La pieza sin conexión en el puzle de la transición energética renovable
El sector tilda de «corto y poco ambicioso» el plan del Gobierno para el biogás, una tecnología con gran impacto en Europa y sin apenas desarrollo en España
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Iniciar sesiónEn el puzle de las renovables, el biogás es una de las grandes piezas olvidadas. Y eso que no le faltan bondades para jugar un gran papel desde el centro del tablero. Es un paradigma de la economía circular. Contribuye a la eliminación ... de residuos, y con ello a la reducción de gases de efecto invernadero. Se trata de una energía renovable que puede generar electricidad y calor. Incluso una vez depurado, se transforma en biometano, que está llamado a ser el digno sustituto verde del gas natural (de origen fósil) –lo que podría reducir nuestra dependencia energética del exterior–, y que es también un biocombustible primordial para el transporte pesado. Su valor crece cuando se le reconoce que puede ayudar a combatir la despoblación en la España vaciada.
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Apreciadas cualidades que no pasan desapercibidas ante el horizonte que tenemos por delante: la necesidad de llegar a una economía descarbonizada en 2050. Un reto que, junto a la llegada de los fondos Next Generation, está impulsando el interés por desarrollar nuevos proyectos en toda la cadena de valor del biogás, donde se están implicando desde compañías energéticas, productores de residuos (entidades municipales, industria agroalimentaria, ganaderías, agricultores) hasta grandes consumidores industriales (como cementeras, fábricas de cerámica, textiles...), marcas automovilísticas y empresas de transporte, fabricantes de fertilizantes, ingenierías, consultoras... El ecosistema industrial y empresarial del biogás en España empieza a tomar forma. Pero su despegue sólo cogerá impulso con el apoyo del Gobierno y las administraciones, algo que echa en falta (y reivindica) la mayor parte del sector.
En nuestro país existirán casi 250 instalaciones de biogás, según AEBIG
En España, la implantación del biogás parte de una situación muy retrasada si se compara con el desarrollo que ha alcanzado entre nuestros vecinos europeos. En 2019, en el Viejo Continente existían 18.943 plantas de este gas renovable, según el último informe de la Asociación Europea de Biogás (EBA). En nuestro país, las cifras bailan. Mientras, la Asociación Española de Biogás (AEBIG) estima que existirán casi 250 instalaciones, la Hoja de Ruta del Biogás, elaborada por el Gobierno, cita 146. Un documento que, precisamente, cerró su periodo de consulta pública el pasado miércoles y que «se ha quedado corto y es poco ambicioso» para gran parte de este sector.
A la cola de Europa
Tenemos menos plantas y, en consecuencia, menos producción que los demás, como demuestra una investigación realizada por Xavier Flotats, profesor emérito de Ingeniería Industrial de la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC) y autor del libro «Los gases renovables. Un vector energético emergente» (publicado por la Fundación Naturgy). Según sus datos, obtenidos a partir de Eurostat y del barómetro EurObserv’ER, en 2018 nuestro país fue el tercero por la cola de la UE en producción per cápita de energía del biogás: 66 kilovatios/hora por habitante y año frente a los 382 de la media europea. Por no hablar, de los 1.072 de Alemania, los 984 de Dinamarca y los 662 de la República Checa.
El biogás es un gas renovable con una enorme versatilidad. Se obtiene a partir de desechos orgánicos, como residuos ganaderos y agroalimentarios (desde estiércol, purines, restos cárnicos, hasta piel de frutas o restos de conservas...), de lodos de estaciones depuradoras de aguas residuales y de la parte orgánica de residuos urbanos. Estos desechos se introducen en un biodigestor y, por un proceso anaeróbico (es decir sin oxígeno), las bacterias van descomponiendo la materia orgánica hasta generar el biogás. Así de sencillo lo explica Francisco Repullo, presidente de AEBIG: «Los restos de comida generan metano a los dos días, también el estiércol, los purines y las deyecciones ganaderas lo hacen en el momento. Es necesario llevar cuanto antes todos esos desechos a un digestor, un depósito cilíndrico cubierto con lonas de PVC para acumular el gas que se genera en la descomposición y capturarlo».
Después de este proceso (digestión anaeróbica) quedan restos (lo denominan digestato) «con nutrientes, que se tratan y fraccionan para ser aplicados. Hay una parte líquida que se transforma en biofertilizante y una parte sólida en compost. En Suiza, por ejemplo, este compost se utiliza en los jardines de las casas», cuenta Paz Gómez, técnica del departamento de Biogás y Biorrefinerías del centro tecnológico AINIA.
Una vez obtenido, el biogás llega a las centrales donde se genera energía eléctrica, que se vierte a la red, y también térmica, con la que se abastecen diferentes industrias. «Cementeras, fábricas de vidrio, cerámica, textiles... Toda la industria manufacturera intensiva en calor necesita descarbonizarse y tiene la obligación de reducir sus emisiones. Algo que pueden hacer a partir del biogás», explica Bernat Chulià, director de Estudios y Proyectos de Genia Bioenergy.
En España, hay ejemplos de pequeñas plantas en granjas de pollo, centrales lecheras, cárnicas...
El biogás también se utiliza para autoconsumo, para cubrir las necesidades eléctricas y térmicas de las propias instalaciones ganaderas, de vertederos y de estaciones depuradoras de aguas residuales. En nuestra geografía hay ejemplos de pequeñas plantas en centrales lecheras, granjas de pollos, fábricas cárnicas... Y es en este entorno donde el biogás puede ayudar al desarrollo rural. «Las plantas tienen que ubicarse en lugares estratégicos, cerca de donde se producen los residuos, de las centrales para generar electricidad y de la industria que va a consumir ese biogás», indica Gómez.
