguido desviar el debate a un inexistente enfrentamiento con IU. La clave está en sus intereses electorales
LA presidenta de la Junta de Andalucía (aún no cabe hablar de en funciones pero casi), Susana Díaz, ha calentado el ambiente lo suficiente para echar mano de la potestad legal que le confiere al máximo responsable público de la comunidad autónoma la posibilidad de ... disolver el Parlamento y llamar a los ciudadanos a las urnas. Desde 1994, es decisión exclusiva del presidente del Gobierno andaluz fijar la fecha de las elecciones después de que se produzca la firma del decreto de convocatoria de elecciones, una alternativa que solo se ha utilizado en una ocasión en la historia de la autonomía. La ley obliga a celebrar elecciones 54 días después de la firma del decreto de convocatoria. Hagan cuentas.
Los primeros presidentes andaluces, Rafael Escuredo y José Rodríguez de la Borbolla, nunca tuvieron el arma del adelanto electoral en la sobaquera. El Estatuto de Autonomía vigente no prohibía esa opción por lo que el PSOE reguló en 1994 su puesta en marcha frente a anteriores disposiciones poniendo un elemento político de relevancia en manos del partido del Gobierno. La única limitación es que los andaluces no pueden ser llamados a votar entre el 1 de julio y el 31 de agosto casi por razones obvias de que la gente no está en casa.
Manuel Chaves hizo uso de esa prerrogativa en 1996 con el objetivo de sacudirse la presión coordinada del PP e IU, la llamada «pinza». José Antonio Griñán, al contrario, decidió agotar el mandato y evitar el adelanto electoral de Rodríguez Zapatero permitiendo que los andaluces votaran en fecha distinta que el resto de los españoles. En ambos casos, las jugadas le salió bien a los socialistas. Chaves mantuvo el poder y Griñán pudo pactar con IU pese a perder las elecciones.
Susana Díaz ha calentado el ambiente con el objetivo de que todo sea un verde y con asas. Los dos argumentos usados por la presidenta para distanciarse radicalmente de IU son tan nimios, tan poco creíbles, que ni el que asó la manteca se puede creer que un viaje al Sahara (Diego Valderas estuvo cuatro días en Palestina en 2013) o un referéndum de escaso impacto dentro de la coalición de izquierdas haya sido elemento determinante semanas después de aprobarse los presupuestos autonómicos.
No. Susana Díaz ha creado el relato del adelanto electoral por razones bien distintas. Teóricamente, todos los españoles tenemos que votar en las generales entre treinta y sesenta días después de que acabe el mandato cuatrienal de las Cortes aunque haya un debate abierto sobre cuándo es eso ya que hay quien opina que todo empieza a contar con las votaciones y quien cree que es cuando el presidente toma posesión. La ventana constitucional para las elecciones generales estaría entre los últimos días de diciembre de 2015 y los primeros de enero de 2016. Se ha escrito que Rajoy está dispuesto a agotar todas las posibilidades de la Carta Magna para retrasar la cita.
Y en esas circunstancias lo que conviene al PSOE andaluz es ir solo a las urnas dejando al secretario general de los socialistas, Pedro Sánchez, que sin el plus de activación militante que generan las autonómicas a la Junta está muerto del todo. La coincidencia de las andaluzas con las municipales es poco posible (es la fecha de las autonomías de vía lenta) y las catalanas de septiembre permitirían a las fuerzas como Podemos organizarse en Andalucía. La opción de marzo es la lógica aunque nada tenga que ver con la cohabitación interna dentro del Gobierno andaluz que es igual de buena o de mala que desde que echó a andar. Viendo cosas como éstas, se echa de menos la seguridad de los norteamericanos que votan a su presidente el día martes que corresponda al intervalo entre el dos y ocho de noviembre de cada año bisiesto.
Hay que reconocerle a Susana Díaz que funciona bien en lo corto de la política. Sin embargo, no hay que dejarse llevar por el argumentario. La clave no está en romper hoy o mañana con IU sino en acudir a las elecciones en solitario o aportándole votos a su franquiciado de Madrid. Ese es el escenario que más conviene al PSOE andaluz con un PP a cuyo líder le falta un hervor y un Podemos al que ya se le ven las costuras. Las amenazas de IU sobre la imposibilidad de futuros pactos son fuegos fatuos. A los alcaldes, se les fastidia toda la planificación de campaña porque no podrán inaugurar prácticamente nada. Que no vengan con rollos, pues. Andalucía y los andaluces no tienen nada que ver con esta vaina. Todo es coyuntura.
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