Laporta, un cadáver que conviene a todos

El plazo del 31 de marzo viene dado porque es la fecha límite para que el Barça presente el plan de financiación para estas obras. Por eso las constructoras tienen prisa y lo que tenga que ser lo van a precipitar de inmediato. Hasta el 31 todo aún puede ser reversible, pero pasa por desalojar a Laporta de la presidencia, abrir un período de interinidad, convocar elecciones y que la nueva junta, ante las sospechas –por decir lo menos– que generó la adjudicación, decida cancelarla y empezar de cero.

El 'caso Negreira' –que no era Negreira, sino Villar– tiene de hecho poco que ver con una preocupación sincera por la honradez en el mundo del fútbol, pero se va a utilizar esta propaganda, con toda la hipocresía y exageración que convenga, para convertir el 'caso Villar' en el 'caso Laporta'. El proceso más sencillo podría ser que las constructoras buscaran a un socio –con uno bastaría– que demandara al presidente del club por administración desleal.

Otra posibilidad es que Fiscalía hallara suficientes indicios de criminalidad y llevara a Laporta por la vía penal. El pasado lunes, el presidente de la UEFA, Aleksander Ceferin, estuvo en Madrid hablando con el presidente de la Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales. Salió el asunto a la conversación y la posibilidad de que si el caso va a mayores, y merece el mencionado reproche penal, tenga repercusiones deportivas y el Barça acabe siendo expulsado por un tiempo de las competiciones europeas.

Laporta se está moviendo para intentar salvar el pellejo pero sólo tiene de aliado –y en condiciones limitadas– al presidente del Madrid, Florentino Pérez, que de todos modos en este caso es una alianza insuficiente. Javier Tebas, presidente de La Liga, le ha sugerido que dimitiera; un tradicional amigo de Jan, como siempre ha sido Jaume Roures, se ha desmarcado de él en unas inequívocas declaraciones. La Liga, la Federación y la UEFA necesitan limpiar su imagen, las constructoras del Ibex no están dispuestas a dejarse humillar en público de este modo –no sólo por la cuantía de la obra sino por cómo fueron burladas– y para todos se ha convertido en el cadáver más fácil, barato y conveniente un Laporta pasado de vueltas en lo físico y en lo financiero, perdedor en lo deportivo, y con un club al borde de la quiebra gestionado del modo más irresponsable y poco transporte.

Se necesita un culpable para lavar la imagen del fútbol, y para el bien del Barça –aunque las constructoras defienden sobre todo sus intereses– es necesario revertir la adjudicación y echar a los turcos de la obra. Laporta está débil y solo, y aunque es resistente como demostró en la segunda mitad de su presidencia, esta vez los otros son más y más poderosos, y además tienen razón.

Laporta está acorralado. Está por ver con qué intensidad presionarán los estamentos españoles y europeos del fútbol, y si en un mes Laporta encuentra la manera de pactar algo con las constructoras defraudadas. No es un pacto imposible pero sí mucho más difícil de lo fácil que es precipitar la caída de Laporta.