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Juicio del «procés»

La protesta independentista que cabría en un vagón del AVE

Medio centenar de manifestantes, encabezados por el «president» Torra, se concentran en las calles aledañas al Supremo al inicio del juicio del «procés»

Roger Torrent y Quim Torra, ante las puertas del Supremo EFE | Vídeo: Roger Torrent: "Es un día doloroso" EP
Jesús Hierro

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No han conseguido repetir la escena del juicio del 9N, con miles de independentistas en la calle presionando al tribunal que sentaba en el banquillo a los líderes de aquella consulta secesionista ilegal. Por dos motivos. El primero es numérico y obvio: la capacidad de convocatoria independentista no puede ser la misma en la capital catalana, donde el TSJC juzgó entonces el 9N, que en Madrid, donde el Tribunal Supremo sienta ahora a los líderes del 1-O. El segundo factor es escénico: la Policía Nacional se ha cuidado bien de blindar el perímetro del Alto Tribunal, solo permeable para jueces, fiscales, abogados, personal y periodistas acreditados. Han querido evitar a toda costa un circo ante el Supremo de enfrentamientos a favor y en contra de los líderes del «procés». Y lo han conseguido. La única manifestación que ha podido alcanzar las puertas del Supremo ha sido una de funcionarios de prisiones por cuestiones laborales. La justicia les dio la razón y el Ministerio de Interior se vio obligado a permitirla. También ha logrado colarse un pequeño grupo de extrema derecha, que rápidamente ha sido desalojado por la Policía Nacional.

Así pues, el intento de los organizadores –ANC, Òmnium, JpC, ERC y CUP– de llamar a una «movilización unitaria de protesta» independentista, tal y como anunciaban en su convocatoria, ha tenido un éxito escaso. Ha quedado prácticamente reducida a un encuentro de políticos catalanes y familiares de los procesados. Una docena de estudiantes de extrema izquierda eran prácticamente los únicos asistentes ajenos al «star system procesista», en su mayoría llegado desde Barcelona en AVE la tarde anterior.

Los independentistas se citaron en el paseo Recoletos a la altura de la calle Bárbara de Braganza, cerca del Supremo y a escasos metros, también, de la plaza Colón, donde el domingo PP, Ciudadanos y Vox se movilizaron en contra de dialogar con los secesionistas. El presidente de la Generalitat, Quim Torra, llegó para la foto que la comitiva quiso hacerse con la pancarta con el lema, en castellano, de «decidir no es delito». Le acompañaba, entre otros, su vicepresidente, Pere Aragonès, y el presidente del Parlamento catalán, Roger Torrent. También se presentaron allí diputados independentistas del Congreso de los Diputados como Joan Tardà y Gabriel Rufián. Representando al Ayuntamiento de Barcelona estaba el teniente de alcalde Jaume Asens, siempre la cara más visible del equipo que dirige Ada Colau en cuanto a la defensa de los políticos presos se refiere. Se han dejado ver cargos de la antigua Convergència y de la CUP, además de los líderes de las entidades independentistas.

Poco más. La simbología de la marcha fue la habitual de este tipo de convocatorias: esteladas y lazos amarillos, que para unos reclaman la libertad de los «presos políticos», y otros los ven como un llamamiento a la impunidad. Aunque, esta vez, condicionado por el escenario, predominaban las banderas republicanas españolas. Cartelería que comparaba el juicio con un circo completaba el paisanaje.

Como ya se ha dicho, la Policía Nacional tenía claro que no iba a permitir enfrentamientos. No lo consintió cuando un hombre con una bandera española trató acercarse a la concentración para increpar a los independentista; los agentes lo apartaron de inmediato. Ni tampoco cuando, poco más tarde, independentistas y partidarios de la unidad de España –algunos con simbología fascista– coincidieron en la aledaña calle Génova. El enfrentamiento tampoco en esta ocasión pasó de un mero choque verbal. Unos reclamaban la libertad de los «presos políticos» y otros pedían prisión para los procesados, especialmente para el fugado Puigdemont.

La presencia de Torra en la concentración fue bien breve, pues rápidamente se trasladó en coche al Tribunal Supremo, donde ha seguido el juicio desde el salón de plenos, en el que tiene asiento reservado como presidente de una comunidad autónoma.

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