Por tanto, a lo largo del proceso se eliminan residuos, evitando emisiones de gases de efecto invernadero, y se produce energía renovable (que sirve también para el autoconsumo) y productos como fertilizantes y compost. Es decir, el biogás es un buen ejemplo de economía circular.
Gran pontencial
Y para hacer todo eso, potencial no nos falta. Residuos para generar biogás hay más que suficiente. España es el país con más ganado porcino de Europa, el tercero de vacuno y «con un gran peso del sector avícola. Además tenemos una industria agroalimentaria muy potente: abastecemos de hortalizas y frutas a toda Europa. Al igual que la industria de transformación de carne y de verduras. Todos son un gran generador de residuos», comenta Chulià. «Hay potencial. Las empresas tienen interés y están estudiando proyectos. Hay tecnología, buenas ingenierías y excelentes grupos de investigación», añade Flotats. El propio IDAE (Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía) reconoce que nuestro país «atesora un gran potencial y cuenta con industrias de gran tamaño en el sector agropecuario, en el agroalimentario y en la gestión de residuos que pueden activar el mercado (del biogás) rápidamente».
Entonces, ¿por qué el biogás no ha despegado en España? ¿Qué le falta para hacerlo? «No existe una planificación a largo plazo para el biogás», responde con firmeza Flotats. «Diversos estudios -añade- han demostrado que el biogás se ha desarrollado en los países donde había políticas a largo plazo y coordinadas en torno a cuatro ejes: lucha contra cambio climático, eliminación de residuos, autosuficiencia energética y desarrollo rural. En estos momentos si no hay incentivos (alguien que pague bien la energía que produces o el hecho de que evitas emisiones de gases de efecto invernadero), no es suficientemente rentable para instalaciones industriales. Sí puede ser para autoconsumo, con un retorno de inversión en 6 o 7 años». «En ningún país del mundo se ha desarrollado el biogás y el biometano sin ayudas gubernamentales», defiende Repullo.
«No existe una planificación a largo plazo para el biogás», sentencia el profesor Flotats
El biometano
Esa es la otra derivada con una gran proyección: una vez que se extraen las impurezas (por un proceso de depuración conocido como upgrading), el biogás se transforma en biometano, otro gas renovable que puede desplazar al gas natural de origen fósil pues son totalmente intercambiables. «El biometano es el mismo gas que importamos de Argelia. Se puede inyectar en la red gasística, transportar en bombonas, licuar y almacenar. Y no hay que cambiar ni los quemadores de una cocina para utilizarlo», señala Repullo. Como biocombustible puede jugar un gran papel para el transporte pesado y marítimo, difícilmente electrificables y que también tienen que reducir sus emisiones.
De hecho, las instalaciones de biometano crecen cada año en Europa. Según la EBA, el año pasado había 729 plantas, un 51% más que el año anterior (483). Alemania está a la cabeza con 232. Francia es el país al que muchos miran porque está realizando una apuesta estratégica por este gas renovable, promocionándolo en el medio rural. «Allí cada semana se inauguran casi dos instalaciones», remarca Repullo. España solo cuenta con dos plantas de biometano, una en la Comunidad de Madrid: Valdemingómez, que inyecta a la red, a partir de los residuos urbanos, y otra en la Cataluña, en Cerdanyola del Vallés (Barcelona). «Se estima que para finales de este año podamos contar con dos proyectos más en España inyectando biometano en la red gasista. Además, están en estudio más de 93 plantas», estima Naiara Ortiz de Mendíbil, secretaria del Comité Gas Renovable de Sedigas (Asociación Española del Gas).
Ante este escenario, la Hoja de Ruta del Biogás tiene por objetivo producir 10,4 teravatios anuales de biogás en 2030, de los cuales el 45% se destinarán a uso térmico y generación de electricidad, y el resto (55%) se transformará en biometano para desplazar al gas natural. Al traducirlo a cifras reales eso significa que «solo el 1% de la demanda de gas natural actual sería biometano, cuando hay países como Francia que se ha marcado como objetivo que el 10% de su gas natural sea renovable en 2030 y Alemania un 20% de gas natural vehicular», explica Ortiz de Mendíbil. Para el sector son retos poco ambiciosos. «El potencial de biometano en España es de 137 teravatios hora, según un estudio de la CE, y eso supondría que aproximadamente el 40% del gas natural actual sería renovable», añade.
«El biometano podría llegar a sustituir el 40% del gas natural actual»
La Hoja de Ruta del Biogás tampoco satisface en el aspecto económico. Recoge una inversión de cien millones de euros para impulsar el biogás, un presupuesto muy insuficiente para el sector. «Nos jugamos todo al póker del hidrógeno, cuando tenemos residuos que contaminan y pueden convertirse en un recurso. Pero no le prestamos atención», se queja Repullo. «Si no hay primas ni tarifas especiales, el sector no es viable económicamente», reclama. Desde luego sería triste perder la oportunidad del biogás, porque como dice el IDAE es «la única energía renovable que puede usarse para cualquiera de las grandes aplicaciones energéticas: eléctrica, térmica o como carburante». Suficiente motivo para darle un gran empujón.
Y todavía sin garantías de origen
El sector del biogás clama por que se establezcan un sistema de garantías de origen, algo que recoge la Hoja de Ruta del Biogás. «Deberíamos tenerlas desde el pasado mes de junio, como dicta Europa. Llegan tarde y todavía no sabemos cuándo se crearán», reclama Repullo. «A través de este sistema -añade- una entidad certificadora asegura que la planta genera biogás o biometano de forma sostenible», dice. Así el comprador de biogás pagará por un gas renovable y no al precio del gas natural. «Esto dará mayor rentabilidad a los proyectos», cree Chuliá. Al adquirir biogás las empresas también ahorran en gastos por derechos de emisión.
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