Una Feria con mucho camino por delante

Hace tiempo de aquello: tanto que Herminio Trigo era el alcalde y que Finito de Córdoba estuvo sin discusión en los carteles taurinos. Él fue la sensación de la corrida del 27 de mayo, en la que abrió la Puerta Grande del Coso de los Califas después de cortar dos orejas. Esa noche, cuando el diestro de El Arrecife festejaba con los suyos el éxito en la plaza de toros, miles de cordobeses bailaban, bebían y reían a orillas del Guadalquivir... igual que harán a partir de este viernes. Algunas cosas han cambiado entre esos dos momentos. Son las siguientes.

Descenso de casetas

El principal termómetro de la salud de la Feria es el número de casetas que participan en ella. Y lo cierto es que la evolución no habla muy bien de cómo el festejo ha ido cumpliendo años en su nueva ubicación, porque el descenso ha sido radical en estas dos décadas. En la cita inaugural de 1994 se inscribieron 172 casetas y en la edición que comienza en unos días la cifra se queda en 95. Sobran las palabras, como quizás las zonas de encuentro que el Ayuntamiento ha ido planteando en el recinto y que, como recuerdan los técnicos municipales que trabajaron a las órdenes del comisario del traslado de La Victoria a El Arenal, Antonio Rodríguez Carretero, no han nacido nada más que con el fin de tapar los huecos -o las vergüenzas- que han dejado las casetas que han desistido de concurrir en el hito final del mayo festivo.

Un modelo discutido

Córdoba no termina de sentirse cómoda con la Feria de El Arenal es, en gran medida, porque ni Izquierda Unida ni el PP han sido capaces de encontrar un modelo de celebraciónque satisfaga a sus principales actores, esto es, a quienes promueven las casetas desde asociaciones, peñas o cofradías. Desde 1994, el principal caballo de batalla ha sido la reclamación por parte de la Asociación de Casetas Tradicionales (ACT), nacida en 2005, de tiempos de disfrute exclusivos para los socios de las carpas, que al fin y al cabo son los que sufragan su funcionamiento con sus cuotas periódicas. En la etapa de Rosa Aguilar y Andrés Ocaña al frente de la Alcaldía, que fue cuando la labor de la ACT fue más activa, la Feria destacó por su carácter abierto -o lo que es lo mismo: cualquiera podía entrar adonde le viniera en gana-, si bien Izquierda Unida cedió en parte, de modo que los caseteros ganaron el derecho de cerrar para socios, previo aviso, durante dos o tres tramos horarios a lo largo de todos los días de celebración.

Con el PP ha habido más avances: ahora, las posibilidades del disfrute privado de las carpas son ilimitadas, siempre que sus beneficiarios paguen un precio público a partir del cuarto tramo con las puertas cerradas. La réplica a la beligerancia de las Casetas Tradicionales saltó hace tres años con la creación de la Asociación de las Casetas Populares.

Infraestructuras

Si la estética supone una asignatura pendiente del recinto de El Arenal, más grave es la del déficit de infraestruturas. Una de las carencias más evidentes se resume en la ausencia de un sistema de alivio de aguas pluviales. Cuando la Feria llevaba en El Arenal solo unos años, Emacsa redactó un proyecto que se quedó, casi todo, en el papel: la idea era construir un mecanismo de compuertas junto al río, a la altura de la Caseta de la Juventud, con el objetivo de que sirviera de aliviadero en el caso de lluvias copiosas y, al tiempo, de dique frente a posibles crecidas del Guadalquivir. A falta de esa infraestructura, la red de alcantarillado se mantiene en precario, y prueba de ello es que con dos gotas que caigan hay riesgos ciertos de que El Arenal se convierta en un incómodo barrizal.

Otro problema recurrente del recinto es su sistema eléctrico, que quedó en evidencia en la segunda edición de la fiesta fuera del Paseo de la Victoria, de modo que fue necesario sumar dos transformadores auxiliares al central, el único con el que nació. Existe otra carencia que es bastante ilustrativa: El Arenal no dispone de aseos públicos más allá de los que tienen las casetas. Durante los dos primeros años había dos retretes de uso colectivo junto a la calle del Infierno, si bien desaparecieron a partir de los últimos años de la década de los 90 del siglo pasado.

Luces sobre portada

En El Arenal habrá encendidas desde el próximo viernes cuatro veces más luces que en 1994, por más que el consumo eléctrico se haya reducido en virtud de la utilización de dispositivos de bajo consumo. En la primera edición de la fiesta se contaron 150.000 bombillas, mientras que veinte años después hay 553.000, a las que hay que sumar las 50.000 de la portada. Ah, la portada, un asunto clave, a veces obsesivo, en estos veinte años de fiesta. La de 2014 es la misma que la de 2013, que la de 2012 y que la de 2011 por una cuestión de ahorro económico, pero hubo ediciones, en la que lo que menos importaba cuándo dinero costaba el pórtico de El Arenal: lo de más era que fuera lo más grande posible.

Todo empezó en 1998, cuando el alcalde Rafael Merino (PP) activó el botón para encender las 30.000 bombillas de una portada decorada con 30.000 luces  y que representaba la arquería de Alhaken II de la Mezquita-Catedral. Parecía que uno era mejor alcalde, o alcaldesa, cuando más grande fuera la portada de la Feria. Basta un dato para hacerse una idea de cómo penetró entre los múnicipes esta idea: en 2004, bajo el mando de Rosa Aguilar, la portada llegó a tener 305.000 bombillas, más del doble de la primera que adornó El Arenal en 1994... y seis veces más de las que tendrá este año. Pero fue en mayo de 2005 cuando la Feria de Córdoba conoció la mayor portada de su historia,  140 metros de longitud y 45 de altura para representar el cuerpo central de la torre de la Catedral.

Arboleda y toldos

El equipo de Rodríguez Carretero, el comisario del traslado a El Arenal, supo desde el principio que uno de los enemigos más feroces del nuevo emplazamiento de la Feria de Mayo era el calor. El remedio a largo plazo, pensó, era la protección de las sombras naturales, de modo que plantó en torno a mil árboles, muchos de ellos en los espacios descubiertos de las casetas. Apenas quedan unas docenas de ellos (en parte porque el suelo de El Arenal es poco propicio para que agarren), y los que sobreviven han crecido lo justo en estas dos décadas, por lo que la sombra que dan repara lo justo.

Cuatro años después el Ayuntamiento encontró un «plan b» en la colocación de toldos en las calles centrales, iniciativa que pronto se completó con la instalación de un sistema de refrigeración por aspersión al que los cordobeses dieron el nombre de microclima. De éste no queda rastro, y de la ubicación de toldos ha ido a menos en estos años. En lo que sí ha habido ciertos avances ha sido en el cuidado al paseo de caballos, que al comienzo de la fiesta en El Arenal estaba restringido a la calle que corre en paralelo al río y que se ha extendido ya a la vía central que enlaza la portada con la zona de la Caseta Municipal.

El futuro

A tenor de la caída del número de casetas, el debate sobre la ampliación de la Feria parece ridículo. Mas hasta hace menos de un lustro salía siempre que se aproximaba la fiesta porque parecía que los 250.000 metros  sobre los que se asienta desde 1994 no eran suficientes. Los planes que ha manejado el Ayuntamiento consistían en el que recinto creciera hacia el otro lado de la autovía, donde ya están habilitadas las en torno a 3.000 plazas de aparcamientos públicos que gestiona Barea.