Crisis migratoria en Ceuta
Los que esperan al otro lado de la frontera: «Pongo nuestro destino en manos de Dios...»
Parados, estudiantes, trabajadores, recién expulsados de Ceuta... Personas de toda condición y de muchas ciudades se agolpan en la frontera del Tarajal a la espera de entrar en Ceuta. Algunos tienen familiares en España; otros, ni siquiera eso
Directo Ceuta: Última hora de la crisis migratoria con Marruecos
Ahmed Bizuyan
«¿Que dónde voy a dormir esta noche con mi mujer y mis tres hijos? Pongo nuestro destino en manos de Dios»... Quien así habla es un cocinero de 42 años, vecino de Castillejos, que desde que comenzó la pandemia no ha podido trabajar ... . Esta madrugada, según explica a ABC, entró a Ceuta bordeando el espigón del Tarajal, como otros diez mil compatriotas. Pero él quiso salir de la Ciudad autónoma con un objetivo : vender su moto, lo único que le queda, para sacar un dinero y volver a entrarpara reunirse con su esposa y los críos, de siete, nueve y tres años... No sabe qué va a ser de su vida, pero sí conoce perfectamente lo que tiene en esta ciudad fronteriza: prácticamente ni un dirham en el bolsillo , una deuda pendiente en forma de seis meses de alquiler sin pagar. Como para muchos otros, el riesgo de morir le merece la pena, porque lo otro es una agonía constante a la que no ve salida.
Es solo una de las miles historias de la gente que se agolpa en la frontera del Tarajal, a la espera de poder pasar a Ceuta. Pasadas las diez de la mañana parecía que el grifo se había cortado , pero en estos momentos nadie sabe si es para siempre. Al contrario que ayer a estas horas, el movimiento es de entrada; es decir, llegan muchos chicos desde la Ciudad autónoma, expulsados . Tampoco les preocupa mucho, porque lo van a volver a intentar: «Ahora es imposible, porque además jóvenes de las naves del Tarajal han lanzado piedras contra la Policía y la Guardia Civil y la situación es más tensa , y los agentes marroquíes han empezado a hacer su trabajo», explica un chaval recién llegado desde España.
Algunos chicos cuentan que han caminado toda la noche desde Larache, donde viven, con la esperanza de poder entrar en Ceuta . El 'efecto llamada' es demoledor y esta es la mejor prueba de ello. Pero es que además hay muchos otros que han alquilado coches, o pagado entre varios taxis, para llegar hasta el Tarajal. Hay gente de Mequinés, de Rabat, de Casablanca, de Fez, de localidades del interior... Gestionar la frustración que les puede suponer no poder cumplir su sueño va a ser muy complicado . Los estallidos de ira no se pueden descartar.
A un par de kilómetros de la frontera, a donde han llegado en un coche alquilado, cuatros chicos y dos chicas, vecinos de Mequinés y de entre 24 y 30 años, también esperan para poder entrar. Su caso refleja hasta qué punto el desánimo ha calado en este país. Todos trabajan -en talleres de aluminio, como conductores, ellas de peluqueras-, y sin embargo prefieren el riesgo de pasar a España y la incertidumbre de cómo puede ser su futuro allí antes que seguir en su tierra . «Creemos que podemos encontrar trabajo, tenemos títulos, pero además estamos dispuestos a sufrir lo que sea necesario. Sabemos que necesitaríamos de un permiso de trabajo, pero también que nos pueden contratar en negro... Nos han dicho que en tres años podemos tener permiso de residencia y trabajo y que en España hay ayudas para jóvenes »...
«Es mi única oportunidad»
No lejos de allí, un hombre de 30 años, vecino de Tánger, relata a ABC que está en paro, que tiene familia en Barcelona y Granada y que está «dispuesto a trabajar en lo que sea» . Como tantos otros, no sabe qué va a ser de su futuro, pero lo que tiene claro es que la única oportunidad que tiene es la de cruzar la frontera . Va con un amigo de esa misma ciudad, que está en iguales circunstancias que él.
Otros tres jóvenes de entre 24 y 25 años, de Tetuán, explican que ellos tampoco tienen empleo. «Pudimos entrar ayer, pero nos han devuelto. L a gente de Ceuta se ha portado muy bien, nos dieron de comer ». De momento no van a intentar entrar otra vez, pero tienen muy claro que en cuanto pase algún tiempo retomarán su proyecto . Uno de ellos tiene a un hijo de corta edad que descansa en un coche aparcado cerca, ajeno al desastre.
Historias similares se suceden entre los cientos de personas que a estas horas (once de la mañana) se agolpan en la frontera. Nadie sabe cómo puede acabar todo esto, pero pocos son optimistas . La pasividad de los agentes marroquíes en la frontera -hay algunos que hasta se despedían de los que iban a entrar en Ceuta de forma irregular- ha supuesto un formidable 'efecto llamada', hasta el punto de que se organizan rutas de autobús desde el centro de Marruecos hasta la frontera. Definitivamente, da miedo...
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