Un océano de posibilidades para reforzar las renovables
Las empresas españolas investigan ya cómo convertir mareas, corrientes, olas e incluso cambios de temperatura del mar en generadores de energías limpias
¿Dónde está el nuevo océano reconocido de La Tierra?

Muchos miran con interés al mar y a nuestros océanos. Son el gran desafío del siglo, o por lo menos de esta década y quizá de la siguiente. Están llamados a jugar un gran papel en el mix de las renovables dentro del escenario ... de una Europa descarbonizada y neutra en emisiones para 2050. Las energías oceánicas (de las olas y de las mareas, sobre todo) podrían proporcionar el 10% de las necesidades actuales de electricidad en el Viejo Continente para 2050, suficiente para abastecer a 94 millones de hogares al año, según estimaciones de la Ocean Energy European, la mayor red de profesionales de la energía oceánica del mundo que engloba 120 organizaciones de todo tipo (empresas, centros de investigación, administraciones...). Para alcanzar esos objetivos habría que desplegar 100 GW de potencia instalada en el mar, lo que supondría el desarrollo de toda una nueva industria, generaría 400.000 puestos de trabajo, supondría una oportunidad para sectores marítimos tradicionales, traccionaría de otras actividades y revitalizaría regiones costeras. Y ya hay empresas tomando posiciones. Pocas españolas, pero están.
La de los océanos es una energía abundante, ilimitada, natural, limpia y gratuita. Existe todo un conjunto de tecnologías para aprovechar de diferentes formas todo ese potencial. De las olas, de las mareas y de las corrientes se puede obtener electricidad. De momento, son proyectos pilotos que se ensayan en diferentes partes del mundo, algunos están más avanzados que otros. Finlandia, Francia, Irlanda, Italia, Portugal, España,Suecia, Reino Unido, Australia, Canadá y Estados Unidos son pioneros en este mercado, con gran número de proyectos probados, desplegados y planificados, señala un informe de 2019 de la Agencia Internacional de las Energías Renovables (IRENA).
Tecnologías que se prueban en un medio hostil como es el mar. Y esa es una de las principales barreras que vencer. «El propio entorno que nos da energía nos pone las cosas difíciles», afirma José Luis Villate , director del departamento de Renovables Off-shore del centro de investigación y desarrollo tecnológico Tecnalia. La corrosión, la fuerza de grandes olas, los mecanismos para trasladar la energía a tierra... «Cualquier cosa que se ponga en el mar desde un barco, una plataforma eólica hasta un dispositivo para las corrientes de marea se encuentra en condiciones muy duras. No pueden ser dispositivos frágiles sino resistentes y resilientes. Y deben permitir un mantenimiento mínimo», explica Juan Carlos Suárez-Bermejo, profesor del Máster de Energías Renovables Marinas de la Universidad Politécnica de Madrid.
Las energías oceánicas podrían suministrar un 10% de la electricidad de Europa en 2050
Todo apunta que la energía undimotriz producida por el movimiento de las olas y la mareomotriz (por las mareas) son las más prometedoras. Y en especial está última parece estar más desarrollada. Además, cuenta con un gran ventaja: es totalmente predecible, incluso por años.
Para producir electricidad a partir de las mareas se están probando diferentes tecnologías. Por ejemplo, se han construido presas en el mar que aprovecha el salto de marea para generar energía. Hay proyectos en Corea del Sur, Canadá, Reino Unido y Francia (la planta mareomotriz La Rance, en Bretaña, funciona desde 1966). Pero no parece ser una solución viable. «Son instalaciones singulares que tienen un fuerte impacto ambiental, requieren inundar zonas y se necesitan fuertes infraestructuras», explica Villate.
El futuro en las mareas
La propia IRENA prevé que el futuro es producir energía a partir de las corriente de las mareas. Y es aquí donde se está trabajando. «Con turbinas apoyadas en el fondo marino o flotantes. Se trata de generadores sumergidos, con palas que giran aprovechando el flujo del agua. Cuando sube la marea el flujo va en una dirección, cuando se retira va en sentido contrario», lo describe José Luis Villate. Lo están probando en Reino Unido y Francia. «Son los países que disponen de más recurso en el mar para esta tecnología. Se necesitan fuertes mareas. En Francia hay lugares que tienen saltos de marea de 12 metros. Y hace falta determinada velocidad en la corriente, entre dos y tres metros por segundo», especifica.
En España la empresa gallega Magallanes Renovables es pionera en esta tecnología. Ha patentado una plataforma flotante de 45 metros, equipada con dos rotores que combinados producen hasta 1,5MW. «Hemos aprovechado la tecnología de un eólico y la industria naval para construir un casco flotante con dos rotores bidireccionales que están sumergidos», cuenta Alejandro Márquez, director de Desarrollo de Negocio de Magallanes Renovables.
