España a la deriva

¿Cuánto durará la casi incomprensible situación? Recelo que más bien poco, un poco que puede hacérsenos eterno. Dejemos a un lado las diversas parlas que orlan u orlarán, quizá con algún matiz en bable, el hemiciclo. En materias de más enjundia (amnistía, deuda, distribución del Poder Judicial, consultas de autodeterminación) constataremos una asimetría sabrosa entre los actores. Mientras que Junts, Esquerra y Bildu adelantarán sus reivindicaciones sin imprimir en ellas timbre alguno de constitucionalidad, es más, las instarán con tanto mayor energía, cuanto menos constitucionales sean, el PSOE fingirá creer que la Carta Magna no dice lo que dice. Esto es, mentirá, debidamente asesorado por los curiales de turno. El ciudadano común percibirá trompetería guerrera a un lado, y un gigantesco deseo de obsequiosa comprensión, del otro. Y en algún momento, aventuro que próximo, llegará a la conclusión de que se ha acabado el sistema del 78.

¿Acabado? Es una forma de hablar. Dejémoslo así: hemos traspasado el límite de elasticidad de la democracia, esto es, el punto a partir del cual el material bajo presión no puede ya recuperar su forma primitiva. De aquí a muy poco, además, estaremos hablando, obsesivamente, sobre lo que apenas se ha mencionado durante la última campaña: la economía. Solo un Gobierno fuerte, asentado sobre una sólida mayoría transversal, estaría en grado de contener el ritmo inaguantable de creación de deuda o la elefantiasis de la Administración. Y estamos en todo lo contrario: un Gobierno débil, incoherente, y sin recursos para legislar atendiendo a los problemas de fondo, y no a los apoyos que precisará para mantenerse en el poder. El naufragio es seguro. Qué vaya a ocurrir después… es cosa que dejo para los expertos en aruspicina.

¿Y la oposición? ¡Ay, suena muy mal! Feijóo se las ha apañado para hacer, casi a la vez, tres cosas absurdas: producir la impresión de que hablaría con Puigdemont, cortejar al PNV, y ofender a Vox cuando más lo necesitaba. Me centraré en su peregrino empeño de atraer al PNV, estéril para empezar (ni el PNV ni Vox están por la labor) y, sobre todo, estúpido. Una de las grandes cuestiones que se van a plantear durante los próximos meses es la mutualización de la deuda catalana. Asunto explosivo por cuya causa van a poner pies en pared todas las comunidades en que ahora manda el PP, más alguna de propina. En otras palabras: el movimiento igualitario de resistencia a Frankenstein 2 será en un primer momento territorial, o no será. ¿Qué podría desactivar ese frente, tan prometedor para Feijóo? Justamente, la excepción peneuvista. Se replicará: no se ha producido el acuerdo con los vascos. Contestación: no hablo de los hechos sino de algo no menos importante en política, a saber, las intenciones. La mayor debilidad de Feijóo es que no se sabe hacia dónde va. Un señor que amaga amistades con un partido de la catadura del PNV, demuestra no tener una idea mínimamente clara sobre el futuro de España. Esto se va, se va. No sabemos, cuando estalle, quién juntará los cachos.