análisis
Hacia ningún sitio
España ha ingresado en una etapa frenética y estéril. Dará la vuelta el viento, no sabemos hacia dónde
Artículos escritos por Álvaro Delgado Gal en Diario ABC
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Iniciar sesiónFeijóo se ha ofrecido a dialogar con Sánchez un poco demasiado tarde, desde una posición de debilidad relativa, y sin que se sepa bien a santo de qué. El presidente en funciones ha replicado con la previsible descortesía. Habría hecho lo propio incluso en ... el caso de que la propuesta se hubiese realizado en su tiempo y sazón o estuviera autorizada por argumentos irrebatibles. No ha habido lugar, pues, para la sorpresa, lo que no quita para que no podamos extraer conclusiones muy aleccionadoras sobre la actual, lamentable, situación nacional. Enumero algunos puntos:
1) Sánchez no parece comprender (¿nos sorprende?) lo que son las democracias parlamentarias. En estas, los electores depositan sus votos sin garantía alguna de que el saldo resultante vaya a expresar un mensaje concreto, con su rúbrica al pie.
Toca a los partidos engendrar la unidad que el voto, en sí mismo, no garantiza. Imaginemos que el 33% del electorado favorece a A, un partido que respeta la ley y la libertad, otro 33%, a B, un partido de nuevo democrático, y un 34% a C, una amalgama de siglas muchas de las cuales dejan harto que desear por los motivos que fuere. Imaginemos también que el partido B ata cabos con C, alegando a continuación que se encuentra respaldado por una «mayoría social» del 67%. ¿Diremos que ha hecho lo que es más democrático, puesto que B+C «representa» a una porción del electorado superior a la constituida por A + B? No. Afirmaríamos más bien que B que no ha desempeñado bien su misión, que es la de entenderse con el otro partido democrático para alcanzar entre los dos un acuerdo de gobernabilidad viable.
2) Este hecho elemental, consustancial al buen funcionamiento de la democracia, se ha visto obscurecido por el motivo/fuerza en que se inspiraba la campaña de Feijoo: «Deroguemos el sanchismo». La consigna incluía varios ingredientes, no todos absurdos. El mejor de todos, que se hablara de «sanchismo», y no de «socialismo».
Tengo la sensación de que no se ha observado la misma cautela por el lado opuesto. A esto hay que añadir una desdichada, agobiante verdad: y es que el país no arrancará (él, o el montón de chatarra que quede de aquí a unos años, o acaso meses) mientras siga en la política Sánchez, un actor excepcional en el sentido más urgente, más preocupante, de la palabra.
Y ahora lo malo, por no decir pésimo: el antisanchismo, no acompañado de un auténtico programa o plan de acción, convertía la pugna en un sí/no en torno de Sánchez, con el peligro de que una derrota (o una victoria insuficiente) se interpretara automáticamente como una adhesión de los españoles al caudillo monclovita.
3) El PP, horro de proyectos, ha ingresado en una etapa errática. No sé si acierta Feijóo fingiendo que quiere ser investido en el Congreso por tal o cual mayoría parlamentaria. La pretensión, desde luego, es legítima. Pero no le arriendo la ganancia al jefe de la derecha. Consideremos al PNV. Ni este quiere, por motivos obvios, aliarse a un aliado de Vox, ni Vox querría que su aliado se aliase al PNV. Esfuerzo baldío.
Olvidémonos ahora de Vox… Las cuentas siguen sin salir, ya que un acuerdo con el PNV obligaría al PP a gestos, medidas, de gusto confederal, en contra de lo que desea su electorado y, mucho más importante, en contra de lo que recomienda el sentido común. Concluida la etapa táctica con el fiasco del 23 de julio, se abre ante el PP una especie de vacío. No, no encajarán las piezas mientras no se produzca el imprescindible entendimiento PSOE/PP, un entendimiento rigurosamente rehusado por Sánchez y no auspiciado por Feijóo con la claridad suficiente.
España ha ingresado en una etapa frenética y a la vez estéril. Al cabo dará la vuelta el viento, aunque no sabemos si hacia el norte o hacia el sur.
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