Fútbol
Operación destruir a Laporta
«Redunda en la sensación de estafa de las empresas españolas, junto con que Laporta rebajó, con alevosía y nocturnidad, el pliegue de condiciones para adecuar el concurso a la medida de Limak»
Pagos a Negreira: el método Barça es el método Cataluña
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Iniciar sesiónLaporta ha acusado a Tebas de antibarcelonismo y no es exacto. Lo que sí es cierto es que Laporta va a pagar las consecuencias de haberse burlado de las constructoras del Ibex 35. Sólo un ingenuo pasado de vueltas como él podía pensar que jugar ... sucio a las más importantes empresas españolas iba a salirle gratis. «Nos hemos petado al Ibex 35», ha fanfarroneado en distintas ocasiones, siempre en privado, Elena Fort, vicepresidenta del área Institucional del club. Y hay un paralelismo entre el Barça y el independentismo, no solo en la quiebra técnica, sino también en creer que sus acciones no van a tener consecuencias. Laporta de verdad creía que esta adjudicación como de chiste de las obras del Camp Nou iba a salirle gratis. No es victimismo decir que van a por él, porque efectivamente van a por él, y lo que ha salido y lo que saldrá ni es casualidad ni eso bienintencionado. Pero a la vez, tienen razón en ir a por él porque lo que ha hecho es peligroso, suicida e impresentable.
Tal como Negreira era sólo un intermediario, y lo significativo era la relación entre Laporta y Villar, que este asunto haya sido filtrado por Fiscalía justo en este momento no es un ataque al Barcelona sino un ajuste de cuentas con Laporta, con la inequívoca intención de que abandone el club, tal como insinuó el presidente de LaLiga.
La auditoría que han encargado las empresas que han de prestarle dinero al Barça para realizar las obras es demoledora. En resumen, indica que los trabajos no van a llevarse a cabo ni en el plazo ni en el presupuesto acordados -los dos únicos argumentos que Laporta esgrimió para justificar su preferencia por los turcos en detrimento de las constructoras españolas- y que muy probablemente Limak no esté en condiciones de terminar el estadio.
Además, el Ministerio de Exteriores asiste con preocupación a la adjudicación, por ser el contrato de mayor cuantía que una empresa de la Unión Europea ha firmado con una empresa turca y por tratarse, además, de una compañía muy vinculada al presidente Erdogan, y por lo tanto, ligada a sus arbitrariedades y a su siempre incierta continuidad en el cargo.
Todo ello redunda en la sensación de estafa de las empresas españolas, junto con que Laporta rebajó, con alevosía y nocturnidad, el pliegue de condiciones para adecuar el concurso a la medida de Limak. Pero los trapos sucios que han salido y están por salir de Laporta tengan por objetivo cargárselo no significa que no sean ciertos, tal como fueron ciertos el dinero que el expresidente Jordi Pujol confesó tener oculto en Andorra, la firma que Artur Mas tenía en la cuenta suiza de su padre, y más recientemente los trapicheos de Laura Borràs con su amigo narcotraficante. Y aunque es algo naíf que los empresarios piensen que serán los propios socios los que repudiarán y harán caer a Laporta ante semejante escándalo -tal como lo fue la pretensión de que la corrupción desanimaría a la turba independentista- no significa que no tengan razón en la inconsistencia de la constructora turca, en la irrealidad de su presupuesto y plazos, y en las altas posibilidades de que se esfumen o desvanezcan a medio hacer, y de que la obra no resista en condiciones el paso del tiempo, tal como la primera declaración de independencia de Puigdemont, tuvo ocho segundos y la segunda, lo que tardó Mariano Rajoy en aplicar el artículo 155.
Este no es el final sino el principio de esta guerra, que se decidirá dependiendo de la fuerza que tengan los que quieren cambiar a Laporta frente a los que prefieran no arriesgarse a que un sistema que no es precisamente la metáfora de la pulcritud salte por los aires si se hurga demasiado.
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