Biomasa, la apuesta olvidada de las energías renovables
El uso térmico de este recurso sigue al alza, pero el sector reclama más apoyo institucional para impulsar su potencial en la generación eléctrica
Fernando Morales
España es el tercer país europeo en recursos absolutos de biomasa, la materia orgánica que puede ser utilizada como fuente de energía. Sin embargo, y aunque pueda parecer sorprendente, somos, según datos de APPA (la patronal de las renovables), los octavos en aprovechamiento y ... los vigesimoprimeros en uso per capita . «Hay un desacople enorme entre la capacidad que tenemos de recursos y lo que realmente se está haciendo», lamenta Margarita de Gregorio, directora de la sección de biomasa de APPA. Aunque es verdad que dentro de esta energía habría que distinguir entre la térmica (destinada a sistemas de calefacción)
y la eléctrica. La primera de ellas lleva creciendo en España desde el año 2013. Y en el último año hubo un incremento del 9,8% en ventas de equipo para consumir biomasa, alcanzando los 58.700 vendidos.
Pero la necesidad de desarrollar la biomasa eléctrica no parece estar en la agenda de este Gobierno Central. Al estar reguladas, para poder levantar plantas de biomasa eléctrica es necesario que se celebre una subasta en la que se adjudique el proyecto. Pero la última, aún viendo que en el resto de países europeos crece la apusta por la biomasa, se celebró en 2016, cuando se adjudicaron 200 megavatios –cuatro plantas de 50 megavatios cada una–. Recientemente, el Ministerio de Transición Ecológica suspendió la que había programada para este 2020.
Una decisión a la que no encuentran respuesta ni desde Avebiom ni desde APPA, que defienden que no pueden acudir a subastas en las mismas condiciones económicas que otras renovables como la solar o la eólica «que no tienen que pagar por el recurso». «El Ministerio nos ha dejado huérfanos de megavatios para subastar», por lo que hay «bastantes» proyectos paralizados , denuncia el presidente de Avebiom, Javier Díaz. A ello hay que sumarle que con el decreto 1/2012 «se detuvo el desarrollo de las renovables en España». Por todo ello, «seguimos comprando gas y petróleo a otros países, cuando podríamos tener un suministro propio importante».
Oportunidades
La situación no mejora si el desarrollo de esta energía depende de un Ministerio que, a juicio de Díaz, «considera que la biomasa no es una energía importante ni necesaria » en España. Y es que afirma que no potenciar esta energía en un país eminentemente forestal hace que se pierdan puestos de trabajo «donde más falta hacen». Según De Gregorio, en torno a una planta de biomasa de generación eléctrica hay unas 25 personas de media trabajando. Y como estas, debido a sus propias características y para que sean rentables, deben asentarse cerca del lugar de donde se extrae la materia, sirven para generar puestos de trabajo en el entorno rural y podrían ayudar a hacer frente al reto demográfico. «Son instalaciones industriales que generan un número muy importante de empleos directos e indirectos, por lo que si pones una planta de biomasa en un pueblo se va a convertir en un activo muy grande para toda la comarca», indica De Gregorio.
En Avebiom ven «realmente triste» la evolución del sector, pero desde APPA son algo más optimistas. Piensan que esta década puede ser buena por todos los retos relacionados con la economía circular y la sostenibilidad que tiene España por delante. «Entendemos que el Ministerio debe reconocer y ser capaz de poner en valor el potencial que tiene la biomasa de contribuir a los objetivos de las grandes políticas españolas» ya que es algo que «hace país y hace que prospere dando soluciones a retos muy importantes».
El futuro del biogás
El biogás, sin embargo, tiene «un recorrido importante» en nuestro país, aunque en comparación con otros países europeos «vamos muy lentamente». De las 18.000 plantas de biogás que hay en Europa, solo 28 están en España , a pesar del gran potencial de bioresiduos con el que contamos, según Gabriel Butler, CEO de Genia Global Energy.
Lo que falla en España, porque «no se ha querido potenciar ni incentivar», según cuenta, es que no existe un modelo de certificado que permita garantizar el origen del gas renovable, por lo que no se puede comercializar. Asimismo, tampoco se han dado instrumentos de ayuda y de inversión para este tipo de proyecto, como sí ha ocurrido en Francia o Alemania. Y no se hace a pesar de que los recursos que no se aprovechan nos impactan medioambientalmente todos los días. «Todos podría servir –en palabras de Butler– para generar gases renovables. Lo saben en el Ministerio», concluyen.
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