De momento, el dispositivo lo han probado en las costas de Vigo y, desde 2019, lo ensayan a gran escala en Fall of Warness (Escocia) en el sitio del EMEC (European Marine Centre). «Estamos probando la plataforma a tamaño real y hemos aprendido muchas cosas que cambiaremos en la plataforma comercial. Tenemos 200 sensores analizando datos, hacemos pruebas, aprendemos para perfeccionar la siguiente generación. Estamos en la carrera tecnológica para ver quién desarrolla este sistema de forma comercial. El mercado potencial es tremendo. Solo en Reino Unido, hay muchas zonas de Escocia y Gales que entre islotes y canales las corrientes de marea podrían producir el 20% de la energía del país».
En España, estos dispositivos se podrían aprovechar solo en algunas zonas muy concretas de Galicia y en el Estrecho de Gibraltar. Pero hay que tener en cuenta los usos del mar: el tráfico de buques, zonas especialmente protegidas... «No se pueden poner turbinas sumergidas en cualquier lugar porque puede afectar, por ejemplo, a flujos migratorios de especies. En nuestras aguas, además, hay mucha profundidad y algunos dispositivos no encajan bien», concreta el profesor Suárez-Bermejo.
«Nuestra industria de renovables es muy potente y nuestro sector naval muy fuerte
En nuestro país la fuerza está en las olas. «Se generan con vientos huracanados en el Polo Norte, viajan miles de kilómetros sin perder energía y rompen en las costas del frente atlántico y en el Cantábrico», cuenta Francisco García, presidente de la Sección Marina de APPA Renovables y CEO de Wedge Global, una de las pocas empresas españolas que desarrolla tecnología para sacar partido energético a las olas. Su convertidor de olas industrial se ensaya en Gran Canaria desde 2014. «Hemos validado la tecnología y generado 200kW de potencia instalada. Si fuese parte de un parque comercial podría alimentar cien hogares», indica García.
Además, está la central undimotriz del puerto guipuzcoano de Mutriku, que aprovechando el vaivén de las olas ya ha producido dos millones de KW de electricidad desde su inauguración en 2011. «Se hizo un dique para proteger a los barcos y se instalaron turbinas con tecnología para aprovechar la energía de las olas», explica Villate.
En las energías oceánicas España tiene una oportunidad. Y no solo porque la de las olas pueda contribuir a nuestro propio mix energético renovable, complementando a la eólica y la fotovoltaica. Sino porque nuestro país está bien posicionado para jugar un gran papel en esta industria. «Tenemos tecnología y empresas para hacer las instalaciones. Muchas compañías son pioneras en la eólica y si son capaces de hacer parques eólicos son capaces de abordar proyectos de renovables marinas», cree el profesor Suárez-Bermejo. Una visión que comparte Villate: «Nuestra industria de renovables es muy potente y el sector naval muy fuerte. Nuestras empresas pueden fabricar la tecnología de otros e instalar dispositivos fuera. Se necesitará mantenimiento, barcos de soporte, mano de obra muy especializada y con experiencia para trabajar en el mar...».
Para que todos los proyectos que ahora se ensayan avancen hacia su comercialización son necesarias grandes inversiones. «Los costes son muy elevados. Necesitamos recorrido para crear economías de escala. Y mecanismos (ayudas, primas, certificados verdes...) para incentivar la entrada en el mercado», considera García.
Pero también hace falta cambiar la estrategia, en su opinión. «El enfoque que tiene la energía oceánica es erróneo», sentencia. «El sistema está enfocado a grandes plantas explotadas por grandes empresas. Y éstas no tienen incentivos ni interés en innovar. Son precisas tecnologías disruptivas». Él propone jugar en dos bandas. Por un lado, «contar con el apoyo claro y directo de las administraciones para demostrar proyectos a nivel local que sirvan de escaparate para introducirlos en nichos específicos». Por otro lado, buscar esos nichos: «Canarias sería uno de ellos. El mix energético de las islas requiere que sea diversificado porque es un sistema completamente aislado. Las olas también podrían proporcionar energía a cualquier usuario del mar: desde plataformas petrolíferas hasta parques eólicos marinos durante su proceso de construcción». Desde luego, las renovables de los océanos abren tantas posibilidades como infinitos son sus horizontes.
Las hermanas menores de las energías oceánicas
Hay más proyectos en investigación para sacar todo el partido energético a los océnaos, aunque son muy incipientes. Por un lado, están las plantas maremotérmicas que aprovechan la diferencia de temperaturas entre la superficie del mar y las aguas profundas y obtienen energía eléctrica. También se puede conseguir energía del gradiente salino, es decir de la diferencia en la concentración de sal entre el agua del mar y el agua de los ríos mediante procesos de ósmosis. «Pero son tecnologías con un desarrollo muy limitado a día de hoy y no son ni las que más avanzan ni las que están siendo más apoyadas», cuenta Francisco García.
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