Economía: la demografía cuenta
El profesor del IESE Business School recuerda que «en 2025 cada dos trabajadores tendrán que sostener un jubilado»
Economía: la demografía cuenta
Hace dos meses mi artículo en esta contraportada se titulaba: economía, la política cuenta . Era una consideración a corto y medio plazo. Pero hay otro factor vital para la salud de la economía: la demografía . Una baja demografía que puede acabar, incluso, con ... formas de civilización. El fenómeno no es nuevo.
Entre las causas de la decadencia romana , no fue la menor su mala demografía. Su gran extensión requería de población adecuada y sus habitantes no se reproducían en número suficiente. La fertilidad fue, incluso, menor en sus clases dirigentes. Las matronas de la aristocracia romana renunciaron a tener largas proles; también parece que el plomo utilizado en la compleja red de cañerías de la ciudad imperial producía infertilidad. Además, a partir del emperador Marco Aurelio la peste redujo de golpe la población. Se calcula que los casi ochenta y ocho millones de su cúspide, se redujeron en un 20% en pocos años. Entonces se dio asiento a las tribus bárbaras, ávidas de gozar de la calidad de vida de la civilización romana. Los Godos o los Visigodos atravesaron sus fronteras como aliados sin ser romanizados lo suficiente. Las consecuencias de esta política son conocidas.
Europa tiene un problema demográfico. Muchos países no llegan a la tasa de reposición de las cohortes generacionales. Se supone que para que la población no disminuya, sin aportes exteriores, la tasa de fertilidad (número de hijos por mujer) debe ser de 2,1. En España está muy por debajo. Lo explica el libro de Alejandro Macarrón: « El suicidio demográfico de España ». Eso crea problemas a corto, a medio y, como en el caso de Roma, a largo plazo.
A corto plazo esa baja natalidad reduce la disponibilidad de personas integradas en la cultura local. Se pueden sustituir por inmigrantes; pero eso supone un esfuerzo de capacitación. Se puede decirse que la sociedad de acogida se ahorró la formación básica de los inmigrados. Podemos traer mano de obra sin cualificar, pero también artesanos y universitarios. Sin embargo, a largo plazo, habrá una competencia mundial por expertos preparados, dado que la disminución de la natalidad es global.
A medio plazo la falta de población creará problemas de crecimiento económico por disminución de la capacidad de producción y el consumo. Incluso se podría dar el fenómeno «japonés». En Japón la población disminuye. Por esa razón, a pesar de que la Renta Nacional se estanca o retrocede ligeramente, la «Renta per Cápita» aumenta. Aunque la economía esté en declive, sus ciudadanos no lo notan. Es un declive económico indoloro. Muerte lenta que no se siente . Cuando la población decaiga más ya no habrá quién produzca lo suficiente y, más grave, la civilización que se asienta en su territorio perderá su esencia.
Los aportes de los inmigrantes no son malos, son necesarios. Una civilización viva requiere de la hibridación que traen. Pero siempre que sea capaz de integrarlos. Es la gran fortaleza de América, que absorbe casi un millón al año y los convierte en fervientes partidarios de su civilización y la debilidad de Japón, incapaz de asimilar al extranjero. El riesgo es la desintegración social por falta de una masa crítica de residentes nativos o la creación de guetos por incapacidad de absorción.
Además, a largo plazo, la falta de fertilidad crea dificultades para pagar pensiones y educación. Si la cosa sigue así, se calcula que en España en 2025 cada dos trabajadores tendrán que sostener un jubilado o un joven estudiando. En 2050 serían casi uno a uno, 9 personas no activas (menores de 16 años y mayores de 65) por cada 10 en edad de trabajar ¿cómo vamos a pagar la pensión a los mayores y los estudios a los menores?
Los gobiernos han tomado decisiones al respecto. Se han alargado las edades de jubilación (hasta los 67 años o más); se suben las tasas universitarias; se reduce la pensión aumentando el número de años para su cómputo. El Gobierno de Rodríguez Zapatero llegó a congelarlas . En España el Pacto de Toledo creó un fondo para sostener las jubilaciones en épocas de depresión. Fondo que paga parte de las pensiones actuales. Se supone que, a medio plazo, si el desempleo se reduce, el fondo volverá a resarcirse. Pero a largo plazo los números son aterradores y, a pesar de ello no se habla de fomentar la natalidad y ayudar a la familia. Al menos hasta ahora que Rajoy ha anunciado un plan integral de apoyo a la familia. Veremos en qué queda.
El fenómeno es europeo. Solo Francia y algún país del norte tienen asegurada su reposición generacional. Europa puede seguir recibiendo inmigrantes para compensar su falta de fertilidad. Sin embargo, este es un debate olvidado en la política europea ¿Quién se acuerda que es el año de la familia declarado por la ONU y que el quince de Mayo fue el día de la familia? Incluso en plenas elecciones al Parlamento de Bruselas es el secreto mejor guardado. No es políticamente correcto debatirlo; está ausente. El suicidio demográfico europeo se hace en silencio.
Las políticas natalistas, defensoras de la familia, tienen efectos beneficiosos: en economía, cultura y hasta en la supervivencia de la civilización. Ahora estamos eligiendo a los Diputados del Departamento Europeo. ¿Serán conscientes de su responsabilidad histórica? La defensa de una demografía sana debería ser una de sus prioridades. Aunque solo fuera para que pudieran pagarse sus generosas pensiones cuando dejen de ser parlamentarios en Bruselas.
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